Series: cinco ficciones desopilantes que desafían los límites del humor

Series: cinco ficciones desopilantes que desafían los límites del humor
Series: cinco ficciones desopilantes que desafían los límites del humor

Cuando se trata de clasificar a las series por género, la idea generalizada es que los dramas aportan el ingrediente más nutricional en la dieta del televidente y que, en cambio, las comedias son apenas el postre, ese bocado que divierte pero que podría obviarse sin mayores consecuencias para los espectadores. Así lo reflejan los ensayos y notas periodísticas que suelen reservar sus miradas más sesudas y elogiosas para las historias dramáticas y que muchas veces ignoran el humor, como si se tratara de un género menor realizado con menos ambiciones creativas que las narrativas de tono trágico. Sin embargo, esa diferenciación está más arraigada en viejos prejuicios relacionados con los albores de la TV que con lo que ofrece la producción audiovisual actual. Más allá del continuo intento por revivir a la sitcom, otrora reina de la pantalla chica, lo cierto es que gracias a la alta de demanda de ficciones que mantiene a las plataformas de streaming en funcionamiento, las comedias tienen ahora la posibilidad de probar nuevas formas y de intentar narrativas más arriesgadas que las colocan, en muchos casos, en la vanguardia de la ficción televisiva. Algo que las cinco series que siguen intentan y consiguen con creces.

James Mardsen en una escena de Jury Duty, la comedia en la que se interpreta a sí mismo
James Mardsen en una escena de Jury Duty, la comedia en la que se interpreta a sí mismo

Jury Duty. En uno de los primeros episodios de este ciclo, dos de sus personajes mencionan una actuación de Jim Carrey. Y el personaje del actor que primero viene a la cabeza viendo Jury Duty es el del tierno e ingenuo Truman del film The Truman Show. Es que la película de Peter Weir es una referencia directa de la serie, que está construida a partir de un mecanismo similar a ella. Acá, como en The Truman Show, todo lo que su personaje ve y conoce es una ficción que él percibe como la realidad en beneficio de quienes lo observan a cada paso. En Jury Duty -nominada a cuatro premios Emmy, incluido el del mejor mejor comedia-, la operación narrativa pone al bienintencionado ciudadano Ronald Gladden en el centro de un jurado, en un juicio en el que todo y todos son falsos. Mientras Gladden cree estar cumpliendo con su deber cívico al presentarse en un tribunal como potencial jurado de un proceso que, les explican, será grabado para una serie documental de la TV pública, lo cierto es que él es la figura principal de un falso documental desopilante. Desde el juez a los empleados del tribunal y cada uno de los miembros del jurado, excepto Ronald, son actores semidesconocidos y especializados en improvisar, que se ocupan de mantener la ficción en marcha. La única cara reconocible en todo el grupo es la del actor James Marsden, que hace un notable trabajo al interpretarse a sí mismo como un hombre inmaduro y egocéntrico que está desesperado de liberarse de sus obligaciones como jurado y siempre tiene su largo currículum en la punta de la lengua -de ahí la mención a Carrey, con el que compartió cartel en los dos largometrajes sobre el veloz puercoespín Sonic-. “¿Formó parte de algún jurado en el pasado?”, le preguntan a Marsden en el primero de los ocho episodios del programa. Cuando contesta que sí, le consultan si fue en un juicio en Los Ángeles. “No, fue en Cannes”, responde el actor mientras su nuevo amigo Ronald se ríe con discreción. Lo que no sabe es que todas las cámaras apuntan a él y que el ejercicio de estilo que protagoniza sin saberlo resultó en una de las comedias más originales -sorpresivamente tierna-, y exitosa de los últimos años. Una temporada. Disponible en Amazon Prime Video

Murderville
Murderville - Créditos: @LARA SOLANKI/NETFLIX

Murderville. La improvisación y las risas que surgen de ella también forman parte de la premisa fundamental de esta serie, creada y protagonizada por Will Arnett. El actor de Arrested Development interpreta al despistado policía Terry Seattle, que además de tener que lidiar con sus entuertos sentimentales debe resolver un crimen por episodio acompañado de un famoso. El juego se plantea a la vista de todos: la producción y los integrantes estables del elenco conocen los detalles de la historia a contar, pero la celebridad invitada no sabe absolutamente nada y debe actuar según las pocas y delirantes indicaciones que le da Arnett. Aunque la gracia de cada episodio varía considerablemente dependiendo de la capacidad de improvisar del invitado de turno, la cualidad de comedia sin red que ofrece Murderville la distingue del común del género, que en TV suele apostar más a la repetición que a la innovación y la sorpresa. Dos temporadas. Disponibles en Netflix

La loca historia del mundo, parte 2. Esta miniserie, una continuación de la película La loca historia del mundo, parte I, de Mel Brooks, utiliza algunas de las herramientas más tradicionales de la comedia como la parodia y el humor físico para recuperar el viejo arte del programa de sketches . En este caso, algunos momentos y personajes fundamentales de la historia de occidente aparecen resignificados desde la perspectiva actual, como el pasaje que muestra a William Shakespeare (Josh Gad), creando una de sus obras con un grupo de guionistas agrupados como aquellos que se ocupan de escribir una serie, o el separador que muestra a Adolf Hitler compitiendo en un concurso de patinaje sobre hielo. Con un elenco de reconocidos actores, como Jack Black, a cargo de interpretar a un joven Josef Stalin; Jay Ellis (Top Gun: Maverick), como un Jesús escultural y Zazie Beets (Atlanta) en el papel de María Magdalena, los sketches logran sostenerse a lo largo de los ocho episodios. Creado por Nick Kroll (Big Mouth), con el beneplácito y participación de Brooks, que oficia de narrador e hilo conductor entre los sketches, La loca historia del mundo. parte 2 provoca tanta nostalgia como carcajadas. Una temporada. Disponible en Star+

Nathan Fielder atento a una escena de El ensayo
Nathan Fielder atento a una escena de El ensayo

El ensayo. En principio, esta serie provoca más incomodidad que risas. Su humor puede causar inquietud y nervios, tal vez una sonrisa dubitativa, pero lo cierto es que no resulta fácil describir la experiencia de ver el programa creado, protagonizado y dirigido por el comediante Nathan Fielder. Para empezar, se trata de una serie que borronea los límites entre la ficción y el documental y que decide redoblar la apuesta de esos otros ciclos que utilizan el recurso del falso documental para contar su historia. Es un experimento con resultados tan inesperados como su premisa disparadora. A saber: Fielder, un comediante dedicado a hacer humor en base a la incomodidad de sus sujetos -gente común sometida a sus ideas estrambóticas- pone un aviso para ofrecer sus servicios para resolver situaciones emocionales complicadas. Entre quienes responden a su propuesta aparecen Kor, un fanático de los juegos al estilo de Carrera de mente, que hace años le oculta a sus compañeros de equipo que no tiene el doctorado que les dijo, y una mujer que necesita ayuda para decidir si encarará o no la maternidad. La solución que les propone Fielder es el ensayo. Es decir, con réplicas construidas en un estudio de los lugares clave para la resolución de los conflictos y actores contratados que ocupan los roles de las personas involucradas, el documentalista les ofrece ensayar para ir despejando las incógnitas para evitar decepciones o resultados inesperados para sus sujetos de observación. El nivel obsesivo con el que se prepara cada situación a desarrollar en el episodio y la natural incomodidad interpretativa de Fielder como anfitrión y narrador resultan en un ciclo tan extraño como fascinante. Si es ficción o realidad es lo de menos. Una temporada. Disponible en HBO Max.

¿Por qué no te vas? Una aclaración necesaria: desde su primera temporada, esta serie creada por Tim Robinson, uno de los guionistas principales de Saturday Night Live, utiliza el formato del sketch para practicar un estilo de humor que no busca la risa fácil o que cause gracia a la mayoría. Siempre en la línea de la exageración y el absurdo, el programa -del que participan muchos integrantes actuales y otros ya graduados del legendario SNL- se toma poco más de 15 minutos por episodio para presentar personajes y situaciones tan ridículas y surrealistas como hilarantes. Ahí aparece Robinson interpretando a un hombre que va a una entrevista de trabajo y arruina sus posibilidades de ser contratado cuando no puede aceptar que para abrir la puerta tiene que empujar en lugar de tirar; o ese otro que no logra defenderse a tiempo de las hirientes bromas de un mago que destrozan su matrimonio y aquel que no sabe cómo reaccionar cuando una mujer señala su peculiar modo de pensar. Siempre incómodo y tomando inspiración de las indignidades de la vida moderna, Robinson invita a los espectadores a ingresar a su delirante e irrepetible código cómico. Tres temporadas. Disponibles en Netflix