Silas Bassa: fue discípulo de Bruno Gelber, se formó en París y dejó el dogma para crear su estilo entre la clásica y la improvisación
Hay un pasaje en la Biblia en el que el apóstol San Pablo es azotado y llevado a prisión junto con una multitud de fieles y con su compañero de prédica, un profeta romano de origen judío llamado Silas. Cuenta la leyenda que, una vez en la cárcel de Macedonia, los confinados oraron y cantaron himnos toda la noche hasta que, llegado el día, un sismo derribó los muros, abrió las puertas y liberó las cadenas de los presos, en un capítulo que se conoce como “el milagro de Silas”.
Algo de la metáfora bíblica —aquello de liberar lo que está preso—, podría asimilarse al arte de Silas Bassa, pianista y compositor santafecino radicado en Francia, que regresa a la Argentina para ofrecer en el Auditorio de Belgrano uno de sus conciertos-espectáculos, la puesta en escena de una música que se resiste las etiquetas y la tradición . Formado en el Conservatorio Nacional con Aldo Antognazzi, cumplió con todos los títulos y mandatos clásicos. Fue discípulo dilecto del genial Bruno Gelber y luego se mudó a París para continuar sus estudios con la famosa pedagoga Monique Deschaussées (discípula del legendario Alfred Cortot), hasta que al final de una larga búsqueda dejó de lado las verdades reveladas para componer su propia música. “Si tuviera que describirla —dice— la ubicaría en un movimiento de músicos que improvisan y componen desde chicos en un estilo que podría considerarse ‘neoclásico’”.
-Entre las originalidades que te caracterizan ¿por qué te llamaron Silas? ¿Hay algo de la escena bíblica que te identifique en el sentido de soltar cadenas respecto de la música?
-¡Eso es impresionante para mí, porque jamás hice esa relación! Mi madre escuchó de chica el nombre Juan Silas y cuando nací se lo propuso a mi padre, sin conocer la historia de la Biblia que más tarde nos contó un cura amigo. Al escucharlo ahora, descubro que la metáfora de las cárceles me identifica porque la búsqueda de la libertad ha sido mi camino : ser más auténtico, liberarme de las trabas mentales, los dogmas y las cosas aprendidas.
-Viniendo de una formación académica ¿tuviste que sobreponerte a críticas y obstáculos al crear nuevos formatos de concierto, entre la música clásica y la improvisación?
-Siguiendo la analogía, cuando era chico no tenía una concepción cerrada de la música, la cárcel rígida de lo clásico. Yo podía escuchar Beethoven, Madonna, folklore o tango. No había rótulos ni límites. De adolescente me di cuenta de que algo no encajaba en el molde del pensamiento y el entorno. No era el problema la música en sí sino la gente y el dogma detrás de los dioses como Bach y Beethoven, Chopin en el piano. Tampoco me sentía cómodo con la competencia. Tuve una crisis con mi educación porque lo único que me importaba era el piano. Hasta que descubrí a Madonna. Vi el recital en River por televisión (1993) y sentí que me hablaba de la libertad. Yo admiraba el poder de ser ella misma, esa osadía y teatralidad que me influyeron profundamente.
-Mencionaste la competencia ¿Los concursos han sido una mala experiencia?
-Gané un par de concursos, que ni los nombro porque reconozco que no son el medio para mí. Yo no podía entender por qué tenía que salir a la luz mediante la comparación o la competencia. Los hice hasta que asumí que ese no era mi camino. Vine a Buenos Aires, me encontré con Aldo Antognazzi y más tarde con Bruno Gelber.
-¿Cómo te convertiste en discípulo de Bruno Gelber?
- Por una masterclass que dio en el Conservatorio Nacional en el año 2000. Era algo tan inédito y excepcional, que se anotó todo el mundo. Yo ya había venido a los 18 años desde Santa Fe para escucharlo en el Teatro Colón cuando tocó el concierto de Brahms op15, una música que amo y de la cual él es el intérprete absoluto. Fue un impacto tremendo. Dos años más tarde, cuando llegué a la masterclass y vi tanta gente, tuve un ataque de timidez y me fui. Pero Antognazzi insistió. Preparé las Rapsodias op79 de Brahms porque sabía que a Bruno le gustaban de modo que fui a su clase y cambió mi vida para siempre.
-¿En qué sentido?
- En muchos. Encontrarme con un pianista de nivel mundial me sacó de mi cotidianeidad, de la realidad del estudiante de conservatorio que saca buenas notas. Conocer a Bruno Gelber era todo; era lo más. En la primera serie de clases yo fui el último en tocar después de tres días. Me seleccionó entre los cinco mejores y me dio una beca para estudiar en Europa. Él me abrió esa puerta, me mostró otro mundo posible. Y fue tan decisivo que hasta dejé de usar mi nombre compuesto (Juan Silas) porque cuando le pasaron la lista de participantes, decidió llamarme así y desde entonces soy Silas, a secas.
-Corrió mucha agua bajo el puente antes de embarcarte en la composición y el diseño de este tipo de espectáculos como el que vas a ofrecer el 1ª de marzo.
-Aunque subir al escenario y tocar el piano en público ya es muchísimo, me parecía que faltaba algo. Siempre tuve esa inquietud. Empecé cambiándome la ropa en el intervalo. Después agregué efectos de luces. Y en París hice locuras del tipo “concierto-desconcierto”, con una primera parte tocando música clásica y una segunda bailando danza contemporánea. Tengo intereses artísticos que fui incorporando a mis conciertos, por eso me gustó la metáfora de la cárcel, porque si bien el mundo clásico fue mi escuela, lo que me formó como pianista, músico y compositor, lo que me enseñó a analizar y a tocar la música, fue también mi quiebre. Yo estudiaba con Monique Deschaussées y un día no quise tomar más lecciones de piano. Ella lo había escuchado a Bruno de jovencito, cuando ganó su premio en París, y pensó: “Voilà, le nouveau maître”, o sea que era una continuidad. Pero fue algo tan fuerte que no me anime a decírselo. Le escribí una carta explicando que no se trataba de cambiarla por otro profesor sino de no volver a estudiar. Fue un salto al vacío del que no tenía idea qué venía después.
-¿Y qué vino?
-La propuesta que esperé toda mi vida: El Teatro del Bicentenario de San Juan me ofreció la sala para crear el espectáculo que yo deseara con toda libertad. Lo hicimos en 2021 con el álbum Silas. Y ahora, en esta nueva versión del Auditorio de Belgrano incluiré los temas de Self, mi último álbum.
-¿Qué te hizo volver?
-Las ganas cada vez más intensas de reconectarme con la Argentina. Llevo la mitad de mi vida viviendo en Francia, pero con la pandemia tuve la necesidad de volver y quedarme más tiempo. Regreso a París en dos semanas, pero siento más que nunca que ha llegado un momento en que la vida da una vuelta y todo se cierra.
Para agendar
Concierto-Espectáculo. Fusión de música y artes visuales. Obras de Silas Bassa (compositor e intérprete de piano solo). Función: sábado 1º de marzo, a las 21. Sala: Auditorio de Belgrano (Virrey Loreto 2348). Entradas: @ticketekar