¿Sabes lo que sucede cuando tu hijo pasa más de 2 horas al día en Internet?

Niños tumbados en el suelo mirando sus teléfonos móviles
Kids lying on the floor and playing games on their phones (Adobe Stock)

Según datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), referidos al año 2023, un niño se conecta a Internet por primera vez cada medio segundo. Esta realidad imparable supone en cifras concretas que el 75% de los jóvenes de entre 15 y 24 años posee conexión a Internet, mientras que para el resto de la población mundial ese nivel de conexión es del 65%.

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Un reciente estudio ha confirmado que alumnos de entre 15 y 16 años pasan diariamente seis horas delante de su teléfono móvil cada día. ¿Qué repercusiones tiene esto? Como alerta Unicef, “las personas jóvenes que utilizan las redes sociales por más de dos horas al día muestran una salud mental más pobre”. De hecho, desde hace varios años, los expertos vienen advirtiendo del gran aumento de casos problemáticos en esta área, especialmente en menores de 20 años y en niñas.

Situación de vulnerabilidad

Pasar tanto tiempo en Internet conlleva, tal como apunta otro estudio finlandés de este mismo año, que ha valorado cómo afecta el abuso del teléfono a chicas adolescentes, unas calificaciones escolares más bajas, una peor salud tanto física como emocional, una percepción distorsionada de la propia imagen, más cansancio y más sensación de soledad. 

“Todos estos análisis explican cómo el acceso a las tecnologías de la relación, la información y la comunicación (TRICs), sin control de los adultos, puede dejar a los menores en una situación vulnerable que puede afectar a su bienestar psicológico y emocional”, advierten desde el Consejo General de la Psicología en España.

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Familia, computadora portátil y niños con padres en un sofá de sala con juego educativo en línea. Mamá, papá y niños pequeños juntos con vínculos, cuidado de padres y amor en una casa viendo un video en una computadora.
(Adobe Stock)

Porque, además de los ya mencionados, el uso problemático y abusivo de estas tecnologías se asocia a problemas de sueño, de alimentación, dificultades en el desarrollo del lenguaje, ansiedad, depresión, baja autoestima y alteraciones de conducta.

A pesar de todo ello, una reciente encuesta de Kaspersky señala cómo casi uno de cada cuatro padres reconoce no haber hablado nunca con sus hijos acerca de los riesgos del entorno online.

Un uso adecuado y útil para los menores

La Asociación Americana de Psicología subraya que las redes sociales “no son intrínsecamente perjudiciales ni beneficiosas”. Del mismo modo, la Asociación Española de Pediatría (AEP) publicó en 2023 un informe donde recordaba que “los estudios científicos no han demostrado, por el momento, que las prohibiciones indiscriminadas en el uso de los dispositivos móviles supongan un beneficio en la salud de los niños y adolescentes”.

Es decir, se aboga por hacer un uso más racional y no por la prohibición total, que parece poco realista en un mundo hiperconectado como el que vivimos. En este sentido, el Comité de Promoción de la Salud de la AEP ha ofrecido una serie de recomendaciones basadas en la evidencia científica en relación al uso de la tecnología en hogares y en centros escolares.

Es importante diferenciar el uso de smartphones en horario escolar, que son propiedad de los alumnos o sus familias, de la digitalización de la enseñanza, es decir, el uso de medios digitales con fines educativos.

Cuando hablamos de dispositivos personales, la recomendación de la Asociación Española de Pediatría es clara: deberían limitarse en los centros escolares. En el estudio PISA 2022, uno de cada tres estudiantes reconocía distraerse en clase de matemáticas por culpa del móvil, y uno de cada cuatro se distraía con los dispositivos de sus compañeros. Igualmente, al utilizar el teléfono en los recreos escolares, hay menos interés por socializar con el resto de compañeros, menor actividad física y más riesgo de ciberacoso.

El uso de dispositivos digitales en las aulas

En relación al uso digital en las aulas, la Dra. María Salmerón apunta lo siguiente: “Sugerimos reevaluar la necesidad de usar dispositivos digitales como soporte para la enseñanza. En medicina, cuando se aprueba el uso de un medicamento nuevo es obligatorio la realización de estudios experimentales con grupos control para demostrar que el fármaco nuevo es mejor que los que ya existen. Además, se hace seguimiento de los efectos secundarios. En las aplicaciones que afirman que tienen una finalidad educativa se deberían seguir los mismos criterios, pero esto no se hace”, alerta.

Una niña aprende electrónicamente en una computadora portátil en el aula de informática de la escuela primaria.
(Adobe Stock)

De este modo, la AEP ha propuesto una serie de recomendaciones para el uso de aplicaciones en el aula, partiendo de la premisa de que han de tener una finalidad concreta y estar avaladas por estudios científicos de calidad que demuestren que aportan una mejora en el aprendizaje. Son estas:

  • Las aplicaciones deben especificar el tiempo de uso que necesita el alumno para hacer la actividad propuesta y establecer mecanismos para evitar un exceso de exposición. En todo caso, el tiempo máximo sería cero antes de los dos años, menos de una hora entre los dos y los cinco años, y menos de dos horas a partir de los cinco años.

  • Los dispositivos deben ser propiedad del centro escolar y estar configurados de manera que no se pueda acceder a contenidos inapropiados.

  • Eliminar los juegos de aplicaciones con finalidad educativa, para que los menores no crezcan con estrategias que impliquen una gratificación inmediata o mecanismos que favorezcan conductas adictivas.