Rihanna y el arte de los retratos de mujeres embarazadas
La manifestación artística conocida como “sesión fotográfica de la celebridad embarazada” tiene una nueva propuesta ganadora. Rihanna y ASAP Rocky anunciaron la llegada de su primer hijo con la publicación de una foto de calle realizada por Miles Diggs, alias Diggzy, a saber: el fotógrafo de veintitantos años que Vogue nombró “el paparazzi favorito del mundo de la moda”.
La serie de fotos, publicadas en Instagram y vendidas a diversos medios de comunicación, incluido The New York Times, muestran a Rihanna vistiendo un abrigo largo acolchado de color rosa con botones dorados y de gemas, y pantalones de mezclilla rasgados que le arrastran, sostenidos por un cinturón de Chanel con su típica cadena de oro y piel. Su vientre, enmarcado por el abrigo (que British Vogue identificó como una pieza vintage de la marca Chanel, aunque dicha casa de moda no ha querido hacer comentarios al respecto) abierto, excepto por un botón cerrado a la altura del pecho, está adornado con una cruz de bisutería que cuelga de un collar largo de perlas. Lleva las manos metidas en los bolsillos de sus vaqueros y el pelo en ondas sueltas. ASAP Rocky viste pantalones de cuero, una chamarra de mezclilla Carhartt, un suéter universitario con capucha y un gorro negro.
En una foto, están paseando por una calle de Harlem, en la ciudad de Nueva York, aparentemente bajo las vías elevadas del metro, cogidos de la mano; en otra, él la besa en la coronilla de la cabeza, creando un círculo de amor entre los dos. En ninguna de ellas parece haber alguien más alrededor.
El encuadre está cuidadosamente calculado en su intimidad fingida, es tanto casual como puntual. Se trata de una imagen “improvisada” que da la sensación de que se está viendo un momento privado, aunque de una manera totalmente coreografiada, hasta el anillo de diamantes vintage que la artista lleva en el dedo.
En este sentido, la imagen de Rihanna representa la última etapa de una tradición fotográfica que se remonta a la portada de Vanity Fair de 1991, en la que aparece Demi Moore embarazada.
Aquel retrato, en el que la actriz acunaba su vientre crecido –estaba desnuda salvo por un gigantesco anillo de diamantes– fue tan escandaloso cuando se publicó que se prohibió su venta en algunas tiendas, a pesar de que se enviaba con una funda de papel. La foto inició una tendencia de creación de imágenes que incluyó a Cindy Crawford, Britney Spears, Ciara y Gigi Hadid, aunque todas ellas fueron superadas por la sesión fotográfica de Beyoncé de 2017: grávida, con lencería, en una enramada. Esa escena marcó un nuevo estándar en la gestión de cómo anunciar un embarazo al público, pues ese año se convirtió no solo en la foto con más “me gusta” (11,1 millones para ser precisos) de Instagram, sino también en la primera de toda una serie de fotografías conceptuales sobre la maternidad que la estrella publicó.
Ahora Rihanna ha traído esa tradición de vuelta a la realidad, pues la ha vinculado con dos fenómenos contemporáneos. En primer lugar, la evolución de la fotografía de estilo callejero, que ha pasado del reportaje de guerrillas a un nuevo tipo de creación de imágenes de moda (el equivalente visual del viernes casual en las oficinas); y, en segundo lugar, el creciente uso de las redes sociales como un ejercicio de desarrollo de imagen. Es una forma para que los famosos se comuniquen con sus admiradores y su comunidad, y ofrezcan vistazos, en apariencia personales y francos, de sus vidas de la manera más pulida y controlada posible.
De hecho, Diggs, cuya especialidad es resaltar a sus sujetos sobre un fondo blanco y negro para que destaquen, dijo a Vogue que parte de su éxito era su deseo de retratar a los sujetos en su mejor momento, y su disposición a abstenerse si los sorprende en un día malo.
A diferencia de la tradición de Moore, que a menudo implicaba estar lo más desnuda posible, o de la foto de Beyoncé, que se inspiró en la historia del arte, Rihanna eligió un aspecto y una composición que parecen un guiño astuto a la moda misma, en concreto, a la primera portada de Vogue que dirigió Anna Wintour, en 1988, en la que aparecía la modelo israelí Michaela Bercu riendo en la calle y vistiendo unos viejos pantalones de mezclilla de Guess y una chamarra de Christian Lacroix con una elaborada cruz engastada con gemas en la parte delantera, su cabello ondulado y suelto en el viento.
En aquella época se consideró revolucionaria: una forma de abandonar el carácter rígido de Vogue, de mostrar una era más cruda de la moda que mezcla la alta costura con la baja, y de anunciar el advenimiento de la nueva mandamás.
En esta época, la fotografía subraya la facilidad que tiene Rihanna para apropiarse de las imágenes del mundo establecido y adaptarlas a sus propios fines. Por no hablar de su capacidad de vender, lo que ha contribuido a transformarla de mero ícono de la moda a empresaria multimillonaria.
Según el sitio de compras en línea Lovethesales, las búsquedas de “abrigos acolchados rosas” aumentaron un 200 por ciento en las horas posteriores a la publicación de las fotos; las de “pantalones de mezclilla rasgados”, un 175 por ciento; y las de “collares de perlas”, un 80 por ciento. (ASAP Rocky también provocó un repunte en los chalecos de punto para hombres, los pantalones de cuero y las chamarras Carhartt).
Todo ello sugiere que, en lo que respecta al “estilo de las futuras madres” —por no hablar de los kits para bebés—, esto quizá sea solo el principio.
© 2022 The New York Times Company