Serú Girán: la discografía de la banda de Charly García ordenada de peor a mejor

Pedro Aznar, Oscar Moro, David Lebón y Charly García:
Pedro Aznar, Oscar Moro, David Lebón y Charly García: "Los Beatles argentinos"

Considerada por el público y la crítica como una de las más grandes e importantes bandas argentinas de todos los tiempos, Serú Girán se transformó en toda una leyenda y su vigencia es inapelable. A pesar de su corta vida, desarrollada a lo largo de sólo cinco años (los que transcurrieron desde 1978 hasta 1982), y más allá de un efímero regreso en 1992, el grupo dejó un legado musical de una riqueza suprema.

Resistidos, incomprendidos y hasta rechazados en sus inicios, “Los Beatles argentinos”, como cariñosamente se los denominó algunos años después, de a poco fueron conquistando al público con una propuesta muy elaborada y experimental, pero siempre sincera, renovadora y con la mirada puesta en el futuro. La inusual química generada entre Charly García, David Lebón, Pedro Aznar y Oscar Moro dio como resultado clásicos indestructibles de la talla de “Seminare”, “Eiti Leda”, “Viernes 3 AM”, “Mientras miro las nuevas olas”, “Desarma y sangra” y “Esperando nacer”, entre muchos otros, que se han instalado de manera definitiva en el inconsciente colectivo de millones de argentinos.

La discografía de Serú Girán, ordenada de peor a mejor
La discografía de Serú Girán, ordenada de peor a mejor - Créditos: @gentileza Sony

Independientemente de sus registros en directo –No llores por mí, Argentina (1982), En vivo I y II (1993) y Yo no quiero volverme tan loco (grabado originalmente en 1981 pero publicado en 2000)-, el cuarteto plasmó los siguientes álbumes: Serú Girán (1978), La grasa de las capitales (1979), Bicicleta (1980), Peperina (1981) y Serú ‘92 (1992). Hoy la propuesta es recorrer de un modo arbitrario, subjetivo y absolutamente abierto a todo tipo de opiniones sus cinco discos de estudio, pero ordenados de peor a mejor, de acuerdo a sus respectivas búsquedas artísticas y por fuera de la repercusión que cada uno de ellos pudo haber adquirido en su momento.

Serú ‘92 (1992)

Colocar en la base de esta pirámide imaginaria al quinto y último álbum de estudio de Serú Girán puede llegar a resultar un tanto ingrato para algunos. Sin embargo, y aún considerando el gran impacto popular que causó el regreso del grupo tras diez años de su separación sumado al enorme suceso comercial de Serú ‘92, en el contexto global de su discografía asoma como el trabajo más desparejo y a la vez menos elaborado de todos.

El disco cuenta con muy logradas canciones como “Mundo agradable”, “A cada hombre, a cada mujer”, “Nos veremos otra vez” y “Si me das tu amor”, entre otras, y además denota el notable crecimiento de Pedro Aznar tanto en la faz interpretativa como compositiva. Otro loable punto a favor de esta producción descansó en el buen tino y la sabia decisión del cuarteto de no caer en el burdo error de repetirse, copiarse a sí mismo o entregarse a un mero ejercicio de estilo o reiteración de fórmulas. En su lugar prefirió arriesgarse y, sin abandonar del todo su glorioso pasado, mostrar su cara “modelo 1992″. Paradójicamente, esta bienvenida y necesaria actualización fue lo que se le volvió en contra ante el implacable peso de la nostalgia y las siempre odiosas aunque inevitables comparaciones. De este modo, el poder de sus clásicos e históricos temas, arraigados de manera absoluta, automática e instintiva en el público argentino, pudo más y al final le torció el pulso a las honestas intenciones volcadas sobre Serú ‘92.

Serú Girán (1978)

El álbum debut de Serú Girán vio la luz en 1978 en medio de un clima de suma incomprensión y hasta de un claro y generalizado rechazo inicial. Al menos eso fue lo que reflejaron algunas crónicas de la época en relación a la presentación oficial en Obras, ese mismo año. Pero nada mejor que ubicarse en tiempo y espacio para tratar de comprender mejor la situación. En aquel momento, gran parte del público imaginó (más bien como una expresión de deseos) que tras la experimentación musical desarrollada a través de La Máquina de Hacer Pájaros, en su nuevo proyecto Charly García retomaría de alguna manera el sendero de la simpleza, la ingenuidad y la frescura adolescente patentadas en los tiempos de Sui Generis. Sin embargo, el autor de “Canción para mi muerte” tenía otros planes. Lejos de volver sobre sus pasos, García intentaba renovarse y mirar hacia delante. Y eso es lo que perseguía con Serú Girán, la nueva aventura que compartiría con David Lebón, Pedro Aznar y Oscar Moro.

Compacta, extremadamente pulida desde su producción y acompañada por las ajustadas orquestaciones del director Daniel Goldberg, la ópera prima de la banda dejaba ver la belleza y la exquisitez del trabajo conjunto de García y Lebón en piezas tales como “Eiti Leda”, “Seminare” y “Serú Girán”. Las intervenciones vocales de ambos conformaron una atmósfera especial y una renovada perspectiva musical que se vio completada por la sólida base conformada por Oscar Moro desde la batería y el bajista Pedro Aznar. Precisamente la particularidad de su bajo fretless (sin trastes) se convertiría con el tiempo en una de las marcas registradas del “sonido Serú”.

Marginada y resistida en un comienzo, la primera producción discográfica del grupo evidenciaba un nuevo rumbo no sólo en su propia e incipiente carrera sino también en el devenir del rock argentino y en el paladar de un público que, poco después, cambiaría su opinión para siempre.

Peperina (1981)

Envalentonada por la magnífica repercusión de Bicicleta, su álbum anterior, en 1981 la banda volvió al ruedo con Peperina, un trabajo discográfico aparecido en ese preciso momento en donde debía lidiarse con la creciente fama y paralelamente tratar de afirmarse en la cima alcanzada poco tiempo atrás. Mucho más digerible y despojado que sus producciones anteriores, el disco reúne todos los guiños típicos de Serú: temas melancólicos, agradables melodías y una cierta pizca de humor irónico como en la simpática “José Mercado”.

Canciones como la cautivante “Cinema verité”, “Llorando en el espejo”, “Salir de la melancolía” y la que le da título al álbum encuentran a García en muy buena forma compositiva. En tanto, Lebón no le fue en zaga brindando excelsas obras como “Parado en el medio de la vida”, “Cara de velocidad” y, en tándem autoral con Charly, “En la vereda del sol” y la intensa “Esperando nacer”. Por su parte, los pasajes instrumentales “20 trajes verdes” y “Lo que dice la lluvia” no suman demasiado al contexto general y parecen haber sido agregados a modo de relleno.

Más allá de estas últimas consideraciones, Peperina consolidó la popularidad de Serú Girán, algo que se hizo extensivo a sus cada vez más atractivos y convocantes conciertos en vivo.

La grasa de las capitales (1979)

Esta segunda producción discográfica encierra un especial y a la vez enorme valor en sí misma porque fue la encargada de reconciliar al grupo con la gente tras la fría distancia generada con su álbum debut. Alejado de la complejidad, la introversión y el barroquismo que envolvió a su antecesor, La grasa de las capitales retomó la temática de la crítica social con una mayor simplicidad, urgencia, frescura y fluidez musical.

Considerado uno de los más destacados trabajos lanzados en 1979, el disco abre el juego con el tema que le da título, una descarnada, comprometida y certera crítica en tiempo de candombe a las aristas más decadentes, deplorables y contaminantes de las grandes urbes. Lebón brinda un delicado aporte vocal a “San Francisco y el lobo”, un estupendo pasaje acústico que da paso a “Perro andaluz”, un relato de desengaño amoroso signado por una amenaza latente. Por su parte, “Frecuencia modulada” lanza sus dardos sobre la falta de esencia y contenido de la música difundida en aquel entonces por las radios, mientras que “Viernes 3 AM” emerge como una de las composiciones más notables y logradas en toda la trayectoria de García.

La vehemente “Noche de perros” (con un trabajo descollante de Aznar en el bajo) y “Canción de Hollywood” completan uno de los mejores capítulos discográficos de la banda, el que le permitió entrar definitivamente en sintonía con el público al reflejar mejor que nadie y en tiempos muy oscuros sus anhelos, frustraciones, miserias y alegrías

Bicicleta (1980)

Aún sin poder trasladar al estudio de grabación el tremendo poderío que el grupo ya desplegaba a lo largo de sus presentaciones en vivo, Bicicleta fue aguardado con una inusitada expectativa por parte de sus seguidores luego de las muy buenas sensaciones dejadas por La grasa de las capitales. Y en ese sentido, Serú no sólo no defraudó sino que se despachó con su obra cumbre.

El tercer álbum de la banda no hizo más que situarla en la cima del rock argentino y de las preferencias del público a través de un material de altísimo nivel y con un Charly García en estado de gracia. Con sus decisivos compases de tango y milonga deudores del sendero vanguardista pavimentado por Astor Piazzolla, “A los jóvenes de ayer” denota una crítica sutil (aunque no exenta de un cierto toque de ironía, afecto y melancolía) sobre el tango y la imposibilidad de abandonar un pasado ya inexistente por parte de algunos de sus personajes. “Mientras miro las nuevas olas” (con su reflexión sobre las modas cambiantes en el mundo del espectáculo en general), “Canción de Alicia en el país” (metafórica, aguda y brillante descripción sobre los años vividos bajo la dictadura militar), más la sublime y emotiva “Desarma y sangra”, constituyen un bloque compacto de imbatibles composiciones que se transformaron en clásicos del grupo y que perduraron firmes y estoicas hasta el presente.

En Bicicleta pueden encontrarse además otros puntos elevados como “Cuánto tiempo más llevará” y el sarcástico “Encuentro con el diablo”, ambos interpretados vocalmente por David Lebón.

Sin dudas, la perfecta sinergia entre excepcionales arreglos, melodías magistrales y una amplia riqueza letrística dieron como resultado un álbum que marcó a fuego el derrotero de Serú Girán, “Los Beatles argentinos”.