'Sintiéndolo mucho' destapa la gran verdad de Joaquín Sabina

Joaquín Sabina en 'Sintiéndolo mucho' (Fernando Marrero, cortesía de Avalon)
Joaquín Sabina en 'Sintiéndolo mucho' (Fernando Marrero, cortesía de Avalon)

Detrás de Sintiéndolo mucho hay algo más que el título del documental de Joaquín Sabina. Hay algo más que un estreno en los cines y la vida de una gloria musical de nuestro país. Lo que hay es una historia absolutamente desconocida que merece la pena ser contada. De su música lo sabemos casi todo, de su alma casi nada… hasta ahora. Gracias a la varita mágica del director Fernando León de Aranoa, a las magistrales notas musicales del cantante Leiva y, por supuesto, a la valentía de su protagonista, hemos podido visitar sus estancias más oscuras, esas que habitan en todos y no tenemos las narices de mostrar. Pero también nos ha llevado a unos rincones casi celestiales que superan con creces la poesía de sus famosas canciones.

Uno sabe que está viendo algo bueno cuando casi ni parpadeas y no te quieres levantar del sitio, incluso si tus necesidades más primarias llaman a la puerta. Así me sentí durante las dos horas que dura el documental. Pegada al asiento pero, sobre todo, pegada a esta historia. Para mí ha sido como conocer a otro Joaquín, a uno al que te apetece abrazar con fuerza y no soltar en unos minutos. Cada segundo de este trabajo es una entrega en cuerpo y alma a algunos episodios de su vida, y todo de la manera más auténtica. Justo lo que un espectador espera cuando se dispone a ver una película, en este caso, documental.

Mis antecedentes con Joaquín Sabina se remontan a mi casa en el madrileño barrio de Carabanchel. Él ha sido uno de los cantautores españoles que junto con Joan Manuel Serrat y Luis Eduardo Aute más ha tarareado mi madre en casa. Y quizás, por eso, porque lo mamé, despertó en mí una gran curiosidad. Él por encima de todos los demás. Sin ser una seguidora acérrima que se compra todos sus discos y acude a todos sus conciertos, reconozco que siempre me sedujo su propuesta. Quizá porque nunca he tenido una vida tan llena de aventuras y excesos, y me parecía fascinante todo lo que contaba. O quizá porque, como a casi todas a una cierta edad, me gustaban los chicos malos y él tenía mucha pinta de eso.

Fernando León de Aranoa y Joaquín Sabina en el rodaje de 'Sintiéndolo mucho' (Fernando Marrero, cortesía de Avalon)
Fernando León de Aranoa y Joaquín Sabina en el rodaje de 'Sintiéndolo mucho' (Fernando Marrero, cortesía de Avalon)

Pero como siempre, las apariencias engañan. De malote tenía poco, de travieso y curioso, mucho. Con el tiempo y, sobre todo, con este documental, uno descubre todo lo humano que se esconde detrás de su famoso bombín y ese pasotismo torero que hace tanta gracia cuando le escuchas. Sintiéndolo mucho, he llegado a la conclusión de que Joaquín es mucho más que sus, insisto, inigualables temas. Es mucho más que su gusto por el cigarrillo, el tequila y otras sustancias que ya dejó y en su momento le inspiraron, deleitaron y acompañaron por muchos años, por muy poco recomendables que fueran.

Sin destripar demasiado lo que el espectador se va a encontrar en esta exquisita historia de la vida real, os adelanto algo que a una servidora le atrapó desde el primer minuto, Y es que no hay nada más valiente y aplaudible que ser uno mismo y aceptar sin demasiado titubeo tus debilidades, fantasmas y miedos. Esos que te llevan literalmente al baño a vomitar o hacer otras cosas porque estás descompuesto o porque algo te da mala espina. Joaquín no ha tenido reparo en mostrar uno de esos momentos de vulnerabilidad poco antes de un concierto donde los nervios y la ansiedad se apoderan de la tranquilidad, donde el mito o la leyenda que los demás hacen de uno queda reducido a lo más terrenal. Este artista de Úbeda lo enseña con una autenticidad pasmosa, lo cual considero una de las declaraciones de amor más bonitas que se le puede hacer al público.

Podría contar, entre otras muchas cosas, que esta historia que recorre la vida de Joaquín en los últimos 13 años, te lleva a sus momentos entre bambalinas y su éxito internacional. Podría contar el cachondeo y el buen rollito de sus ensayos con sus músicos, su romance con México, el tequila y el mariachi, o cómo nacieron algunas de sus melodías más famosas. Y, ya que estamos, podría describir sus viajes por el mundo, los encuentros maravillosos con sus fans y esos reconocimientos que le hinchan el ego a cualquier artista. Pero eso ya lo conocemos o nos lo imaginamos. Y, aunque no deja de ser precioso, divertido y muy destacable, no es, al menos para mí, lo que hace de este trabajo cinematográfico un documento de colección.

Prefiero contar que Joaquín, al igual que en sus canciones, no ha romantizado nada en exceso sino que, por el contrario, ha abierto la puerta a algunos de sus episodios más dolorosos, a eso que conocemos como la cruda realidad. Por ejemplo, su fuerte caída en el WiZink Center de Madrid durante uno de sus conciertos con Joan Manuel Serrat en 2020 que le llevaron directo al hospital y pasar dos operaciones. Un antes y un después en su salud, en su vida y en su trabajo. Un suceso que, de repente, para todo lo que tenías en la agenda y te obliga a cambiar de ruta. Un camino hacia la recuperación que no es precisamente uno de rosas y que ha contado con una sinceridad que conmueve hasta las lágrimas. En ese proceso tan difícil ha estado acompañado por quien es, al menos para mí, otra de las grandes protagonistas de este documental: su mujer Jimena Coronado.

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No considero que los dichos populares o refranes vayan a misa, pero en este caso, y aunque suene a expresión facilonga, eso de que detrás de un gran hombre hay una gran mujer, aquí aplica en mayúsculas y colores fosforescentes. La manera en que ambos se cuidan, se hablan con sus silencios y sus cómplices miradas, traspasa la pantalla. Su interacción es una de las partes más entrañables y bonitas del trabajo de Aranoa. Siempre a su lado, pero sin atosigar y con un saber estar elegante y bondadoso, Jimena brilla, al igual que su historia de amor contada por Joaquín durante uno de los momentos del documental. Un relato muy sabiniano que te hace entender que el amor de pareja va más allá del enamoramiento cardíaco y las mariposas en el estómago.

Porque si hay algo que Joaquín cuida y mima, además de sus canciones, es a los suyos. Y esa es la otra parte que se aborda con excelencia este documental y te desmonta como espectador. Es un hombre entregado a su gente, amigo de sus amigos y respetuoso al máximo de su familia y las costumbres del lugar que le vio nacer, aunque él eligiera otras muy diferentes. Los ojos le sonríen cuando habla de su padre y lee sus versos, y la nostalgia se le dispara cuando recuerda esas aventuras de la niñez o visita la estación de tren que le condujo a un futuro tan apasionante como inesperado. Escucharle hablar de esos recuerdos, unos mejores que otros, te invita a hacer las paces con algunos resquicios de tu vida que andan por ahí sin destino fijo.

Especialmente remarcable es también su amistad con José Tomás, torero y gran amigo del cantante al que dedica un episodio conmovedor. Aunque a muchos no nos guste esta tradición llamada toreo, uno llega a percibir, sin necesidad de juzgar, lo que Joaquín siente y piensa más allá de si es justo o no lo que ocurre en una plaza de toros. No es el momento de hacerlo. Joaquín muestra ese otro lado lejos de los debates típicos, te enseña a un Tomás trabajador, entregado y concentrado en lo que tiene que hacer: jugarse y salvar la vida. En este sentido, el documental recoge la cornada que sufre el torero y cómo dos amigos se acompañan en el dolor y el respeto, uno desde el hospital siendo operado, y el otro desde la otra plaza donde tiene que salir a cantar sabiendo que su amigo está en peligro. Y todo con una propuesta visual y, por supuesto, musical de la mano de Leiva, que hace que todas las manillas del reloj encajen a la perfección.

Más que seguir contando lo que este trabajo presenta con tanta maestría y generosidad, toca ir a verlo. Te guste más o menos la música de Joaquín Sabina, no tiene desperdicio pues es un relato humano por encima de todo. Este viernes 17 de noviembre llega a las salas una de esas historias que se agradece ver. No es un documental al uso que cuenta la vida y obra de alguien,sino un fascinante paseo por los últimos años de alguien que se atreve a desnudar su alma por completo. Joaquín nos lleva a caminar por la calle de la melancolía a la vez que hace que nos ‘sobren los motivos’ para vivir con pasión.

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