Hulka, la serie que visibiliza la ira que hemos sentido las mujeres alguna vez

Controlar la ira se me da de fábula. Lo hago continuamente: cuando me piropean por la calle, cuando un hombre incompetente intenta explicarme mi trabajo... Lo hago básicamente a diario porque si no dirán que soy temperamental o difícil o puede que incluso me maten, literalmente. O sea, que soy una experta en controlar la ira”.

Son las palabras de Tatiana Maslany encarnando a Hulka, pero podrían ser las de cualquier mujer en cualquier parte del mundo. La protagonista de la nueva serie de Marvel saca a colación todos esos problemas, obstáculos y estereotipos que todavía se interponen en el camino de las mujeres, poniendo en foco en una de las emociones más silenciadas y reprimidas en el universo femenino: la ira.

Tatiana Maslany en la serie “She-Hulk: Abogada Hulka” Photo courtesy of Marvel Studios. © 2022 MARVEL.
Tatiana Maslany en la serie “She-Hulk: Abogada Hulka” Photo courtesy of Marvel Studios. © 2022 MARVEL.

El superpoder que emana de la ira

Lanzada en 1980, el personaje es el alter ego de Jennifer Walters, una abogada y la versión femenina de Hulk, aunque en realidad es mucho más que eso. Cuando Marvel comenzó a trabajar en la historia, sabía que tenía un personaje especial en las manos. Hulka desafió las normas sociales de la época y abrió paso a una nueva era de superheroínas que no tenían miedo a decir lo que pensaban, desafiar el statu quo y labrarse un camino más brillante.

La nueva serie “She-Hulk: Abogada Hulka” sigue esos pasos, convirtiéndose en un soplo de aire fresco y divertido a través del cual se abordan muchos de los problemas que siguen experimentando las mujeres.

El mundo “ficticio” en el que se desenvuelve Jen se parece mucho al mundo real en el que vivimos, un mundo en el que todavía se les pide a las mujeres que se “empequeñezcan” para que los demás se sientan más cómodos con sus estereotipos. Un mundo donde las mujeres todavía tienen que soportar el mansplaining y el acoso callejero. Un mundo donde tienen que luchar el doble para demostrar su valía. Un mundo donde todavía son silenciadas y maltratadas.

Sin embargo, convertirse en Hulka cambia todo eso. Sus superpoderes le permiten eludir las reglas que la sociedad ha establecido para ella. Le ofrecen la posibilidad de desafiar los límites y a quienes la limitan para aspirar a una vida mejor de la que la sociedad le ha asignado.

A diferencia de su alter ego masculino, los años de entrenamiento social para reprimir la ira, le permiten mantener el control. Por tanto, cuando Jen se transforma en Hulka puede ser lo que podrían ser todas las mujeres si pudieran liberarse realmente del miedo al juicio de los demás y la amenaza del peligro físico.

Transformarse en Hulka usando la ira como motor impulsor le permite aprovechar el poder que emana no solo de ser fuerte físicamente, sino de sentirse empoderada psicológicamente porque sabe que no existen barreras sociales que la limiten. La serie apunta al “superpoder” de la ira, una emoción que todas sentimos, pero que demasiadas veces reprimimos.

La ira masculina se justifica, la ira femenina se estigmatiza

Hulk y Hulka en la serie prácticando técnicas de mindfulness para controlar la ira. [Foto cortesía de Marvel Studios]
Hulk y Hulka en la serie prácticando técnicas de mindfulness para controlar la ira. Photo courtesy of Marvel Studios. © 2022 MARVEL.

Hulk y Hulka son personajes de Marvel que exploran la ira desde una perspectiva de género. Mientras Hulk sufre lo que podríamos denominar trastorno explosivo intermitente y pasa años aprendiendo a gestionar esa ira excesiva, Hulka es capaz de controlarla desde el inicio porque lleva toda su vida haciéndolo. La ciencia psicológica demuestra que esas diferencias de género existen y, aunque no se pueden aplicar a todos los hombres y mujeres, dibujan un patrón claro.

Un estudio realizado en la Universidad Estatal de Misuri reveló que hombres y mujeres se enfadan con la misma frecuencia e intensidad, pero como perciben la ira de manera diferente, experimentan y gestionan sus sentimientos de frustración y rabia de distintas maneras.

Cuando los hombres se enfadan son más propensos a reaccionar con agresividad y si se les obliga a contener la ira, sienten que su eficacia disminuye. En cambio, las mujeres muestran una capacidad mayor para controlar las respuestas impulsivas que suele desatar la ira. No obstante, suelen tener opiniones bastante negativas sobre su ira y generalmente la expresan de manera más selectiva.

Estos psicólogos concluyeron que “las expectativas sociales pueden hacer que las mujeres camuflen o ignoren su ira, por lo que es posible que hayan desarrollado rutas alternativas para obtener lo que quieren sin usar directamente su enfado”.

Las Neurociencias han sugerido que esas diferencias de género tienen su origen en la biología del cerebro. Se ha apreciado que la corteza orbitofrontal, involucrada en el control de los impulsos agresivos, es mayor en las mujeres, lo cual podría ayudarlas a gestionar la ira de manera más eficaz.

Sin embargo, la biología es tan solo una parte de la explicación. Siglos de condicionamiento social también tienen un gran peso en nuestro comportamiento. Los padres y maestros tratan de manera diferente a las niñas y los niños desde que son pequeños, contribuyendo a reafirmar estereotipos de género que influyen en la capacidad para regular la ira.

Socialmente, siempre se ha esperado que las mujeres sean más amables, pacientes y sonrientes, por lo que las expresiones de la ira, no solo aquellas más agresivas sino también las más asertivas, violan algunas expectativas básicas. En cambio, a los hombres se les ha permitido expresar su ira de manera más abierta e incluso durante mucho tiempo o ahora mismo en algunas partes del mundo, se considera “varonil”.

Aunque hayamos avanzado mucho en materia de igualdad, un estudio realizado en 2008 en la Universidad de Yale reveló que los prejuicios y estereotipos de género sobre la ira siguen estando muy arraigados.

Estos psicólogos comprobaron que, en entornos profesionales, las mujeres que expresaban su ira eran percibidas como menos competentes, con un estatus más bajo y un salario menor que los hombres. Sin embargo, la ira de los hombres estaba más normalizada y aceptada.

Cuando los hombres se enojaban, su ira se solía atribuir a factores externos, como las circunstancias o el interlocutor. En cambio, cuando las mujeres se enojaban, esa ira se atribuía a su personalidad, por lo que recibían calificativos como “es una persona irascible” o “está fuera de control”.

En otras palabras, la ira de los hombres se justifica mientras que la ira de las mujeres se estigmatiza. Existe una imagen más negativa de las mujeres que expresan su ira simplemente porque van en contra de las expectativas culturales, lo cual supone que serán avergonzadas o castigadas injustamente. Por esa razón, personajes como Hulka siguen siendo necesarios.

¿Por qué es una pésima idea reprimir la ira?

La ira reprimida no desaparece, sigue “cocinándose” a fuego lento. Photo courtesy of Marvel Studios. © 2022 MARVEL.
La ira reprimida no desaparece, sigue “cocinándose” a fuego lento. Photo courtesy of Marvel Studios. © 2022 MARVEL.

La ira siempre ha sido difamada. No cabe duda de que puede hacer que subestimemos los riesgos a los que nos exponemos, haciendo que actuemos de manera más irreflexiva. También puede aumentar el riesgo de desarrollar hábitos de vida menos saludables y tomar decisiones precipitadas. Además, hace que seamos más propensos a culpar a los demás.

Sin embargo, reprimir la ira tampoco suele ser la solución. Las mujeres son menos propensas a expresar su enojo, pero se ha constatado que suelen mantenerse enojadas y resentidas durante más tiempo que los hombres. No es casual. Como dijera Freud, “las emociones reprimidas nunca mueren, son enterradas vivas y saldrán de la peor manera”.

La ira reprimida no desaparece, sino que seguirá “cocinándose” a fuego lento. De hecho, otra investigación realizada en la Universidad Estatal de Misuri comprobó que las mujeres que reprimen la ira son más propensas a desarrollar problemas como la depresión, la ansiedad y la somatización que aquellas que la expresan asertivamente.

Si nos exponemos constantemente al mensaje implícito de que debemos sentirnos avergonzadas por enfadarnos, es comprensible que intentemos reprimir u ocultar nuestra ira, o incluso darle salida a través de estrategias de afrontamiento pasivo-agresivas.

Obviamente, esa no es la solución.

Necesitamos “hacer las paces” con la ira

La ira no es algo de lo que debamos avergonzarnos, sobre todo porque suele tener su origen en el miedo o la angustia emocional, como deja claro la serie. Hulka responde de manera agresiva en algunas situaciones, pero lo que causa su transformación es el miedo. Ese temor que todas hemos experimentado cuando se acerca un grupo de acosadores o la angustia cuando nos sentimos indefensas ante el peligro

Sandra P. Thomas, quien se ha dedicado a investigar la ira, comprobó que en su base suelen estar tres vivencias comunes: la impotencia, la injusticia y la irresponsabilidad de otras personas. Concluyó que “pocas mujeres aprendieron a expresar su ira de manera saludable mientras crecían. Como resultado, la ira suele ser una emoción confusa y angustiosa, entremezclada con el sufrimiento y el dolor”.

Ocultar, reprimir o negar la ira no nos permitirá comprenderla. Tampoco nos ayudará a usarla a nuestro favor.

De hecho, la ira puede ser un poderoso motivador. Psicólogos de la Universidad de Utrecht constataron que la ira nos ayuda a mantenernos más enfocados en nuestro objetivo y nos empuja a esforzarnos más para conseguirlo. La ira - bien canalizada - que nace de la injusticia, por ejemplo, es lo que ha movido a millones de personas en todo el mundo a luchar por sus derechos. El enojo - bien gestionado – también nos ayuda a establecer límites saludables para que los demás respeten nuestras necesidades.

La ira es un potente agente dinamizador del cambio. Solo tenemos que aprender a integrar de manera saludable esa parte de nosotros que nos han enseñado a catalogar como más “oscura” o indeseada.

Obviamente, debemos tener claro que ira y agresión no son lo mismo. La ira es una emoción que se puede expresar de muchas maneras. Podemos enojarnos sin necesidad de expresarnos de manera agresiva.

Es importante que tanto hombres como mujeres sean claros y directos cuando están enojados, pero también que utilicen técnicas de afrontamiento asertivo para canalizar esos sentimientos sin hacer daño a los demás o a sí mismos.

La serie quiere que las mujeres entendamos que el “superpoder de la ira” no solo conlleva una gran responsabilidad, sino también un gran privilegio. No se trata de reconocer únicamente lo que le debemos a los demás, sino de reconocer lo que nos debemos a nosotras mismas.

Jen rompe moldes porque no quiere ser una superheroína sino tan solo vivir su vida. No quiere sacrificarse, quiere tomar las riendas. Por eso, en cierto punto se hace una pregunta esencial: si la sociedad no le hubiera enseñado a “empequeñecerse”, ¿cómo sería su vida?

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