La secuela de 'Dune' es un logro cinematográfico de proporciones realmente épicas
Para empezar, es justo y necesario decir que no podrás ver “Dune: Part Two” sin haber visto “Dune”, la película del 2021 que llevó de manera sobresaliente a la pantalla grande la mitad del clásico literario de la ciencia ficción publicado originalmente en 1965 y escrito por el autor estadounidense Frank Herbert.
Nadie te impedirá hacerlo, claro. Pero debes estar consciente de que la cinta que se estrena hoy se encuentra directa e irremediablemente atada a la producción de hace tres años que está disponible en Max (ex HBO Max) y que sentó de manera definitiva las bases argumentales de todo lo que se verá por aquí.
Todavía estás a tiempo de corregir el error. Valdría completamente la pena, y valdría igualmente la pena hacerlo de nuevo si la viste hace varios meses. Y es que, si lo hiciste y quedaste fascinado, la nueva entrega te volará la cabeza. Si te gustó pero no te pareció memorable, esta te parecerá probablemente extraordinaria. Y si estás llegando recién a este universo, prepárate para algo grande.
Otros intentos
Más allá de haber sido la base de una miniserie televisiva del 2000 que no hemos visto, pero que fue bien recibida por los fans, la novela inaugural -porque hay otras- ha tenido un camino especialmente complicado en lo que respecta a su adaptación para la pantalla grande. A mediados de los ‘70, el director chileno de culto Alejandro Jodorowsky trató infructuosamente de sacar adelante una ambiciosa versión que involucraba a Salvador Dalí, Orson Welles, Mick Jagger y Pink Floyd. No es broma.
Finalmente, los grandes estudios se negaron a financiarla debido a la desconfianza que les producía el genial pero extravagante cineasta, pese a que este había desarrollado un meticuloso plan de rodaje y planteaba una visión que pudo dar resultados memorables, como se revela en el excelente documental “Jodorowsky's Dune” (2013) -que, curiosamente, se puede ver también en Max-.
En 1984, llegó finalmente a las salas una versión firmada por David Lynch, otro realizador -esta vez estadounidense- conocido por el ímpetu artístico de sus obras y por la rareza de las mismas. Lamentablemente, las intenciones de Lynch se vieron seriamente perjudicadas por los afanes constantes de los productores por obtener un producto comercial. El filme, disponible igualmente en Max, fue un fracaso de taquilla y recibió inicialmente críticas sumamente negativas, aunque los juicios de valor han ido mejorando con el paso del tiempo.
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Una nueva oportunidad
Estos antecedentes causaron naturalmente inquietud cuando, a inicios del 2017, se anunció que había una nueva adaptación en la mira; pero los temores se diluyeron de algún modo ante los ojos de los cinéfilos al saberse que el encargado de la aventura sería Denis Villeneuve, un director canadiense que, ya para entonces, había hecho no solo una serie de películas para adultos que además de estar brillantemente filmadas no temían introducirse en toda clase de territorios oscuros (“Enemy”, del 2013, sigue siendo una de nuestras favoritas), sino que había demostrado también su talento para la ciencia ficción ‘dura’ en dos ocasiones.
La primera se dio gracias a “Arrival” (2016), una creativa historia sobre la llegada de extraterrestres a la Tierra que recibió ocho nominaciones al Oscar -incluyendo la de Mejor Película-, y la segunda se produjo cuando aceptó el reto de comandar la inesperada secuela de una de las mejores cintas del género de todos los tiempos, “Blade Runner 2049” (2017).
Pese a que no se distingue por un manejo virtuoso de las palabras, “Dune” es un libro difícil de adaptar por su longitud (tiene 400 páginas en su formato original y cerca de casi 900 en ediciones posteriores), su fuerte dependencia en los diálogos, el empleo que hace de recursos internos y la abundancia y complejidad de los temas que trata -y que van desde el abuso de poder hasta los riesgos que entrañan los sistemas de fe y el colonialismo-.
Buenos resultados
La primera versión de Villeneuve causó satisfacción por muchos motivos, entre ellos, la manera en que lograba mantenerse fiel al material original sin darle rienda suelta a las conversaciones interminables entre sus personajes y la adopción de una sensibilidad estética de altísimo vuelo que lograba reconstruir el mundo fascinante que había sido planteado por Herbert sin caer en el efluvio de trajes coloridos y locaciones pintorescas de los anteriores proyectos, pero manifestando un uso privilegiado del espacio y maximizando el potencial expresivo de las atmósferas.
Se trataba, en suma, de una superproducción que no escatimaba costos en el área del reparto, de los efectos especiales y de la banda sonora, pero que buscaba también conservar el sentido de realismo y de crudeza que habían distinguido a los mejores esfuerzos de Villeneuve, quien se encontraba además envuelto en la escritura del guión.
En ese sentido, “Dune: Part Two” es más comercial que su antecesora; tiene muchas más emociones, escenas espectaculares de acción y conflictos familiares. Pero los tiene porque todo se encuentra más desarrollado, desde la puesta en escena -llena de momentos que te dejarán boquiabierto- hasta el desarrollo de los personajes y la presentación de tópicos controvertidos.
La historia
Al final del primer filme, Paul Atreyes (Timothée Chalamet), el joven noble originario del planeta Caladan que contaba aparentemente con facultades sobrehumanas, sobrevivía al lado de su madre Jessica (Rebecca Ferguson) el devastador ataque sufrido por su clan en el planeta Arrakis. Esto lo forzaba a refugiarse en las profundidades del desierto, donde se unía a los fremen, la población originaria del mismo planeta.
En la nueva entrega, Paul empieza a insertarse cada vez más en la cadena de mando de esta comunidad, respaldado por las creencias mesiánicas de muchos de sus integrantes. Pese a verse inicialmente frenado por unas convicciones morales sobre la libre autodeterminación de los pueblos que parecen inamovibles (a fin de cuentas, él es un extranjero) y que corresponderían a la trayectoria predecible del héroe, la eficacia que empieza a tener como dirigente y el vértigo producido por el poder lo llevan paulatinamente a cambiar de opinión… y de conducta.
Estos son aspectos que se encuentran claramente analizados en la novela y que Villeneuve (nuevamente coautor del guión) desarrolla de manera impecable, respaldado por la presencia de un Chalamet que resulta por esencia carismático y que, durante la mayor parte del tiempo, ostenta un rostro de niño bueno que impide pensar en intenciones deshonestas por parte de su personaje.
Lo que sí es un despegue considerable con respecto al libro de Herbert es el tratamiento de los personajes femeninos, sobre todo en el caso de Chani (Zendaya), la joven fremen que aparecía brevemente en la primera parte y que ocupa ahora un espacio mucho más generoso.
Chani existía en el libro, por supuesto, y allí, era también el interés amoroso de Paul; pero se trataba de un personaje secundario cuya conexión romántica con el personaje estelar se encontraba bastante descuidada, mientras que, en el trabajo de Villeneuve, se transforma en objeto de una fabulosa historia de amor en la que no faltan algunos momentos sensibleros, pero que no deja de resultar conmovedora.
Sin embargo, esto no la convierte en una seguidora incondicional de su ilustre novio foráneo, como se verá más adelante; y Zendaya tiene la capacidad necesaria para representar las dos facetas. Sucede algo semejante con Jessica, quien sí contaba con una presencia mayor en el libro, pero cuyos coqueteos propios con el poder debido a su ascenso como líder religiosa terminan por dar resultados preocupantes para quienes no están de acuerdo con los sistemas teocráticos.
Fuera de la adopción de uno que otro agregado personal que será discutido por los fans, “Dune: Part Two” le abre la puerta a personajes que eran a veces mencionados en la cinta inaugural, pero que no daban nunca la cara en ella. Las adiciones no son siempre espectaculares. No nos convenció realmente lo que hace El Emperador, quien es interpretado con escaso brillo por el legendario Christopher Walken, a diferencia de lo que sucede con el personaje de su hija, la Princesa Irulan, encomendado a una Florence Pugh que se las ingenia para destacar pese a la seriedad imperturbable de su representada (y que se convierte además en la vitrina perfecta para un fascinante despliegue de vestuario que, como dijimos ya, no era tan vistoso en la entrega previa).
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La puesta en escena
En el plano de la acción, “Dune: Part Two” es una maravilla que merece verse en la pantalla más grande que se encuentre disponible, y que a pesar de lucir completamente moderna, recuerda la magnificencia de David Lean, el maestro detrás del mejor “Lawrence of Arabia” (1962).
Sus escenas de batalla, ruidosas y monumentales, nos llevan a veces a identificarnos con la guerra de guerrillas practicada por los fremen en contra de los tiránicos sirvientes de los Harkonnen, quienes lucen alternativamente como integrantes del ejército estadounidense (hay algo de “Apocalypse Now!” por ahí), como cualquier fuerza militar vinculada al mundo occidental o como soldados alemanes de la Segunda Guerra Mundial; y no se quedan atrás los duelos mano a mano que aparecían ya en “Dune”, pero que alcanzan ahora dimensiones insospechadas.
Villeneuve se da incluso el lujo de recurrir a un segmento entero en blanco y negro para reforzar las (evidentes) semejanzas entre los combatientes invasores y los nazis. En este, se nos presenta a Feyd-Rautha, un sociópata destinado a heredar el trono Harkonnen que es interpretado por un irreconocible Austin Butler (el protagonista de “Elvis”). Hubiera sido grato que los malos no hubieran sido tan malos, pero bueno, Herbert no les ofrecía tampoco matices de esta clase.
Fuerzas vivas
Tras hacer el filme del 2021, Villeneuve fue interpelado por algunos críticos debido al modo en que había minimizado supuestamente las incontables alusiones a la cultura musulmana que la novela poseía en provecho de un mensaje que pretendía ser más universal. No les faltó razón, aunque, sinceramente, la primera parte no se inclinaba tanto a la visibilidad de estas semejanzas como la que estrena en estos días.
“Dune: Part Two” no camufla de modo alguno las conexiones árabes al ubicarnos de lleno en el ambiente de los fremen, que fueron creados por Herbert bajo la influencia de los beduinos, es decir, el nombre que se le da a un conjunto de tribus nómadas que recorren territorios comprendidos entre África del Norte y el Medio Oriente, y que se adhieren en su mayoría al Islam.
El problema es que, tal y como ocurría en “Dune”, la secuela no tiene a ningún actor procedente de estas regiones dentro de su reparto principal, lo que dará nuevamente pie a cuestionamientos vinculados al modo en que Occidente recurre a elementos de ciertas culturas desde una perspectiva tan unilateral como conveniente.
No pasa lo mismo con la comunidad hispanoparlante, que tiene a bordo a Javier Bardem, el famoso intérprete español que encarna al líder de los fremen Stilgar y que, después de Zendaya -quien tiene ascendencia nigeriana-, es el actor con mayor aspecto árabe de la partida, lo que no tendría que llamar demasiado la atención cuando se sabe que los moros dominaron partes extensas de Iberia a lo largo de ocho siglos.
En todo caso, Bardem no destaca necesariamente por su pinta, sino porque logra darle personalidad a un personaje que en la cinta anterior se encontraba prácticamente al fondo, pero que, en este caso, ocupa de manera merecida un rol mucho mayor y resulta incluso gracioso, porque “Dune: Part Two” le abre ocasionalmente camino al humor (es que Villeneuve no es Nolan, amigos).
A fin de cuentas, que estemos hablando de asuntos como estos al referirnos a una película de Hollywood de esta magnitud y con este poder de convocatoria significa que hay algo especial detrás de ella. Vayan a verla.
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Este artículo fue publicado por primera vez en Los Angeles Times en Español.