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7 signos que indican que tu salud mental está al borde del colapso, aunque no lo sepas

La vergüenza y el desconocimiento son los principales obstáculos para buscar ayuda psicológica. [Foto: Getty Images]
La vergüenza y el desconocimiento son los principales obstáculos para buscar ayuda psicológica. [Foto: Getty Images]

 

 

Soportamos demasiado durante demasiado tiempo. Aguantamos estoicamente. Apretamos los dientes. Nos resignamos diciéndonos que es lo que hay. Seguimos adelante como buenamente podemos. Y seguimos. Seguimos. Seguimos… Convencidos de que no podemos parar. Hasta que llega un punto en el que no podemos más.

Entonces nos venimos abajo.

Caemos bajo el peso de nuestra propia sobreexigencia. La depresión se vuelve tan densa que nos impide levantarnos de la cama. La ansiedad se expande tanto que nos paraliza e impide respirar. Algo se rompe dentro.

Toda la tensión acumulada, la ira, las preocupaciones o las frustraciones salen a la luz, muchas veces en forma de problemas psicológicos, otras veces como enfermedades psicosomáticas. Es el precio a pagar por relegar a un segundo plano nuestra salud mental.

Avergonzarnos o pensar que no es para tanto puede poner en jaque nuestra salud mental

La mayoría de las personas que han sufrido episodios recientes de trastornos mentales siguen sin recibir tratamiento, incluso en los países más desarrollados. [Foto: Getty Images]
La mayoría de las personas que han sufrido episodios recientes de trastornos mentales siguen sin recibir tratamiento, incluso en los países más desarrollados. [Foto: Getty Images]

Los trastornos mentales y los problemas psicológicos aún no se han deshecho del estigma que los persigue desde hace siglos. Muchas personas siguen percibiendo los problemas emocionales como un signo de debilidad y motivo de vergüenza. La respuesta adaptativa a esa vergüenza pública y privada es el secreto. Intentamos esconder lo que nos pasa, a veces incluso a nosotros mismos.

Por esa razón, no debe extrañarnos que una de las principales barreras para el tratamiento de la depresión sea la vergüenza de las personas a admitir que tienen un problema y buscar ayuda. Un estudio realizado en Australia también desveló que las personas con ansiedad y trastornos del estado de ánimo tardan una media de 8,2 años en buscar ayuda especializada.

La falta de conocimiento sobre las enfermedades mentales o su tratamiento es otra de las razones más comunes por las que no se busca ayuda. Los investigadores concluyeron que “la falta de alfabetización en salud mental a nivel público conduce a un lento reconocimiento del problema”. Como resultado, la mayoría de las personas que han sufrido episodios recientes de enfermedades mentales siguen sin recibir tratamiento, incluso en los países más desarrollados, según reveló un estudio de la OMS.

Sin embargo, buscar ayuda en las etapas tempranas, apenas nos damos cuenta de que existe un problema, es fundamental para evitar las secuelas negativas asociadas a los trastornos psicológicos. Se ha comprobado que la activación neuronal que acompaña las enfermedades mentales no tratadas puede hacer que se vuelvan más frecuentes, espontáneos, graves y refractarios al tratamiento.

De hecho, investigadores de la Universidad de Michigan constataron que un trastorno psicológico no tratado a menudo progresa con la aparición de otras afecciones que dificultan el tratamiento. O sea, caemos en una espiral negativa que se autoalimenta y de la que es muy difícil salir.

Curiosamente, también se ha apreciado que las personas con mayor riesgo son aquellas que sufren trastornos menos “graves” pues son las que más retrasan la búsqueda de tratamiento por considerar que sus problemas “no son para tanto”. Sin embargo, ser capaces de comprender que esos sentimientos inespecíficos de angustia son indicador de un problema emocional es vital para salir de esa situación.

Las señales de alarma que indican que debemos buscar ayuda psicológica

Cuidar tu salud mental no es dedicarte el tiempo que sobra sino convertirte en tu prioridad. [Foto: Getty Images]
Cuidar tu salud mental no es dedicarte el tiempo que sobra sino convertirte en tu prioridad. [Foto: Getty Images]

No es necesario estar “loco”, desesperado o al borde del colapso para buscar ayuda psicológica. No obstante, también es cierto que no es necesario ir a terapia para afrontar cada pequeña batalla de la vida. Por suerte, contamos con un sistema de sanación natural estupendo que nos ayuda a recuperarnos. Pero a veces ese sistema se “atasca” y necesita una mano.

En algunos casos, los signos de angustia y sufrimiento son obvios. Pero en otras ocasiones son más sutiles y difíciles de identificar. Podemos pensar que se trata de un estado pasajero o no darle demasiada importancia. Sin embargo, existen algunas señales de alarma que no debemos pasar por alto porque podrían empeorar si no hacemos algo:

  1. Te miras al espejo y no te reconoces, sientes que ya no eres tú mismo. Te alejas cada vez más de la persona que eras y no te gusta la forma que está adquiriendo ese nuevo “yo”. A veces incluso puedes llegar a sentirte como un auténtico extraño, separado de tu cuerpo o de tu mente, como si fueras un mero observador externo de lo que ocurre, sin ninguna implicación.

  2. Reaccionas de manera desproporcionada con mayor frecuencia, hasta el punto de sentir que vives en una montaña rusa emocional. Comienzas a darle una importancia excesiva a pequeños detalles que antes no te molestaban, de manera que te vez cada vez más envuelto en un torbellino de emociones impulsivas que a menudo te conducen a tomar decisiones de las que después te arrepientes.

  3. Sientes un peso cada vez más grande que te agobia y se convierte en un obstáculo para tu día a día, aunque no sepas precisar exactamente de donde proviene. Cada vez te resulta más difícil dormir o te cuesta concentrarte porque los pensamientos negativos no te dan tregua. Comienzas a percibir amenazas por doquier, los conflictos se acumulan y la sensación de que no puedes con todo se vuelve cada vez más acuciante.

  4. La vida ha perdido su color, nada te motiva y todo te parece carente de sentido. Empiezas a mirar el futuro sin ilusión porque piensas que nada puede mejorar. Ni siquiera las cosas que antes amabas y disfrutabas te animan el día, que transcurre asentado en la apatía y la indiferencia. La vida comienza a parecerte una cuesta muy empinada y tu energía y fuerza para subir esa pendiente es cada vez menor.

  5. Te sientes atrapado en un bucle angustiante o decepcionante del que no puedes salir. Puedes sentir que tu vida se ha convertido en un día de la marmota eterno que te genera una profunda insatisfacción o puede que te hayas quedado atrapado en un bucle de emociones angustiantes, como la culpa, el sufrimiento, la frustración, la ira o el remordimiento por la pérdida de una persona querida, una ruptura amorosa o un evento traumático.

  6. Tu cuerpo ha comenzado a enviarte señales de alarma. Los dolores de cabeza, los problemas gastrointestinales, las lesiones en la piel o el aumento de la tensión ya no son situaciones puntuales, sino que se han vuelto más frecuentes generando un gran malestar o afectando tu desempeño cotidiano. Las emociones no expresadas suelen terminar reflejándose en el cuerpo como una señal de que necesitas parar y prestarte atención.

  7. Recurres cada vez más a distracciones dañinas para no tener que lidiar con situaciones o emociones abrumadoras. Buscas refugio en la comida, las sustancias adictivas, el trabajo, Internet o incluso el sexo para no tener que afrontar determinados problemas o conflictos en tu vida. Postergas decisiones importantes, ignoras las dificultades y acallas las emociones desagradables buscando distracciones externas que solo contribuyen a enquistar el problema.

Recuerda que cuidar tu salud mental no es dedicarte el tiempo que sobra, esos minutos que arañas a una jornada repleta de compromisos, sino convertirte en tu prioridad. Cuidarte no es hacer algo relajante cuando te sientas mal o desconectar cuando estés agotado, sino evitar que las emociones negativas y los problemas se acumulen.

Cuidarte implica respetarte. Respetar el ritmo de tu cuerpo y tu mente. Ser consciente de que a veces no puedes con todo. Aceptar que a veces no estás bien. Expresar lo que te duele cuando te duele. Y, sobre todo, pedir ayuda antes de derrumbarte.

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