Los sacrificios por amor erosionan la pareja

Los sacrificios
Aproximadamente la mitad de los actos de sacrificio pasan desapercibidos. [Foto: Getty Images]

Todos los días, prácticamente sin darnos cuenta, realizamos pequeños sacrificios por nuestra pareja. Asumimos las tareas domésticas para que pueda terminar un proyecto importante. Le acompañamos en algún plan que no nos entusiasma. Hacemos malabares con nuestra agenda para poder ayudarle…

Mantener una relación significa estar dispuestos a implicarnos en un continuo intercambio de pequeños y grandes sacrificios. De hecho, para muchas personas amar prácticamente es sinónimo de sacrificio.

Percibimos el sacrificio como algo positivo y lo asociamos al crecimiento de la relación. Así, la voluntad de sacrificarnos por amor se convierte en un indicador de nuestro nivel de compromiso. Diferentes estudios incluso demuestran que nuestra disposición a sacrificarnos por el otro suele mejorar la satisfacción en la pareja.

Sin embargo, la ciencia también revela que los sacrificios tienen un límite. Si nos sacrificamos continuamente sin recibir nada a cambio o nos sentimos obligados a hacerlo, las cosas cambian. No todos los sacrificios por amor tienen un final feliz.

Una espada de doble filo

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El sacrificio es un espada de doble filo que hay que saber usar para no causar daño. [Foto: Getty Images]

En el pasado, la palabra sacrificio se usaba para referirse a las ofrendas, inmolación o renuncia de una persona para aplacar la ira de una divinidad u obtener su favor. Aunque el acto estaba revestido de un significado social positivo, es comprensible que la persona que debía sacrificarse experimentara sentimientos contradictorios.

El sacrificio sigue conservando esa ambivalencia. Se supone que debemos sacrificarnos por nuestra pareja y ser felices por ello, pero lo cierto es que a veces podemos sentirnos frustrados, tristes, enfadados o incomprendidos. Y es que el sacrificio es un espada de doble filo que hay que saber usar para no terminar causando daño.

Psicólogos de la Universidad de Toronto entrevistaron a más de 200 personas que mantenían una relación de pareja de más de 8 años y tuvieron que realizar una mudanza importante para priorizar la carrera profesional de su pareja. Concluyeron que “los sacrificios pueden gravar la calidad de la relación cuando se producen a gran escala y son demasiado costosos para la persona”. Los sacrificios a gran escala son aquellos que “que alteran profundamente nuestra vida”.

Otro estudio realizado en la Universidad de Arizona se enfocó en los pequeños sacrificios cotidianos. Estos psicólogos comprobaron que, efectivamente, pueden mejorar la calidad de relación. Sin embargo, cuando la balanza del compromiso está desequilibrada, incluso los pequeños sacrificios pueden suponer una carga excesiva que afecte la pareja.

Tras un sacrificio, podemos sentirnos orgullosos y felices de poder ayudar a nuestra pareja, pero también podemos experimentar emociones negativas. Psicólogos de la Universidad de Arizona constataron que no es raro que terminemos proyectando esa ambivalencia hacia nuestra pareja, la cual genera pensamientos de ruptura e incluso se asoció a la ruptura real un año después.

El problema es que, cuando nos sacrificamos y no percibimos el mismo nivel de compromiso por parte de nuestra pareja, terminaremos descuidando nuestras necesidades, sintiéndonos drenados emocionalmente o incluso “perdiéndonos” en la identidad del otro. Si siempre tenemos que ceder el paso a nuestra pareja, nuestra búsqueda personal de la realización se verá frustrada. Los sacrificios excesivos obstaculizan nuestras metas y objetivos, aumentando las probabilidades de que seamos infelices.

La ambivalencia del sacrificio también se extiende a quien lo recibe. La persona que recibe el sacrificio suele sentirse agradecida. Por supuesto. Pero esa gratitud solo surge cuando percibe que su pareja se ha sacrificado, lo cual ocurre solo alrededor del 50% de las veces, según un estudio realizado en la Universidad de Toronto. Eso significa que aproximadamente la mitad de nuestros actos de sacrificio pasan desapercibidos.

Sin embargo, incluso cuando se percibe el sacrificio por amor, a menudo deja una sensación agridulce. Psicólogos de la Universidad Libre de Ámsterdam descubrieron que, aunque las personas se sentían más apreciadas por su pareja, experimentaron gratitud y un estado de ánimo más positivo, también podían sentirse culpables, en deuda con el otro o incluso enfadadas si no habían pedido ese sacrificio. Como resultado, esas personas experimentaban sentimientos ambivalentes hacia sus parejas.

Las claves para que el sacrificio se transforme en felicidad

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Las renuncias necesarias deben dejar espacio para que cada persona pueda crecer, explorar su potencial y ser feliz. [Foto: Getty Images]

1. Establecer límites y comunicarlos

Las relaciones requieren un delicado equilibrio entre la apertura y disponibilidad y la privacidad y el espacio personal. Si nos fusionamos completamente con nuestra pareja, podemos llegar a perdernos. Pero si establecemos demasiados límites y estamos muy centrados en nosotros mismos, perdemos la oportunidad de conectar profundamente y desarrollar una mayor intimidad.

Un enfoque excesivo en satisfacer las necesidades de la pareja, mientras se obvian las propias, puede terminar erosionando nuestro bienestar y generar altos niveles de angustia e insatisfacción vital.

La solución consiste en encontrar un punto intermedio. Debemos determinar cuáles son las metas a las que no estamos dispuestos a renunciar y los valores que nos identifican. Comunicar esos límites es esencial para que la relación funcione. Quizá no estemos dispuestos a mudarnos a otro país, no queramos cambiar de trabajo o no deseemos tener hijos.

Sean cuales sean esos límites, la otra persona debe conocerlos. Así ambos podrán crear un proyecto de vida común que tenga en cuenta las necesidades, preferencias y sueños del otro. Por supuesto, es probable que con el paso del tiempo esas demandas vayan cambiando, de manera que siempre hay que hablar y renegociar los límites.

2. Sacrificarse por las razones “adecuadas”

Nos sacrificamos por muchas razones, pero no todas conducen a buen puerto. No es lo mismo mudarse a otro país para consolidar la relación que para evitar un conflicto. Los sacrificios para evadir un conflicto suelen terminar socavando la felicidad y la satisfacción en una relación.

Tampoco tendrá el mismo impacto psicológico un sacrificio que hagamos voluntariamente, fruto de una decisión sopesada, que aquel que realizamos porque nos sentimos entre la espada y la pared. Si nos sacrificamos porque creemos que no queda más remedio, es muy probable que las cosas vayan mal. Los sacrificios “forzados” suelen transformarse en resentimiento.

En general, el tipo correcto de sacrificio puede fortalecer la relación, pero sacrificarnos por las razones equivocadas puede ser peor que no ceder. Por eso es importante considerar los pros y los contras, así como hablar claramente con nuestra pareja, para asegurarnos de que nos vamos a sacrificar por los motivos adecuados.

A veces, sobre todo en las relaciones consolidadas en las que existe una mayor interdependencia, hacer algo por la pareja es casi como hacerlo por nosotros mismos, por lo que hablar de sacrificio pierde sentido. En cualquier caso, lo importante es que el sacrificio surja del convencimiento de que esa renuncia valdrá la pena en términos de felicidad.

3. Equilibrar los sacrificios en la relación

Recibir gratitud, amor y compromiso a cambio de un sacrificio hace que la renuncia sea menos difícil. Por supuesto, no es necesario convertir la relación en un intercambio comercial llevando la cuenta de cada sacrificio, pero tampoco hay nada de malo en negociar con nuestra pareja.

Sacrificarnos y esperar sin decir una palabra que la otra persona haga lo mismo la próxima vez puede ser decepcionante. Por eso, es importante que cada quien sea consciente de los sacrificios que hace el otro y el costo psicológico que paga.

De esa forma se logrará un mayor equilibrio y se evitará que un gran sacrificio termine erosionando la relación. Por ejemplo, si nuestra pareja se ha mudado para complacernos, podemos compensárselo con pequeñas muestras de amor diario que actúen como “amortiguadores” de ese gran sacrificio. Así podrá sentir que su sacrificio ha valido la pena.

Y la próxima vez que haya que tomar una decisión importante, deberíamos estar dispuestos a ceder para demostrar nuestro nivel de compromiso, sobre todo si con esa renuncia podemos ayudar a nuestra pareja a alcanzar una meta importante para él/ella.

No cabe duda de que el sacrificio es el sello distintivo de las relaciones más íntimas, pero no puede llevarnos a descuidar nuestras necesidades hasta el punto de anularnos. No debemos usarlos como moneda de cambio, pero tenemos que encontrar un equilibrio en el cual esas renuncias necesarias dejen espacio para que cada persona pueda crecer, explorar su potencial y ser feliz, dentro y fuera de su relación de pareja.

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