Rick Wakeman: su amor por los libros de historia, las extravagantes capas que aun usa y el día que compró un equipo de fútbol
Si hubo un glam en el rock progresivo británico, una de las figuras más emblemáticas de esa corriente musical virtuosista del rock de la década del setenta fue Rick Wakeman. El hombre del pelo rubio y lacio y las capas brillantes que reflejaban sus destellos detrás de la pila de teclados que usaba, cuando era integrante de grupos como Yes, o durante su prolífica carrera como solista.
Seguramente hay muchas anécdotas en la historia del señor Wakeman, quien hoy ostenta 74 años y tantas ganas de seguir subiendo a los aviones para dar conciertos fuera del Reino Unido. E l 9 de abril regresará a Buenos Aires para presentarse en el teatro Gran Rex , con un solo set que servirá para repasar toda su carrera y, quizá, generar, a través de su palabra, un idea y vuelta con el público. Las entradas ya están a la venta.
La primera virtud de Wakeman era, justamente, el virtuosismo. Y si no era la primera, seguramente fue la más descollante para convertirse en un prodigio de ese creciente rock progresivo (por estas pampas también se lo ha llamado sinfónico) de la década del setenta. Eran tiempos en los que la sofisticación dejaba casi en el olvido (excepto para el oído de los fanáticos de las viejas escuelas) a los tres acordes primales sobre los que se plantaron las bases del rock and roll de la década del 50. Lo más llamativo es que, si bien la sofisticación muchas veces resulta de fenómenos que dejan de ser populares, a pesar de que pudo ser una música de guetos, el rock progresivo acogió a grandes multitudes de adeptos en todo el mundo. A las baterías, las guitarras y los bajos de esta música llegaban intérpretes provenientes del rock. A los teclados arribaron algunos que durante su niñez o juventud se formaron con los libros de la música clásica. Con tres estilos muy diferentes surgieron Wakeman (Yes), Keith Emerson (ELP) y Tony Banks (Genesis).
Consciente de sus cualidades, Rick fue el más extravertido y quien mejor utilizó ese glamour que se imponía en algunos escenarios del prog-rock. Atravesó los excesos del rock (especialmente el alcohol, pero lo superó), no tuvo seis esposas como Enrique octavo, al que menciona en uno de sus discos, pero tuvo seis hijos, varios matrimonios y hasta fue uno de los dueños de un club de fútbol.
Desde hace ya un par de décadas que Wakeman se especializa en hacer viajes en el tiempo para atravesar su repertorio. Sus capas blancas o en tonos plateados y dorados fueron sus aliadas, antes, incluso, del comienzo de su carrera solista. Pero, sin duda, fue con la aparición de su disco Las seis esposas de Enrique VIII que pudo representar de forma escénica su reinado como intérprete, con su trinchera de teclados a modo de trono y con esposas que estuvieron representadas en canciones. Más de una vez Wakeman ha dicho que el resto lo pone el público y que si ha visitado varias veces nuestro país en plan de conciertos fue porque ha encontrado en nuestras plateas siempre una muy fervorosa recepción .
En 2012, por ejemplo, hizo una versión de otro de sus discos más famosos, Journey To The Center Of The Earth (Viaje al centro de la tierra) con coro, orquesta y cantante solista (casi todo el elenco era argentino). Fueron dos conciertos, en el segundo recreó The Six Wives Of Henry VII en la versión del siglo XXI, una que estrenó en 2009. Allí había agregados, perlitas especiales para fanáticos, como una obertura que nunca fue incluida en aquel disco, por su gran extensión.
Obsesionado con su trabajo
“Cuando trabajo en algo nuevo trato de evitar escuchar otras músicas para concentrarme en lo que hago, como si mi cerebro no pudiese hacer las dos cosas al mismo tiempo. Lo mismo hace Roger Dean cuando hace las portadas de mis discos o las de Yes, no escucha más que nuestra música para que sea sólo eso lo que tiene en la cabeza. En 1971 leí The Private Life Of Henry VIII y me gustó mucho la historia, así que empecé a comprar una gran cantidad de libros relacionados. Pertenezco a una sociedad con mucha carga histórica y me apasiona leer sobre ello, es lo más cerca que uno puede estar de viajar en el tiempo. Además de leer, me intereso en visitar lugares, hablar con especialistas y adentrarme lo más posible en la temática. Para este disco no quería contar la biografía de cada una de las esposas de Enrique VIII, quería expresar la idea que yo tenía en la cabeza, como un cuadro surrealista de ellas, sin referir a aspectos particulares de sus vidas”. Esto contaba Wakeman durante una entrevista con LA NACION en aquella visita de 2012. “Cuando hice Journey To The Center Of The Earth pasó algo similar: leí muchísimas traducciones y adaptaciones, hasta las versiones para niños. Después pasé un año visitando a montañistas y gente especializada, realmente lo necesitaba, porque Julio Verne era geólogo y en ciertas adaptaciones había cosas muy específicas. Podía encontrarme con una descripción de una roca que se extendía durante diecisiete páginas”.
Casi treinta años antes, en 1981, para su primera visita a la Argentina, había dicho: ““Antes que alcanzar un objetivo determinado, me interesa emprender una búsqueda musical, probar alternativas, más allá del resultado. Esa búsqueda de lo desconocido puede resultar dolorosa o satisfactoria, pero siempre es útil”.
El fútbol, otra pasión
Claro que no todo es música en la vida del tecladista. De joven jugó al fútbol y hasta fue uno de los dueños de un equipo, junto a otros músicos de reconocida trayectoria. Wakeman es un londinense modelo 1949 que saltó a la fama a partir de 1971, luego de su ingreso al grupo Yes, en reemplazo del tecladista Tony Kaye. Con este supergrupo grabó los discos Fragile (1971), Close to the Edge (1972), Yessongs (1973) y Tales from Topographic Oceans (1973). Luego dejó el grupo y regresó para distintos proyectos puntuales. Uno de sus herederos, Adam (hoy de 49 años), siguió sus pasos en la música y lo acompañó en algunos proyectos. Incluso han coincidido en que ambos, por diferentes situaciones, grabaron con Ozzy Osbourne.
En paralelo a su carrera solista, Rick Wakeman fue tan apasionado por el fútbol que puso dinero para comprar un equipo. Para mediados de la década del setenta, Yes tenía contrato con Atlantic Records, propiedad de los hermanos turco-estadounidenses Nesuhi y Ahmet Ertegun, que habían comprado la franquicia New York Cosmos. Decididos a avanzar en el terreno futbolístico, le consultaron a Wakeman si tenía relación con el Club Brentford, porque les interesaba que el músico comprara el club con la ayuda de ellos. Finalmente, llevó una propuesta que el Brentford Football Club (hoy es conocido como The Bees y participa en la Premier League) no vio con buenos ojos. Hubo revancha para Wakeman y para los hermanos Ertegum, porque los empresarios convencieron a varios músicos para que entraran en el negocio del fútbol, en los Estados Unidos.
El momento llegó cuando surgió la posibilidad de adquirir una franquicia de Philadelphia Fury, un equipo de la liga estadounidense que jugó entre 1978 y 1980. Algunas de las celebridades que participaron económicamente en el proyecto fueron Mick Jagger, Rick Wakeman, Peter Frampton y Paul Simon. Pero no hubo mucho interés por el equipo, quizás por sus escasos logros, por eso finalmente se vendió y fue trasladado a Montreal, donde comenzó una nueva etapa, como Montreal Manic. Más allá de la fallida incursión, Wakeman sigue siendo un apasionado por el fútbol y es admirador de jugadores argentinos que pasaron por el fútbol inglés.