¿Sabías que hay una Granada sin Alhambra y que es igual de bonita?
No tiene el perfil moruno del Albaicín, con su maraña de calles retorcidas por las que el sol rebota en la blancura de las casas. Ni la esencia gitana del Sacromonte, socavado por grutas en las que se cuece el arte jondo. Y tampoco tiene, claro, La Alhambra, y su crepúsculo de tonos dorados que contrastan con un cielo de algodón.
La Granada de Nicaragua no tiene las joyas eternas de nuestra Granada andaluza. Ni el horizonte de Sierra Nevada, ni el lamento de las guitarras, ni las tapas generosas, ni el melancólico Paseo de los Tristes a la orilla del río Darro. Pero a cambio, tiene otra belleza, más colorida y tropical. La belleza de una ciudad nacida al calor del descubrimiento con la más impecable arquitectura colonial.
HERMOSA Y EXÓTICA
Menos salerosa, pero más zalamera, esta otra Granada de Centroamérica toma su nombre de Francisco Hernández de Córdoba, que la llamó así en honor a su ciudad natal. Un recuerdo que llevó hasta el otro lado del Atlántico, hasta este país encajado entre Honduras y Costa Rica, y bañado por el Caribe y por el Pacífico.
Es, tal vez, por sus reminiscencias a la Granada española, por ese urbanismo que responde a los postulados de la Corona (el trazado en cuadrícula, las fachadas policromadas, la disposición en torno a una gran plaza) por lo que a esta metrópoli nicaragüense se la llama "La Gran Sultana". Por eso y porque, de ser mujer, sería exótica y hermosa como una princesa de oriente.
Granada es una ciudad evocadora que se asienta a la orilla de un lago, el Cocibolca, ya los pies de un volcán, el Mombacho. Entre ambos extiende un precioso entramado colonial de calles rectilíneas, iglesias barrocas, palacetes neoclásicos y casas multicolores sobre las que destaca, amarilla y con la cúpula de color vino, la catedral de Nuestra Señora de la Asunción, en el Parque Central. Desde lo alto de su torre se aprecia el contraste de este espacio arbolado, casi selvático, en medio de los tejados.
CALESAS Y POESÍA
La Plaza Central es el punto neurálgico de la ciudad, el lugar en el que todo pasa, incluidas las protestas y las celebraciones. Un enclave vivo en el que se puede comprar un recuerdo en los puestos de artesanía, o tomar un zumo en los tenderetes de fruta, o escuchar a la orquesta que viene a tocar los fines de semana sobre un antiguo templete de música. También es el lugar donde animarse a dar un paseo en un engalanado carro de caballos. Tan populares son en Granada que hasta uno de ellos aparece en el billete de 100 córdobas.
En calesa o a pie (no son largas las distancias) quien se aventure a descubrir los rincones de esta ciudad encontrará bonitas iglesias como la de Xalteva, la de la Merced o la de San Francisco, que antaño fue un convento con un silencioso claustro y que hoy alberga un museo donde se pueden ver esculturas precolombinas. También encontrará imponentes casas como la de los Leones, que es un centro cultural, una antigua estación de ferrocarril y un bullicioso mercado que es todo un festín de sabor local.
Y a cada paso, asaltará la memoria de Rubén Darío, el máximo representante de la grandeza literaria de este país que vive por y para la poesía. Porque, aunque el padre del modernismo no había nacido en Granada, sí pasó aquí largas temporadas y dejó para la posteridad versos que cantan a su belleza. Para agradecérselo se creó el Parque de los Poetas, presidido por una estatua con su figura.
LOCALES DE MODA
Más allá de lo tradicional, hay una vena trendy que hace de esta ciudad una fuente inagotable de proyectos interesantes. Como el del Centro Social Tío Antonio, donde además de un taller de confección de hamacas y otro de alcancías, se organizan eventos culturales. O el Café Garden, con tiendas de artistas locales alrededor de un jardín. O NM Culinary (Calle Guzmán, 509), el restaurante coctelería en el que el chef Eliseo Vargas ensalza la gastronomía nicaragüense con un toque creativo.
Y es que también comer es cosa seria en la Granada de Nicaragua, donde no hay que perderse platos típicos como el Caballo Bayo (pollo desmenuzado, chorizo criollo y maduro frito), el Indio Viejo (guiso de res con tortilla acompañado de cuajada) y el Vigorón (yuca y chicharrón). Un buen lugar para degustarlos es el restaurante Mi Viejo Ranchito (Parque Xalteva, costado este), del que se sale con el estómago bien contento.
EXPLORAR LA NATURALEZA
Pero no hay que olvidar que una de las grandes bazas de esta ciudad es la naturaleza circundante, que permite escapar del asfalto en cercanas y asequibles excursiones. Fundamental es subir al volcán Mombacho para maravillarse con su atmósfera lunar y descubrir el bosque muerto, un espectacular paisaje que originó de manera natural la última erupción de 2017.
También hay que recorrer en barco las Isletas de Granada sobre el lago Cocibolca, que surgieron por otra erupción en tiempo inmemorial. Son 365 atolones, como los días del año, tapizados de vegetación, algunos de los cuales están habitados por gente nativa que vive ajena al resto del mundo. Con tanta actividad, solo queda dormir y soñar en el hotel La Gran Francia (lagranfrancia.com), una bella casona del siglo VI que recoge la esencia de La Gran Sultana.