El problema común tras sobrevivir a un ictus que no debes minimizar ni ignorar

Hasta un 70 por ciento de las personas que han sufrido un ictus y lo han superado pueden tener dificultad para tragar o disfagia. (Foto: Getty)

El ictus afecta a 120.000 españoles cada año, siendo ya la segunda causa de mortalidad en nuestro país, la primera en el caso de las mujeres, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN).

Después de un ictus, en las personas que sobreviven se suele presentar cierta dificultad para tragar o disfagia orofaríngea (DO), un síntoma común con una prevalencia que oscila entre un 22-70 por ciento. Consiste en la dificultad para trasladar de manera segura el bolo alimenticio desde la boca hasta el estómago debido a una sensación de molestia o de interrupción del tránsito.

La deglución es una tarea complicada en la que el cerebro coordina varios músculos que intervienen en el proceso de masticar y tragar. A veces el ictus puede dañar las partes del cerebro que se ocupan de estas funciones y provocar afectaciones sobre la capacidad de tragar. La tos durante las comidas, suele ser una señal de alerta.

Se trata de un síntoma que dificulta en gran medida la recuperación de las personas, alargando el tiempo que se tarda en reponerse de un ictus y provocando un empeoramiento de las secuelas.

Esto "tiene consecuencias tales como desnutrición, deshidratación, neumonías e infecciones respiratorias por broncoaspiración, de manera que puede retrasar la recuperación funcional del ictus, prolongando la estancia en hospital, y, por tanto, aumentando la probabilidad de padecer secuelas más graves y la mortalidad en estos pacientes”, explica la doctora Adela Benítez Guerrero, médico rehabilitador del Hospital Universitario Carlos Haya (Málaga).

La disfagia tras un ictus también se asociada una mayor carga social y repercusión psicológica, afectando negativamente a la calidad de vida, tanto de los pacientes, como de sus familiares. "No podemos olvidar que en nuestro entorno todos los actos sociales se realizan alrededor de una mesa y la dificultad de estos pacientes para comer les lleva a un aislamiento social", añade la experta.

El caso es que cuando se produce una alteración en el proceso de la deglución, si no se detecta a tiempo, acabará causando un problema mayor como lo es la desnutrición. Además de la pérdida de peso, hay pérdida de masa muscular, que produce un empeoramiento del estado funcional , aumentado la probabilidad de secuelas más severas y de dependencia del paciente para todas las actividades de la vida diaria.

Todo ello causa un empeoramiento general, tanto en el propio afectado como en la gravedad del ictus. Es muy probable que "conduzca a la presencia de inmunosupresión, que junto a una disminución de la capacidad respiratoria, favorecerá la aparición de infecciones respiratorias, mayor riesgo de caídas, y por consiguiente, de riesgo de fracturas óseas, aparición de ulceras por presión y retraso en al cicatrización de heridas o empeoramiento del estado cognitivo", explica la Dra. Benítez.

"Siendo un trastorno muy frecuente, a menudo lo vemos infravalorado e infradiagnosticado, pasando desapercibido tanto por parte del propio enfermo y sus familiares como por los profesionales sanitarios", advierten desde la Unidad de Disfagia del Grupo QuirónSalud. La disfagia causa consecuencias graves en la nutrición y deshidratación de los enfermos, y es considerado el mayor riesgo para el desarrollo de infecciones respiratorias que pueden comprometer la vida del individuo.

La consecuencia más directa es que el enfermo debe permanecer más tiempo en el hospital, aumentando el riesgo de complicaciones.

El modo más eficaz para frenar estas consecuencias es adelantarse al problema. Se ha demostrado que las intervenciones médicas para abordar las dificultades de deglución permitieron reducir considerablemente la muerte y la dependencia después de un ictus. Para las personas que han sufrido un ictus es fundamental una detección precoz de la disfagia, para evitar reingresos en el hospital y favorecer su rehabilitación, tanto funcional como deglutoria, y un aumento de la calidad de vida.

En el hospital, hay que hacer una prueba para revisar la capacidad de tragar de la persona durante las primeras horas, antes de cualquier tipo de ingesta ya sea comida, líquidos o medicación oral. De modo que, si hay alguna dificultad, el equipo de ictus lo detecte rápidamente para evitar complicaciones. Sin embargo, los problemas no siempre son evidentes.

Algunos signos de disfagia son:

  • Toser mientras se bebe o se come.

  • La comida o el líquido puede ir hacia las vías respiratorias.

  • Notar como si la comida se encallara en la garganta.

  • Restos de comida o líquido en la boca después de haber tragado.

  • No poder masticar adecuadamente.

  • Cambios en la voz, tener la sensación de voz ronca.

  • Goteo, los líquidos o la saliva caen de la boca.

En caso de confirmarse la disfagia, el objetivo es que la persona afectada se pueda alimentar de forma oral y segura, manteniendo un estado nutricional e hidratación adecuado. Esto se consigue mediante con rehabilitación; entre un 65-85 por ciento de los pacientes vuelvan a comer de manera natural tras el tratamiento. Puedes hacerte una idea con estos videos sobre rehabilitación de Nutricia, creados para dar a conocer este problema derivado del ictus.

Se trata de "soluciones innovadoras que combinan estrategias compensatorias y sensoriales con el objetivo de mejorar la deglución”, subraya Gonzalo Zárate, Director Médico de la división de nutrición especializada de Danone.

Una vez encontrados los fallos o los aspectos alterados en el proceso deglutorio se diseña un programa de intervención adecuada basado en diferentes técnicas de tratamiento, teniendo en cuenta aspectos como el nivel de alerta, conductuales, capacidad de aprendizaje y soporte familiar o características de los cuidadores.

El tratamiento se puede clasificar en dos grandes grupos o etapas:

  1. Primero estarían las 'estrategias compensatorias', donde enmarcaríamos la presentación del alimento y control del entorno, las modificaciones del volumen, textura y viscosidad del alimento, técnicas de incremento sensorial y maniobras posturales.

  2. Y después ya la rehabilitación propiamente dicha, que necesita una participación activa del paciente, tales como la realización de ejercicios neuromusculares y maniobras deglutorias.

Según los especialistas, la estimulación sensorial juega un papel clave. En concreto, el uso de sustancias que permiten despertar sensores en la boca en los pacientes que tienen riesgo de atragantarse (denominadas agonistas naturales). Por ejemplo, el mentol ha mostrado mejor deglución en estos pacientes. Estas sustancias generan una estimulación sensorial en el cerebro que activa los mecanismos para una correcta deglución, ayudando al paciente a notar el alimento en la boca y a moverlo de manera adecuada, evitando así que el alimento desvíe su ruta hacia los pulmones.

De esta manera, se mejora la sensibilidad del reflejo deglutorio, se acelera la respuesta al tragar, y se consigue reducir los atragantamientos en un 50 por ciento y el residuo de alimento que queda en la faringe en un 67 por ciento.

El cambio en la viscosidad de los líquidos y la estimulación sensorial son técnicas de tratamiento fundamental para tratar la disfagia y mejorar la recuperación tras un ictus. Para ello, explica la experta, existen productos como Nutilis Complete (de Nutricia), una terapia nutritiva que aúna las dos técnicas de tratamiento, lo que supone un importante avance.

En este sentido, "al modificar la consistencia del bolo alimenticio aumenta ligeramente su viscosidad para conseguir una deglución más segura. Esto junto al sabor (existen distintas variedades como Mango Peppermint o Lemon Mint), los extractos de mentol y otros agentes diseñados para activar los receptores del frío en al orofaringe, consigue compensar la perdida de sensibilidad y actúan como una técnica de estimulación sensorial facilitando el disparo deglutorio y protegiendo la vía respiratoria”, finaliza la experta.

Por último, en los últimos años se han incorporando técnicas de facilitación que complementan a la terapia clásica, donde la más usada es la electroestimulación neuromuscular.

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