La botella de vino número 41 es sólo para el rey
Al rey Luis XIV le gustaba salir de caza y siempre lo hacía bien provisto de unas cajas de vinos. Para cada partida de caza, el rey de Francia ordenaba que sus sirvientes cargasen con 40 botellas de vino. Siempre 40 botellas. Esa era la cifra de envases que el rey Luis XIV de Francia consideraba adecuada para una jornada de caza. Sin embargo, aquellas botellas de vino no solían ser consumidas por el rey. El monarca estaba tan concentrado en la caza que apenas tomaba un sorbo de nada. Pero llegó un día en el que el rey Luis XIV sintió sed. El rey paró la cacería y pidió un vaso de vino. Sin embargo, vino no había. Entonces tuvo lugar una de las anécdotas más curiosas del rey Luis XIV.
A Luis XIV se le conoció como el rey Sol. Este apodo le venía de su imperioso deseo de que sus súbditos girasen entorno a él. Así como los planetas giran entorno al sol, el rey Luis XIV deseaba que todo y todos girasen entorno a él. El apodo se lo ganó a pulso, realmente. Sin embargo, esta forma de ser del rey tan ególatra y egoísta contrastaba con una personalidad bastante generosa. Según nos ha quedado reflejado en varias narraciones de la historia, el rey Sol era muy generoso con sus conocidos, o lo era al menos de vez en cuando. Pero si hay una muestra curiosa de esa generosidad del rey es la que tuvo lugar en la llamativa anécdota de la botella de vino.
Dejamos al rey con sed en la cacería y pidiendo un vaso de vino. Y vamos a ver lo que ocurrió cuando al rey le dicen que no hay vino. Resulta que los criados del rey transportaban siempre las 40 botellas de vino para cada cacería y comprobaban siempre que el rey Sol no bebía nunca. Entonces los sirvientes del monarca acabaron acostumbrándose a beberse ellos todo el caldo, sin que el rey tuviera conocimiento de lo que ocurría con el vino. Lo hacían tranquilos y confiados pues el monarca apenas se acordaba de nada que no fuera cazar. Pero, llegó aquel día en el que el rey Luis XIV tuvo sed. Cuando su ayudante más cercano oyó al rey pedirle un vaso de vino, el asistente se echó a temblar. No había vino ya. No había ni una gota de caldo que servir. “Majestad se ha terminado el vino”, tuvo que confesarle el ayudante.
Entonces el rey preguntó por qué no se había cumplido su orden de transportar 40 botellas de vino. El ayudante, con la mirada clavada en los pies, contestó que sí habían traído todas las botellas, pero que el vino se había terminado. Cuentan que cuando el sirviente esperaba angustiado a que el rey desatara su ira, el monarca respondió sorprendentemente de manera comprensiva y ciertamente generosa: “Está bien. A partir de ahora deben traer 41 botellas de vino. Y la botella número 41 será sólo para mí”, contestó el rey Sol.