Llegó el momento de romper ciclos de negación: hablemos de sexualidad de las personas mayores

Ilustración: Andrea Paredes | @driu.paredes y Jesús Santamaría | @RE_Ilustrador
Ilustración: Andrea Paredes | @driu.paredes y Jesús Santamaría | @RE_Ilustrador

¿Quién tiene derecho al placer? En la teoría (esa dimensión maravillosa e idílica que no siempre tiene coincidencia con la realidad) todas las personas. En la práctica, también: si tienes cuerpo, tienes posibilidad de sentirlo y es así de sencillo. Pero en un punto medio y extraño, hay personas respecto a las cuáles sentiríamos más comodidad si… quizás… ¿no tuvieran sexualidad? No necesariamente es que rechacemos la idea de que tengan sexo, fantasías o inquietudes, es sólo que nos gustaría que lo hicieran en privado, sin que nadie se entere, sin que aparezca en ninguna pantalla, sin que reconozcamos que sucede. 

Mucho se ha problematizado sobre cómo hay poblaciones que, desde la hegemonía, les negamos la posibilidad de ser seres sexuales debido a ciertas atribuciones a su identidad: personas discapacitadas, personas gordas, personas enfermas, personas no atractivas bajo los estándares dominantes de belleza, etc. 

Por fortuna, existen también diversos activismos que han luchado para contrarrestar esto. Sin embargo, a pesar de todo, existe un grupo considerado de manera más o menos inequívoca como antisexy, un grupo cuya idea de que sean seres sexuales se siente tan sucia que pensar en la posibilidad se siente casi como transgredir un tabú: 

Tus padres.

Pídele a cualquier persona que imagine teniendo sexo a, no sé, Pedro Pascal o a Zoe Kravitz, y probablemente te responda con el equivalente humano al emoji de la carita que está tirando baba. Pídele que imagine que no es Pedro o Zoe sino su papá o su mamá, y mira cómo su cara se transforma en el emoji vomitando en tiempo real. 

Los padres son las últimas personas a las que queremos imaginar como seres con sexualidad

En parte tiene que ver con la cercanía familiar, sí, pero un factor importante es la edad. 

Los padres son personas que tendemos a registrar inmediatamente como viejas y a las personas “viejas” (sobre todo a las mujeres) les tendemos a negar la posibilidad de la sexualidad: las personas viejas no desean, no fantasean, no cogen, no se excitan, no se masturban, no se enamoran, no exploran kinks nuevos, no se amarran cuerdas alrededor del cuerpo, no ligan con personas de distintas edades, no entran a apps, no van a orgías, no se meten a Google a buscar fotos de patas, no son furras, no usan lencería, no compran juguetes sexuales. 

Si hago esta lista extensa es como un ejercicio de imaginación: si piensas en cualquiera de estas prácticas, ¿te imaginas a una persona vieja haciéndola? Si, de hecho, llevas a tu mente a una persona vieja haciéndola, ¿te genera alguna sensación de desagrado?

Pongo la palabra “vieja” entre comillas, porque la vejez, en muchas ocasiones, es una categoría que responde menos a la edad como un factor objetivo y más a la percepción que existe sobre lo que la sociedad cree que la gente puede o no hacer según los años que tenga. No estoy negando la vejez como posibilidad biológica, pero sí la vejez como constructo social, es decir: la vejez como una cosa a la que se le niega toda la fiesta, el placer, el exceso, la desvergüenza y el éxtasis que se le concede a la posibilidad de la juventud. 

La juventud (a partir de cierto momento) y la adultez (sin el apellido “tardía) son esos espacios donde sucede la sexualidad, antes no. 

Voy a dar un pequeño salto (y prometo que no es autopromoción desvergonzada, sino que es por un punto): hace poco publiqué un libro. Se titula “De eso no se habla” y compila 51 textos que he escrito por aquí y por allá (¡pero sobre todo por aquí, en Animal MX <3!) sobre sexualidad. Cuento esto porque he tenido la fortuna de presentarlo en varias ciudades y de ser entrevistado en varios medios y en prácticamente todos me han hecho la pregunta… “¿cómo hablar de sexualidad con tus hijos?”.

La pregunta es fantástica, sí. Pero no puedo evitar pensar siempre en… ¿y los adultos, qué? En una presentación reciente, en León, se me acercaron dos hombres casados de 50 años que llevaban un rato de haber abierto su relación y para quienes el contenido que hago les ha sido útil. Ese mismo día, una mujer como de treintaymuchos años me contó lo mismo. Ella, además, agregó una anécdota graciosa: su hijo de quince años encontró una copia de mi libro en su cuarto y le expresó (en lo que entendí que era tono medio juego medio en serio) desagrado. En otra presentación, en Puebla, una mujer me platicó que le compró su a su madre, de sesentayalgo años y que se divertían mucho comentándolo. 

Cuando les escuché, pensé: quiero eso para mí. Quiero tener 40 años y seguir aprendiendo de mi cuerpo. Quiero tener 50 años y seguir descubriendo nuevas formas de relacionarme y de amar. Quiero tener 60 años y poder conversar con otras personas sobre sexualidad con la misma curiosidad con la que lo hago hoy. Quiero permitirme la posibilidad del placer en mis términos cada día de mi vida que pueda hacerlo. 

Y definitivamente no quiero negármela sólo porque tengo cierta edad. 

La sexualidad de los adultos mayores está llena de creencias que la limitan fuertemente. Creemos que los adultos mayores ya no tienen interés en el sexo o que son sexualmente inactivos. Esto no es verdad: se sabe que muchas personas mayores tienen sexo y que incluso llegan a reportar mejores niveles de satisfacción sexual de los que tenían cuando eran más jóvenes. 

Existen estudios que han sugerido que las actitudes que las personas tenemos de jóvenes sobre la sexualidad en la vejez influyen en nuestra futura satisfacción sexual

Ciertamente, en la vejez biológica llegan cambios a nuestros cuerpos que podrían alterar nuestra vida sexual. Conforme crecemos, ciertas “disfunciones sexuales” (como la disfunción eréctil o la hipolubricación) se vuelven más comunes, algunos malestares normales del cuerpo que envejece se hacen más fuertes (ni siquiera hablo de, no sé, una  artritis, sino del dolor de panza que te da por comerte unos chilaquiles muy picosos, ya no tienes 25 años, César) y surgen problemas debido a limitaciones en la condición física o la movilidad. Pero eso no significa que se cancele la posibilidad del placer, por lo contrario, sólo significa que merece más cuidado y atención. (Y si van a tener sexo, ¡eso significa que las personas mayores también necesitan educación sexual y métodos de prevención de ITS!).

Si el cuerpo y la mente cambian, las necesidades también. 

Las personas adultas mayores podrían necesitar más tiempo para excitarse o para recuperarse después del sexo, utilizar ciertos aparatos especiales por cuestiones de movilidad o incluso utilizar métodos farmacológicos (como el viagra) para poder tener ciertas prácticas específicas. Como todo, las personas que se ajusten más fácilmente a esa realidad vs las expectativas de lo que alguna vez fue probablemente se la pasarán mejor. 

Todo esto lo comento para llegar a un punto: les adultes mayores tienen derecho al placer bonito, seguro y consensuado, como todas las personas. Y eso incluye a tus padres, no importa su edad. 

Aunque la noción sea incómoda, vale la pena pensarla un poco por al menos dos razones: la primera, porque contribuir al ciclo de negación de la sexualidad de las personas mayores es un factor importante en construir la percepción social de que no deberían tener una sexualidad activa y, con eso, se perpetúan mitos que van en contra de su placer y bienestar. La segunda, porque si todo sale bien, algún día tendremos esa edad y nos enfrentaremos a los mismos prejuicios que nos antecedieron… y mejor pensar que los cuerpos viejos son deseables antes de ser un cuerpo viejo, ¿no?