Si Florence Pugh no hace un blockbuster típico ya sabemos quién tiene la culpa
Florence Pugh está en la cresta de la ola. Desde que desplegara su talento -y nos dejara boquiabiertos- con Lady Macbeth en 2016, su carrera se ha mantenido en ascenso constante, surfeando entre el drama, terror, épica y acción con la soltura de alguien que lleva décadas en la industria. Aunque no sea el caso, porque lo cierto es que no han pasado ni ocho años desde que esta británica hiciera su debut como actriz. Sin embargo, ha sabido conquistar al público, la crítica y el negocio a base de buenas elecciones y grandes trabajos interpretativos.
Pero, si se dieron cuenta, en todo este tiempo se ha mantenido muy lejos del blockbuster típico de Hollywood, esos que la industria suele desplegar cuando un talento nuevo apunta maneras. Así como le pasó a Halle Berry con la previsible Catwoman o Charlize Theron con la terrible Aeon Flux, ambas tras ganar el Óscar. Florence Pugh no ha pasado por el aro de la comedia romántica al uso -como hizo Scarlett Johansson en su ascenso con Diario de una niñera-, ni ha sucumbido a protagonizar una saga comercial como hizo Kristen Stewart con Crepúsculo, ni tampoco a los clichés del cine de acción a lo Fast & Furious. Este tipo de cine suele pagar cheques suculentos a estrellas en ascenso, no obstante, Florece no ha caído al trapo y justamente por culpa del mismísimo Hollywood.
La actriz de 26 años no guarda un buen recuerdo de su primera experiencia en la Meca del Cine. Lo que vivió en aquella ocasión la hizo cuestionar su futuro como actriz y definió, por completo, el tipo de cine que quería hacer. Florence tenía apenas 19 primaveras cuando se marchó a EE.UU. Acababa de debutar como actriz en el drama psicológico The Falling (2014) y la habían escogido para que fuera la protagonista de una sitcom de la cadena Fox. Se trataba de Studio City, una comedia donde Florence interpretaba a una estrella de la música pop y Eric McCormack iba a dar vida a su padre compositor y traficante de drogas. Ella estaba encantada e ilusionada, como cualquiera en su lugar, sin poder creerse que había conseguido un trabajo de primera línea.
Sin embargo, según cuenta a The Telegragh, los ejecutivos del estudio comenzaron a señalar sus imperfecciones físicas desde el momento que fue seleccionada. “Todas las cosas que estaban tratando de cambiar sobre mí, ya fuera mi peso, mi apariencia, la forma de mi cara, la forma de mis cejas, eso no era lo que quería hacer, o la industria en la que quería trabajar”, dijo Pugh. “Pensaba que el negocio del cine sería como [mi experiencia al hacer] ‘The Falling’, pero en realidad, así eran las grandes ligas y sentí que había cometido un gran error”.
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Con 19 años y tras una experiencia íntima e independiente como habría sido The Falling, solo podemos imaginar lo difícil que habrá sido vivir aquel choque contra el Hollywood más superficial y cruel. Afortunadamente para ella no tuvo que lidiar con esta situación durante mucho tiempo dado que Fox terminó cancelando el proyecto, y a pesar de las dudas a futuro que tuvo por culpa de la experiencia, el destino le guardaba una sorpresa. Y es que dos semanas después hacía el casting para su gran salto al reconocimiento internacional, Lady Macbeth.
Aquel intenso drama psicológico donde interpretaba a una joven esposa que se dejaba llevar por la pasión a través de un affaire prohibido, la hizo darse cuenta que existía otra cara del negocio, tomando una decisión que marcaría el resto de su carrera. “Me hizo volver a enamorarme del cine, el tipo de cine que es un espacio donde puedes ser obstinado y ruidoso, y me he mantenido en eso”, dijo Pugh. “Creo que es demasiado fácil para las personas en esta industria empujarte a la izquierda y a la derecha. Y tuve la suerte de descubrir cuando tenía 19 años qué tipo de artista quería ser”.
Y si observamos su filmografía podemos comprobar que se ha mantenido fiel a su decisión. A pesar de la fama y seguramente el aluvión de ofertas que habrá recibido, Florence Pugh no ha pasado por el aro del blockbuster típico. Midsommar elevó su plataforma más alto todavía con una película de culto, Mujercitas podía partir de una premisa que hubiera servido como ala comercial para el drama épico, pero no lo fue gracias a la agenda íntima y protectora de su directora, una mujer de alma indie como Greta Gerwig. Tampoco diría que Viuda Negra cae en el saco del blockbuster al uso porque Florence tuvo la libertad de crear un personaje cómico, propio, natural y sin los clichés clásicos de los superhéroes de Marvel. Hizo que Yelena fuera auténtica y marcara la diferencia. Tampoco su actual compromiso con Dune 2 se antoja como un testeo de blockbuster a raíz de trabajar bajo las órdenes de un director intimista, incluso en la inmensidad de sus obras, como Denis Villeneuve.
Tal vez lo que más se acerque al sentimiento de blockbuster clásico podría ser su película con Christopher Nolan, Oppenheimer, que llegará a los cines en julio de 2023. Aunque dudo que, tratándose de un director tan intensamente artístico como éste, Florence haya tenido que lidiar con las presiones de ese Hollywood más superficial. De todos modos, ni la fama, el reconocimiento, ni sus acertadas elecciones, la han librado del body shaming. Su cuerpo ha sido objeto de críticas y comentarios en varias ocasiones, por ejemplo cuando decidió llevar un vestido de transparencias sin sujetador en un desfile de Valentino Haute Couture en Roma. La vergonzosa reacción de un sector de las redes, señalando o criticando el tamaño de sus pechos, la obligó a pronunciarse. La actriz fue tajante y expuso el vergonzoso comportamiento de las redes, así como lo hace ahora al señalar al Hollywood más cruel de sus inicios.
Por eso, si Florence Pugh no participa en la típica comedia romántica veraniega, si no se apunta al cine de acción explosivo ni protagoniza una franquicia comercial sin más profundidad que hacer dinero, es por culpa de ese mismo Hollywood y lo nocivo que puede ser cuando las apariencias no encajan con el prototipo irreal de su belleza perfecta.
Florence Pugh regresa a nuestra agenda el 16 de noviembre a través de Netflix con El prodigio (The wonder), un thriller psicológico sobre el choque de la religión y la ciencia. En esta historia dirigida por Sebastián Lelio (Una mujer fantástica), la actriz interpreta a una enfermera encargada de vigilar y comprobar si la supervivencia de una niña que no se alimenta es un milagro, o no.