Stranger Things 4: una canción clave en la trama se convirtió en la más escuchada 37 años después de su lanzamiento
A pocos días de haberse estrenado, la cuarta temporada de Stranger Things ya cuenta con dos grandes hitos: el arranque con más vistas de Netflix y el haber conseguido que una canción estrenada en 1985 se convirtiera en la más escuchada.
La serie, basada en un grupo de amigos que luchan con monstruos de otro mundo mientras transitan situaciones propias la pubertad y la adolescencia, transcurre en los años 80. Por eso son comunes las referencias culturales que remiten a esa década llena de color, raros peinados nuevos y una guerra fría que mantenía en vilo a todo el planeta.
Esa misma razón permitió que fueran varios los temas musicales que, tras ser rescatados por la serie, vivieron una segunda ola de éxito. En 2019, por ejemplo, Matt y Ross Duffer desempolvaron el tema principal de La Historia sin fin, “Never Ending Story”, y así, la canción de Limahl, aumentó un 800% en las búsquedas en YouTube. Esta vez, sin embargo, el impacto fue mucho más fuerte.
El tema (¡alerta de spoilers!)
Es que, más allá de formar parte del soundtrack de esta nueva temporada, una de las canciones ocupa un espacio importante dentro de la trama. Tanto, que es lo que consigue mantener a una de las protagonistas a salvo del gran villano de la serie.
Se trata de “Running Up That Hill (A Deal With God)”, el tema que la icónica cantante británica Kate Bush lanzó en 1985, un año antes del eje temporal de esta cuarta temporada. Se la escucha por primera vez mientras Max (Sadie Sink) camina por los pasillos de su colegio con sus walkman puestos, completamente ensimismada en sus pensamientos. Capítulos más tarde, Dustin (Gaten Matarazzo) descubriría que esa canción, la favorita de Max, tiene el poder de salvar a su amiga y mantenerla alejada del poder de Vecna, el malvado más malvado de la serie.
Gracias su protagonismo en la serie, el tema encabezó durante el fin de semana el podio de los más escuchados en iTunes y miles de adolescentes en todo el mundo corrieron a las redes para comentar sobre la canción, que hace rato ya pasó las tres décadas. También se convirtió en uno de los más escuchados en Spotify y YouTube y, además, de acuerdo a lo comunicado por Billboard, las búsquedas de la canción subieron en un 800% durante los últimos dos días.
“Running Up That Hill” es el primer corte del álbum Hounds of Love. Ya desde su lanzamiento, estuvo bien aspectado: se posicionó como una de los diez temas más escuchados en el Reino Unido, Irlanda, Países Bajos, Australia, Bélgica y Alemania. En 2012, en tanto, Bush presentó una nueva versión remixada que, también, consiguió una posición dentro del top ten en su tierra natal.
“No me duele. ¿No querés sentir cómo se siente? ¿Querés saber por qué no me duele? ¿Querés oír sobre el trato que estoy haciendo?”, son las primeras frases de la canción, de estilo synth-pop. Y continúa: “Si tan solo pudiera hacer un pacto con Dios y hacer que cambiaran nuestros lugares”. El tema, que pareciera abordar la necesidad de una mujer de encarar los problemas con su pareja, se convirtió, con el correr de los años, en un himno de las mujeres trans británicas.
La cantante británica Kate Bush editó su primer álbum a los 19 años
“Se trata de una relación entre un hombre y una mujer. Se aman mucho, y el poder de la relación crea inseguridades. Propone que si pudieran llegar a un acuerdo con Dios, y el hombre pudiera ser la mujer y la mujer el hombre, cambiar de lugar, quizá podrían entender cómo es ser la otra persona y aclarar los malentendidos”, explicó la autora en una entrevista.
La artista
A pesar de haber sido “descubierta” por muchos televidentes de las nuevas generaciones gracias a la serie de Netflix, Kate Bush cuenta con una elogiada y exitosa carrera desde sus inicios, allá por finales de los años 70.
Fue descubierta por David Gilmour a los 16 años. El cantante y guitarrista de Pink Floyd quedó asombrado por su talento y fue quien la presentó a las autoridades del sello EMI. Durante tres años, Kate se ocupó de componer las canciones de sus dos primeros discos, pero también de complementar sus conocimientos musicales estudiando otras disciplinas, como danza, teatro y mimo.
A los 19, ya segura y con una formación más integral, lanzó The Knick Inside, un álbum muy personal que combinaba reggae, rock psicodélico y folk con baladas románticas y fantasmagóricas. El disco incluía “Wuthering Heights”, una canción inspirada en la novela de Emily Brontë, en la que el espectro de Cathy intentaba comunicarse con Heathcliff. El tema fue un éxito inmediato, y logró mantenerse en el primer puesto de los más escuchados durante varias semanas.
Luego llegarían Lioneheart (con éxitos como “Symphony in Blue”, “Hammer Horror” y “Wow”); Never for Ever, que contenía las inquietantes “Babooshka”, “All We Ever Look For” “Armie Dreamers”, “Night Scented Sotck”, “Blow Away” y “Breathing”, en la que la cantautora alerta sobre las implicancias de una catástrofe nuclear.
Hastiada de tener que negociar con la discográfica su propuesta artística, pero también de la imagen sexualizada que pretendían vender de sí misma, Bush comenzó a hacerse cargo de la producción integral de sus discos a partir de Never for Ever. “A los artistas no deberían hacerlos famosos. Les conceden un aura enorme de cualidad casi divina, solo porque su oficio genera mucho dinero. Y al mismo tiempo es una importancia forzada… Hecha artificialmente solo por para que la prensa pueda alimentarse de ellos”, explicaba la cantante por aquellos días. Y aseguraba: “Todas las mujeres detrás de un piano terminan siendo como Lynsey de Paul o Carole King. Y la mayoría de la música hecha por hombres (no toda, pero la buena), realmente te gusta. Te pone contra la pared y eso es lo que me gusta hacer. Me gustaría que mi música se impusiera. No muchas mujeres tienen éxito con eso”.
En 1979, con 20 años recién estrenados, se hizo cargo de su primera gran gira, The Tour of Life, y creó su propia empresa Kate Bush Music, rodeada gente de su confianza, para tomar de una vez por todas las riendas de su carrera.
Kate Bush en 1980
Ya entrados los años ochenta, Bush volvió a sorprender a su público con su álbum más polémico y experimental: The Dreaming, en el que se metía de lleno con temas tan variados como la Guerra de Vietnam (“Pull Out The Pin”), las tribus aborígenes australianas (“The Dreaming”) y el cine de Stanley Kubrik (“Get Out Of My House”).
Hounds of Love, su quinto álbum de estudio -y el que contiene la canción que terminó salvando a Max de las garras de Vecna- significó su regreso a las grandes ligas. Mereció los elogios de la crítica especializada y, además, marcó su regreso a las primeras posiciones de los ránkings. El disco está dividido en dos partes: mientras en la primera se suceden canciones pop como “The Big Sky” y “Cloudbusting”; la segunda se titula The Ninth Wave (La novena ola) y cuenta, a través de varias canciones, la historia de una mujer perdida en el océano.
A pesar del éxito sostenido, los medios no veían su propuesta artística integral de la misma manera que habían abrazado la de otros artistas varones, como David Bowie o Peter Gabriel. “La gente ni siquiera sabía que yo escribía mis canciones o tocaba el piano. Los medios me promocionaban solo como un cuerpo femenino. Era como si siempre tuviera que demostrar que yo soy un artista en un cuerpo de mujer”, analizó la cantante, en una entrevista.
Sus colegas, esos a los que ella tanto admiraba, terminaron, sin embargo, sucumbiendo a sus encantos. “El arte de Kate Bush es el epítome de la feminidad. Te seduce, te conmueve y te hace renacer” expresó Gabriel en algún momento, luego de invitarla a cantar con él “Don’t Give Up”, la canción de su disco So. “Es como si un alma en pena se hubiera fusionado con el amo del teatro musical”, la describía, a su vez, Bowie.
“La gente pensaba que Kate estaba loca. A la gente le daba vergüenza admitir cuánto les gustaba, y creo que eso dice mucho. Al menos, con el feminismo de hoy en día, ha dejado de ser percibida como una amenaza”, expresó Björk, quien considera a la cantante británica como una de sus más grandes influencias.
En total, Bush editó 10 discos de estudio. El último, 50 Words for Snow, de 2011, alcanzó el puesto número 5 en las principales listas del Reino Unido, convirtiéndola en la primera mujer en conseguir el hito de colocar en el top five álbumes con material completamente nuevo en cada una de las últimas cinco décadas.