Ricky Stanicky: John Cena se luce en una comedia sobre una mentira que se convierte en prisión para un grupo de amigos
Ricky Stanicky (Estados Unidos/2024) Dirección: Peter Farrelly. Fotografía: John Brawley. Edición: Patrick J. Don Vito. Música: Dave Palmer. Elenco: Zac Efron, John Cena, Andrew Santino, William H. Macy y Jeff Ross. Disponible en: Prime Video. Duración: 114 minutos. Nuestra opinión: buena.
Peter Farrelly, en líneas generales, es garantía de calidad. Junto a su hermano Bobby realizó comedias imprescindibles como Tonto y retonto, Loco por Mary, Amor en juego, La chica de mis pesadillas o Irene, yo y mi otro yo. Se trata de películas notables, que ponen en práctica un humor salvaje que, trágicamente, escasea en el Hollywood actual. Ya sin la compañía de su hermano, Peter dirigió la oscarizada The Green Book, y Operación cerveza, dos títulos con muy buenas intenciones pero que se quedaban a mitad de camino. Y el estreno de Ricky Stanicky, su nuevo film, demuestra a un director seguro de sus objetivos, pero no tanto de los medios para alcanzarlos .
El disparador de Ricky Stanicky es brillante. Un trío de niños, frente a una broma de mal gusto que se va de las manos y provoca el incendio de una casa, decide dejar una pista falsa que apunte contra un chico que no existe, cuyo nombre es Ricky Stanicky. Esa idea es la tapadera ideal, porque conduce todas las investigaciones a un callejón sin salida, librando a los responsables de todo cargo y culpa (una culpa legal, aunque no tanto ética). Lejos de convertirse en un episodio aislado, esos niños se convierten en adultos más o menos atentos a sus responsabilidades, pero quienes jamás se desprendieron de Ricky Stanicky como coartada. Y es que para huir de sus obligaciones conyugales y/o sociales, los tres sostienen la existencia de Ricky, quien siempre los necesita por uno u otro motivo. Hasta que esa mentira de larga data los termina por arrinconar.
Los familiares de esos tres amigos no dejan de preguntarles por qué jamás nadie vio a Ricky, y si no cabe la posibilidad de que él sea un invento. Por ese motivo, ellos deciden contratar a un actor en decadencia para que interprete a su amigo y le dé cuerpo a una serie de mentiras que se prolongaron durante décadas. Como es de esperar, ese hombre no tardará en hacer agua, y los amigos deberán enfrentar las consecuencias de un absurdo invento que les permitió tomarse mil recreos de sus muchas responsabilidades.
En la piel del hombre que acepta personificar a Stanicky, John Cena se convierte en la gran sorpresa. Eso no tiene que ver con que el ex luchador se anime a la comedia, un género para el que ya demostró facilidad, sino porque se entrega a una de esas actuaciones que solo explotan cuando el intérprete no le teme al absurdo o a las escenas que se sumergen en el humor escatológico. Farrelly ya había logrado mucho de eso con la brillante actuación de Malin Akerman en La mujer de mis pesadillas, y acá repite eso mismo con Cena.
A través de Ricky Stanicky, Peter Farrelly vuelve a muchos de los temas sobre los que gira buena parte de su filmografía: los adultos obsesionados con huir de un mundo social-conyugal-familiar que los agobia, el matrimonio como una suerte de yugo, la lealtad masculina como un vínculo imprescindible y la mentira como única forma de alcanzar los objetivos. Y aunque esta descripción podría equivocadamente hacer suponer que los personajes de Farrelly son un puñado de miserables, nada más alejado de la verdad.
En las películas de Peter Farrelly hay una nobleza atravesada (pero nobleza al fin) alrededor de aquello que motiva a sus protagonistas, quienes si bien se mueven dentro de una moralidad muy ambigua, no por eso dejan de ser honestos en sus travesuras. Este director no busca que sus personajes sean mejores personas, que aprendan una lección de vida o que trasciendan a esas mentiras que los arrinconan, sino que Farrelly pretende que sus protagonistas logren tener la fortaleza de enfrentarse a sus miserias. Y en el caso de Ricky Stanicky, esa miseria tiene que ver con una mentira que se convierte en una prisión mucho mayor a cualquier compromiso social que estos personajes pretenden evitar. Y la construcción de esa amistad y la enormidad (física y emocional) de John Cena le permite a este film convertirse en una pieza correcta, a pesar de sus muchos fallos. Gracias Cena, y gracias Stanicky.