Steven Spielberg logró en una escena lo que ‘Jurassic World: Dominion’ no consigue en toda una película

El mundo perdido, la secuela de Jurassic Park que Steven Spielberg dirigió en 1997, no fue un título a la altura del legado del clásico de 1993. Es innegable que fue una producción rutinaria donde ni siquiera su reputado cineasta pareció mostrar el esmero con el que acostumbra a deslumbrarnos, aunque tampoco se puede decir que fuera un completo desastre.

No hay más que ver el ingenio con el que muchas de sus secuencias están planteadas, como el instante con Julianne Moore sobre un cristal quebradizo a punto de caer a una muerte segura, la transición de los gritos de terror de la escena inicial al bostezo de Jeff Goldblum o la forma en la que a ratos superaba el nivel de violencia y tensión de su predecesora. Y por irregular que fuera el resultado final, creo que su sentido del espectáculo está muy por encima de todo lo que la franquicia nos está ofreciendo ahora con su nueva trilogía.

El mejor ejemplo lo vemos en la recién estrenada Jurassic World: Dominion, donde las intenciones que persigue la película, la de sorprendernos con los dinosaurios asolando el mundo, se quedan en la nada más absoluta comparándolas con lo que logró Steven Spielberg en una única escena de esta primera secuela de Jurassic Park: Aquel icónico final con un Tyrannosaurus Rex desatando el caos en las calles de San Diego.

Un T. Rex asaltando un autocine en el prólogo promocional de 'Jurassic World: Dominion'  (© 2022 Universal Studios and Amblin Entertainment. All Rights Reserved.)
Un T. Rex asaltando un autocine en el prólogo promocional de 'Jurassic World: Dominion' (© 2022 Universal Studios and Amblin Entertainment. All Rights Reserved.)

Como bien dejó entrever el final de Jurassic World: El reino caído, parecía que la tercera entrega de la nueva trilogía tomaría esta idea que ya exploró Spielberg y la llevaría a nivel aún mayor. Ahora no solo habría una única criatura jurásica rondando en nuestros ecosistemas, sino todos los miles de dinosaurios que escaparon de la Mansión Lockwood durante el epílogo de la cinta dirigida por J.A. Bayona en 2018.

Un ejemplo de las muchas posibilidades que abría esta idea la vimos durante el prólogo que Universal exhibió el pasado verano junto a Fast & Furious 9, un avance donde, tras observar espectaculares imágenes de dinosaurios conviviendo hace millones de años, se mostraba a un T. Rex irrumpiendo en un autocine bajo el mismo sentido del espectáculo del final de El mundo perdido, solo que ahora con un punto más nostálgico y con la promesa de que eso era el solo el principio de algo más grande. Pero estas expectativas han estado muy lejos de cumplirse.

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Primero, este prólogo ni siquiera ha sido incluido en la versión final de la película. En su lugar, Jurassic World: Dominion abre con imágenes de un falso noticiero sobre dinosaurios asolando la Tierra con un acabado tan de serie B que asusta, lo que supone un shock mayúsculo nada más comenzar el metraje. Después, asistimos a una sucesión de escenas rutinarias y breves donde se muestra cómo los humanos tratan de convivir con estas criaturas, pero todas ejecutadas con tan poca chispa que pasan sin pena ni gloria por pantalla.

Por ejemplo, en una de las secuencias iniciales vemos a Chris Pratt en modo vaquero cabalgando junto a dinosaurios, una escena que se funde con el western y que escondía múltiples oportunidades bajo la manga para jugar y sorprender al espectador. Pero no es el caso, porque se resuelve en apenas un instante, se ejecuta con la desgana propia del cine de estudio más rutinario y nos deja con la miel en los labios. Y esto es justo lo que ocurre con el resto de las secuencias que tratan de explorar el concepto de los dinosaurios poblando el mundo, que ni impresionan ni se aprecia esmero en crear espectáculo.

Otro ejemplo ocurre en uno de los instantes claves de los tráilers, la persecución en moto en Malta en una ciudad plagada de estas criaturas prehistóricas. Aunque el problema aquí no es tanto lo mal o bien que esté rodada la escena, sino que los dinosaurios son mero decorado en medio de una huida en la que carecen de relevancia argumental. Y es que Jurassic World: Dominion es una película que deja de lado a los dinosaurios, puesto que su historia se centra en un entramado sobre modificaciones genéticas y delirios capitalistas que los relega a un segundo plano. Y bajo este enfoque, era imposible explorar con eficacia este concepto tan ambicioso, atractivo y tentador que se nos presentó en avances y en la anterior entrega.

Al final, Spielberg, con tan solo una escena en una película que estuvo lejos de ser de sus mejores obras, realizó un trabajo mucho más memorable y espectacular que el que Jurassic World: Dominion es capaz de hacer con una propuesta con más ambición y oportunidades. Todos los que en su día vimos El mundo perdido: Jurassic Park seguimos teniendo clavado en la mente al Tyrannosaurus Rex poniendo patas arriba San Diego, en cambio, uno sale del cine de ver Dominion sin recordar ni un solo momento destacable.

Y es que al final menos es más. A Spielberg ni siquiera le hizo falta pecar de grandilocuente ni recurrir a la acción ruidosa y extrema para sorprender. Y no hay más que ver ese instante donde el enorme T. Rex se cuela en el jardín de una familia, donde con un inocente diálogo entre un niño y sus padres el director conseguía desatar la risa, atemorizarnos y demostrar una mala baba increíble. En cambio, en esta última entrega de Jurassic World no hay más que puro ruido y acción torpe. Y, valorando las expectativas tan altas que había puestas y este trabajo previo en El mundo perdido, su sucesión de imágenes de dinosaurios poblando la Tierra se quedan vacías y sin impacto.

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