En serio no eres tú, es la otra persona: Cómo sanar de una relación narcisista

Dice el mito que Narciso era el softboy de la mitología griega. Eco, una gótica culona local, lo simpeaba durísimo, pero no podía confesarle su crush porque Hera la había maldecido en un arranque de poca responsabilidad afectiva.

Sin embargo, un día se animó a mandarle fueguitos en Instagram y Narciso le tomó captura de pantalla y lo subió a su cuenta burlándose, por lo que Némesis lo canceló. Narciso entonces se radicalizó y creó una cuenta alterna donde se la pasaba tuiteando de él mismo, sin nadie que lo siguiera ni nadie a quien le importara. Tuiteó tanto que se le olvidó comer y se murió, contemplando su propio perfil. Y luego se ahogó en un estanque. O algo así dice el mito.

El punto es que de este relato obtuvimos el concepto “narcisismo”, que dependiendo de a quién le preguntes, puede significar distintas cosas.

Usualmente lo entendemos como “el amor que se dirige a uno mismo”, pero con una connotación negativa, refiriéndose al amor desbordado por la propia persona que es incapaz de ver que otros seres humanos existen.

Existen dos formas comunes de entender el narcisismo: como un rasgo normal de la personalidad y como un trastorno.

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La manera más sencilla de entenderlo es a través de pensarlo como una serie de características dentro de un espectro, tales como:

  • Un sentido grandioso de la propia importancia.

  • Fantasías de éxito y poder.

  • Poca empatía con otras personas.

  • Necesidad alta de validación.

  • Sensación fuerte de “merecimiento” (entitlement).

  • Tendencia a usar a otras personas como un medio para un fin.

  • Falta de capacidad de autocrítica y poca tolerancia a la frustración.

  • Entre otros.

Suena feo. Sin embargo, se piensa que estas características son, hasta cierto punto, funcionales como parte de los múltiples mecanismos de defensa que tiene nuestra mente. El principio básico es: si te sientes chiquito, una manera de defenderte es haciéndote grande.

Imagina, por ejemplo, que llegas al trabajo y tu jefe, que siempre está de malas, comienza a gritarte: tú experimentas dolor, humillación, vergüenza, pero no puedes responder directamente. Así que haces algo: te convences de que tu jefe es un grandísimo idiota que no vale nada y que la única razón por la que te grita es porque es un tarado, a diferencia de ti, que eres una persona mucho más inteligente y valiosa que él (sentido grandioso de la propia importancia).

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Regresas con tus compañeros de trabajo y hablas acerca de cómo él no valora lo que haces (necesidad alta de validación), y aunque sabes que le andas quitando algo de tiempo a tus compañeros, bueno, igual es parte de la convivencia (uso de otras personas como medio para un fin).

Regresas a tu escritorio convencido de que el tonto es él y que algún día él pagará por sus acciones mientras tú respiras los prístinos aires de la cima del éxito (fantasías de poder).

Hasta ahí, todo bien. ¿Pero qué pasa cuando se va haciendo menos “sano”?

Digamos, por ejemplo, que notas algo: ninguno de tus otros compañeros dice nada, nadie reclama, parece que todo mundo está cómodo o temeroso con la situación. Claro: tu jefe no es el único idiota, sino todos los que te rodean (poca empatía con otras personas).

Tú eres la única persona que puede ver con claridad todo, tú eres la única persona que vale la pena y, por lo tanto, todas las relaciones a tu alrededor se vuelven un medio para comprobar la única verdad en el mundo: tú.

Si en algún momento se rompiera esa ilusión, si te dieras cuenta que quizás tu jefe no es tan idiota como crees y que, incluso si lo es, eso no significa en automático que tú vales más que él, eso sería dolorosísimo. Si te dieras cuenta que el resto de tus compañeros no dicen nada por razones que nada tienen que ver contigo, eso te destrozaría.

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La imagen grandiosa que tienes de ti mismo puede ser confundida con amor propio, pero en realidad no lo es: se trata de una máscara frágil susceptible de romperse en el momento en que rompas tu ilusión. Como eso es insostenible, la sostienes hasta el resto de tus días: a partir del momento en que lo piensas hasta el día en que mueras, todos son, han sido y serán unos idiotas, excepto tú.

Es decir: el narcisismo es una respuesta a la humillación, que no es otra cosa más que eso que surge cuando te sientes menos que otra persona.

narcicismo news cesar galicia
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Todas las personas nos miraremos el ombligo en algún punto de nuestra vida. Es necesario para la supervivencia: un niño siente, inevitablemente, que es el centro del mundo, y a partir de ahí es que aprende a reconocer y expresar sus necesidades. El niño crece y se da cuenta que no es el punto gravitacional alrededor del cual giran todas las cosas y que existen otros seres humanos que también sienten y también necesitan y también valen. De eso se trata madurar.

O de eso debería tratarse. Sin embargo, la mayoría de las personas nos quedaremos con algunos remanentes de ese primer narcisismo.

Parte tendrá que ver nuestra experiencia en el mundo y los traumas que vivamos, parte tendrá que ver factores socioculturales, como el individualismo propio de un modelo socioeconómico capitalista.

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Usualmente las expresiones de esto serán relativamente asépticas: todas las personas tendremos momentos donde sintamos que nuestra importancia es exacerbada, o en las que no respondamos con empatía hacia otros, o en las que utilicemos a alguien para conseguir algo, sin hacer mayor daño a la gente.

Sin embargo, en algunas personas ese rasgo (o múltiples rasgos) de personalidad puede ser tan fuerte que se da aquello que conocemos como un trastorno.

Una persona con trastorno narcisista es una persona profundamente avergonzada de sí misma. Esa vergüenza le lleva a creer que es menos que el resto, que no merece amor, que no puede ser feliz. Como respuesta, surge el mecanismo de defensa narcisista: si construye una fantasía en la que resulta que en realidad ella es mejor que el resto, entonces esa vergüenza desaparecerá. El narcisismo entonces crece y envenena a la persona que lo habita como un hambre que nunca se sacia, porque nunca se puede dejar de ser más para dejar de sentirse menos.

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Las personas con trastorno narcisista viven obsesionadas consigo mismas y su imagen frente al mundo. Con frecuencia son personas que han aprendido a ser encantadoras y que sienten cierta inclinación por trabajos o posiciones donde puedan lucirse constantemente frente a otros seres humanos para ganar su reconocimiento. Las personas narcisistas carecen de empatía y, por lo tanto, todas sus relaciones humanas tienen el único fin de alimentar el narcisismo y evitar romperlo a toda costa.

La escena en The Boys en la que Homelander habla consigo mismo frente al espejo describe esto perfectamente:

¿Qué sucede cuando una persona no narcisista se relaciona con una que sí? 

Las relaciones narcisistas son como una especie de juego de gato-ratón. La persona narcisista presenta una promesa: yo soy lo máximo, no existe nadie como yo y, por lo tanto, si yo te miro entonces tú eres tan especial como yo. Es una promesa que a algunas personas les podrá ser más tentadora que a otras, pero funciona.

La persona no narcisista en la relación entonces se engancha en una relación donde intentará demostrar constantemente que vale la pena frente a los ojos de una persona que nunca será capaz de otorgarle ese reconocimiento.

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Existen relaciones narcisistas en todas las posibilidades de las relaciones humanas. Es posible vincularse con amistades, familia, parejas, jefes, figuras en redes sociales narcisistas.

Cuando esto sucede, la persona no narcisista en la relación puede llegar a sufrir mucho. Los narcisistas son vampiros emocionales: chupan la vida de la persona para alimentarse y una vez que terminan de hacerlo, la desechan como la cáscara de un alimento que se terminó.

¿Cómo reconocer si estoy en una relación narcisista? 

Observa si tu pareja / madre / padre / amistad / jefe:

  • Le da demasiada importancia a su propia persona.

  • Te castiga retirando su atención o validación cuando haces cosas que no le agradan y no te la devuelve hasta que regresas a un comportamiento que considera aceptable.

  • Sus justificaciones tienden a ser más morales que funcionales: no demuestra que tiene la razón, únicamente argumenta que es así.

  • Intenta controlar aspectos de ti relativos a cómo te perciben otras personas (tu vestimenta, tu trabajo, tu peso, tu forma de expresarte, tu risa, tus expresiones).

  • Controla aspectos íntimos de ti (tu alimentación, tus rutinas de ejercicio, tu ropa interior, tus horarios de trabajo o de sueño).

  • Hace comentarios equivalentes a “sólo yo te soporto, nadie más lo haría”, “sólo yo te entiendo, nadie más lo hará”, “si dejas de estar conmigo, no tendrás nada”, “gracias a mí eres la persona que eres”.

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  • Cuando amenazas con irte, reacciona con absoluta frialdad, como dando a entender que tu pérdida no le dolería.

  • Practica lovebombing (llenarte de regalo o muestras de cariño), pero usualmente lo hace sólo en algún momento de tensión y en sus propios términos.

  • Necesita admiración desbordada y si no se la entregas, reacciona castigándote.

  • Tienes una constante sensación de que no eres suficiente frente a él / ella / elle. Puede que te sientas “chiquito” o “minimizada”.

  • Evitas conversaciones importantes porque la experiencia te sugiere que reaccionará minimizándote, burlándose o ignorando tus necesidades.

  • Te critica constantemente e ignora tus necesidades.

  • Tu familia o amistades te han advertido recurrentemente sobre esa persona.

  • Te ha engañado (no sólo sexualmente, aunque puede ser una forma común) y te ha culpado por ello o, cuando menos, evita tomar responsabilidad.

  • Te aplica la ley del hielo cuando se decepciona de ti y es tu responsabilidad volver a hablar con él / ella / elle.

¿Cómo sanar una relación narcisista? 

Sanar significa que ya no vives al servicio del narcisista”, dice la doctora Ramani Durvasula, experta en narcisismo, quien tiene un canal de YouTube que recomiendo muchísimo.

A lo que se refiere es que, para sanar, es necesario romper la lealtad que se forma con la persona narcisista y sus necesidades: dejar de verle para verte a ti. Con frecuencia, las víctimas de relaciones narcisistas saben (o al menos, intuyen) que la otra persona tiene algo, algún problema o asunto que les hace daño, pero están tan seducidas por su encanto que desestiman el costo que tiene en sus vidas. Romper ese “hechizo” es necesario.

Salir de una relación narcisista puede ser complicado, pero de ningún modo es imposible. Y al hacerlo, se recorre un camino de sanación. Esto implica un gran trabajo de responsabilidad propia. Todas las personas somos susceptibles a entrar en una relación con una persona narcisista, pero la forma específica depende mucho de nuestra personalidad e historia de vida.

Usualmente, las víctimas de relaciones narcisistas son personas que se aprenden a validar a sí mismas a partir de servirle a la persona narcisista, en espera de reconocimiento. Como ese reconocimiento nunca llega o siempre se pone en juego, uno aprende a necesitarlo, lo que lo convierte en una gran fuente de motivación.

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La doctora Ramani sugiere encontrar una manera de cambiar las motivaciones: dejar de motivarnos por recibir su atención y encontrar una aspiración personal, algo que motive nuestra vida más allá.

Es tentador pensar que si tan sólo uno cambia, si espera lo suficiente o si aprende a darle a la otra persona lo que quiere, las circunstancias van a cambiar. Pero eso no sucede. Las personas narcisistas no notan a otras: no lo hacen cuando fracasan y no lo hacen cuando triunfan.

Esto, obviamente, involucra un gran trabajo personal. Observar nuestra historia para entender cómo se dieron las circunstancias que nos llevaron a tener una relación con una persona narcisista (sea porque lo decidimos o porque así fueron las circunstancias de las que vinimos) es un proceso que requiere atención, empatía y tiempo. Por ello es que la psicoterapia es muy recomendada para estas situaciones. Observar nuestra historia en un espacio neutral y libre de culpa, en acompañamiento con una persona profesional, puede ser un paso muy grande para sanar.

Otro elemento necesario para sanar es reconstruir la comunidad.

Las relaciones narcisistas tienden a alejar a sus víctimas de sus comunidades, esto para impedir que se apoyen en ellas (e incluso si no es la intención explícita igual sucede: alrededor de la vida del narcisista no puede existir ninguna otra cosa).

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Además, como las relaciones narcisistas tienden a afectar gravemente el autoconcepto de sus víctimas, los grupos de apoyo (sean formales, como un grupo de acompañamiento especializado, o informales, como simplemente recurrir a tus amistades o familia) son absolutamente esenciales.

En suma, salir de una relación narcisista y reconstruir los aspectos de la vida que hayan sido afectados por ella es algo complicado, pero posible.

Del mismo modo en que aprendimos ciertos patrones de comportamiento que nos pueden llevar a ser víctimas de una relación así, también es posible desaprenderlos y crear una vida en la que no necesitemos ser dependientes del reconocimiento de personas que son incapaces de dárnoslo. Se dice fácil y, como todo, no lo es, claro, pero todas las investigaciones al respecto coinciden y convergen en un mismo punto: siempre es posible sanar.