'Stranger Things' deja una deuda pendiente que no le perdono

ATENCIÓN: este artículo contiene spoilers de la cuarta temporada de Stranger Things.

Stranger Things cerró su cuarta temporada con todas las fichas posicionadas en el tablero de cara a la quinta y última tanda (que supuestamente podríamos ver en 2024). Después de nueve episodios extendidos más de la cuenta, los hermanos Duffer plantaron el apocalipsis definitivo en Hawkins con sus miras puestas en una batalla final contra el villano más temido del Upside Down. Un desenlace que, en mi opinión, más que un punto final me ha parecido un punto y coma.

Sin embargo, en una temporada tan extensa de 782 minutos de duración no logro entender ciertos huecos en la historia. Pero, sobre todo, la gran deuda pendiente que tiene la serie con un personaje en particular.

Noah Schnapp como Will Byers en 'Stranger Things'. Cr. Atsushi Nishijima/Netflix © 2022
Noah Schnapp como Will Byers en 'Stranger Things'. Cr. Atsushi Nishijima/Netflix © 2022

Creo que no me equivoco al deducir que, como yo, más de uno habrá imaginado que la temporada sería la más completa de todas al conocer que los episodios durarían más de una hora, con un final de dos horas y media. Y en ciertos arcos lo hicieron, como fue el caso de la búsqueda personal de Eleven (Millie Bobby Brown) por aceptarse a sí misma, sacudiéndose los traumas y cerrando, por fin, una etapa de dudas e inseguridad. O la renovación existencial de Max (Sadie Sink) al son de ‘Running up that hill’ de Kate Bush a raíz de la mochila cargada de culpa por la muerte de su hermano mayor Billy. O que Steve (Joe Keery) retome cierto protagonismo como un Kurt Russell heroico de los ochenta abriendo su corazón de una vez por todas. O que pusieran sobre la mesa la revelación más importante sobre los orígenes del Upside Down, el poder del gran villano Vecna y el significado de toda su existencia con un propósito claro de destrucción masiva.

Sin embargo, después de tantas horas dedicadas a la temporada me quedó una sensación inesperada de rencor por darle tan poco protagonismo a Will (Noah Schnapp) cuando es el personaje que más lo merecía. Aquel niño que se quedó atrapado en el Upside Down en los inicios de la historia; ese que tiene una conexión con el universo del revés que nadie comprende; ha pasado toda la cuarta temporada en un segundo plano a excepción de dos secuencias. Precisamente las dos escenas más emotivas, inolvidables y poderosas de toda la tanda de 13 horas de duración.

Aquellos que ya vieron la temporada saben de sobra de qué escenas estoy hablando (a juzgar por las reacciones en redes sociales y el furor que está teniendo la serie para Netflix diría que son la mayoría de espectadores que siguen la serie). Después de ver cómo Will Byers (Noah Schnapp) observa desde la distancia y con cierto dolor a su mejor amigo Mike (Finn Wolfhard) interactuar con su novia Eleven (Millie Bobby Brown) al inicio de la nueva temporada, la serie se toma su tiempo para volver a ponerlo en el candelero. Si bien aparece en escena como parte del grupo que busca soluciones para ayudar y rescatar a Eleven del laboratorio donde recupera sus poderes, su presencia se siente invisible. Hasta que llegan dichas escenas.

La primera tiene lugar en el séptimo episodio cuando Will vuelve a cumplir el rol de consejero con su amigo Mike, calmando su preocupación por Eleven con un monólogo de empoderamiento personal. “¿Ves que tú eres el líder? Eres el que guía al grupo y nos inspira. El escudo es un corazón” le explica señalando un dibujo que hizo de Mike como héroe épico en una batalla. “Sé que parece simple, pero es lo que mantiene unido al grupo. Cuando eres diferentes a veces sientes que eres un error. Pero tú haces que ella no se sienta así, es como si fuera mejor por ser diferente y eso le da valor para seguir luchando” añade haciendo referencia a Eleven. Pero, en realidad, Will está hablando de sí mismo, de sentirse diferente mientras expone sus propios sentimientos hacia Mike. Al terminar el monólogo, Will gira la cabeza y rompe a llorar en silencio, contagiando y transmitiendo toda la opresión personal que carga sin decir ni una palabra.Sin nunca hablar de homosexualidad explícitamente en toda la temporada ni exponer, reconocer o simplemente aliviar su carga interna con nadie.

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La segunda ocurre cerca del final. Su hermano Jonathan (Charlie Heaton) se percata del dolor interno de Will al ver su reacción por el retrovisor del coche y una vez a solas, le tiende una mano recordándole su apoyo incondicional. Jonathan no lo presiona, no le hace preguntas, simplemente le hace saber que está ahí si lo necesita. “No quiero que olvides que estoy aquí y siempre estaré, pase lo que pase. Eres mi hermano y te quiero. No hay nada en el mundo, absolutamente nada, que pueda cambiarlo” le dice para fundirse en ese abrazo que Will tanto necesita. Ese que los espectadores que empatizamos con Will le daríamos si pudiéramos atravesar la pantalla.

De esta manera, los hermanos Duffer terminaron dando a Will un foco especial que me supo a poco, convirtiéndolo en el personajes más emotivo y el que tiene más que explorar y compartir. Un personaje que no necesita de bromas, aventuras con monstruos ni poderes para hacerse notar, sino el que transmite la sensibilidad más tangible sin carga de ficción añadida. Y por eso no comprendo que le hayan dado tan poco espacio en una historia que se alarga más de la cuenta.

Si bien es cierto que la cuarta temporada me pareció la mejor de toda la serie al explorar la dosis de aventura infantil con un tono más adulto, no quiere decir que sea perfecta. No sé ustedes, pero creo que el arco de Jim Hopper (David Harbour) siendo torturado en una prisión rusa se extiende más de la cuenta, haciendo que pierda el interés y el sentido de su presencia constante con una trama que sencillamente no avanza hasta cerca del final. Como tampoco comprendo el rol que cumple Joyce (Winona Ryder) en esta tanda, con una aventura insulsa que roza el riesgo estúpido en su intento por rescatar a Hopper. Opino que tanto el personaje como la actriz merecían una presencia con mayor potencial.

Las escenas de Hopper en prisión se me hicieron eternas hasta empezar a saltarlas por completo. Las de Joyce y su aventura por los aires me aburrieron el triple mientras las secuencias de Eleven explorando recuerdos que ya conocíamos o los planos extensos de miradas y gestos sin decir nada (como los que comparte con ‘Papa’) me llevaron a cuestionar si los hermanos Duffer simplemente estiraron la temporada porque el fenómeno les permite hacer lo que quieran.

Si hubiera sido una temporada breve se podría entender la ausencia de protagonismo de Will y su viaje emocional, dado que necesitaban espacio para posar los focos sobre Max, Eddie y Eleven como figuras esenciales en esta tanda de episodios. Pero con todo el sobrante que terminamos viendo resulta evidente que había espacio de sobra para elevar el rol de Will. Al menos un poco más.

Finn Wolfhard como Mike Wheeler y Noah Schnapp como Will Byers en 'Stranger Things'. Cr. Courtesy of Netflix © 2022
Finn Wolfhard como Mike Wheeler y Noah Schnapp como Will Byers en 'Stranger Things'. Cr. Courtesy of Netflix © 2022

Porque ahora sabemos que Will podría tener más protagonismo en la quinta temporada, o eso nos hacen pensar con el final, al revelar a Mike la profunda conexión que tiene con Vecna y el Upside Down. Es decir, que tenga ese tipo de conexión podría ser vital para la batalla final que veremos en la próxima temporada. Sin embargo, con la libertad de creación que tenían los hermanos Duffer y el sobrante que traspira toda la temporada, han dejado una deuda pendiente con él como personaje.

No solo porque Will se ganó a los espectadores con las dos escenas descritas, sino porque se trata del personaje con mayor potencial de desarrollo emocional. Y no hablo de la ausencia de declaración explícita de homosexualidad, sino de ser más explícitos en ese viaje de desarrollo personal, de exponer y llevar más lejos la carga personal que lleva por dentro. En redes hay quien cree que su silencio se debe a que la trama transcurre en los 80s, sin embargo dudo que la reacción del personaje tenga que ver con eso, sino más bien con su propio proceso de descubrimiento personal y los sentimientos que tiene hacia un amigo que jamás serán correspondidos.

Si un personaje logra conectar así con la audiencia con apenas un par de minutos en una temporada de 13 horas, es evidente que los hermanos Duffer tienen una deuda pendiente que resolver en la quinta y última temporada.

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