Sueño de dos, un homenaje al teatro independiente

Ingrid Pelicori en Sueño de dos
Ingrid Pelicori en Sueño de dos

Autor: Mariano Saba Dirección: Daniel Casablanca. Intérpretes: Ingrid Pelicori, Manuel Callau. Vestuario: Analía Morales. Escenografía: Marcos Aquistapace. Iluminación: Héctor Calmet. Sala: Paseo La Plaza (Corrientes 1660). Funciones: martes, 20 hs. Duración: 70 minutos. Nuestra opinión: muy buena.

En algunas ocasiones e,l contexto es necesario para saborear mejor una propuesta escénica. Ese sueño que es el título de la obra también es real: Ingrid Pelicori y Manuel Callau lo compartieron con el maestro Raúl Serrano; Mariano Saba le había puesto palabras y estructura, pero no llegaron a estrenar. Con el fallecimiento de Serrano el proyecto quedó en pausa.

Con el paso del tiempo, llamaron a Daniel Casablanca para que se hiciera cargo de la dirección y el sueño se convirtió en obra, para disfrute de todos los espectadores.

El escenario de Sueño de dos está en una sala del Paseo La Plaza, pero el universo que invoca es el del teatro independiente. Olga es una actriz comprometida con la causa del teatro político que vota en asamblea hasta los productos de limpieza que se deben comprar, Antonio es el apuntador- el que sabe la letra de todos pero que no ha subido jamás a un escenario.

Sueño de dos
Sueño de dos

La obra juega con los tiempos, casi desde el comienzo se devela el final porque tanto la actriz como el apuntador dialogan con un imaginario profesor que está escribiendo un libro sobre el hombre devenido en actor. Se comprende prontamente que se ha hecho conocido, famoso y que su vida despierta interés como para ser reconstruida. Los espectadores son testigos de esa reconstrucción que se inicia el día en que Olga es abandonada a su suerte por el resto de la compañía con una función programada en un teatro de un pueblo y solo puede recurrir al apuntador para levantar función, compañía, lucha ideológica y todo lo que para ella representa el teatro proletario de arte.

Los elementos escenográficos son transformables, móviles, como sucede cuando hay que ahorrar especio, dinero y jugar con funciones múltiples. La obra que les toca representar es un dramón social que tiene la intención de despertar conciencia.

Puede parecer que el escenario está un poco vacío. Eso es pura apariencia: se llenará con dos actores que harán de esta puesta una clase de actuación magistral. El salto de un género a otro, del mismo modo que el pasar de la risa a la congoja de los ojos húmedos, ocupan el tiempo y el espacio, sin dejar un rincón vacío.

Motivaciones

Un texto inteligente de Saba propone un recorrido por las motivaciones más pedestres para actuar (como hacer el esfuerzo de subirse a un escenario para compartir oficio con la mujer amada) hasta la discusión intelectual de cómo el teatro “debería” influir en sus espectadores. La dramaturgia está plagada de guiños y se puede disfrutar en capas, pero un espectador que desconozca la historia de esos teatros independientes puede, sin embargo, leer las múltiples cuestiones que se ponen en juego en relación con los amores no correspondidos, con las injusticias vitales, con los intentos frustrados, con las pasiones. Humor, poesía, reflexión, todo aparece en esta dramaturgia.

Manuel Callau en Sueño de dos
Manuel Callau en Sueño de dos

Daniel Casablanca, con la asistencia de Guadalupe Bervih, logra un equilibrio perfecto entre el teatro popular y el independiente (que a veces se ubica en las antípodas de aquel). Se plantea también el complejo camino de no parodiar un teatro que se critica en alguna medida estéticamente – pero, tal vez, no éticamente- y que, sobre todo, se es capaz de comprender. Los personajes, aún corridos, desviados, un poco exacerbados con respecto a lo que piensan de la función del teatro, son tratados con profunda ternura.

Como toda obra de arte habilita lecturas múltiples, no hay arte sin polisemia. Pero, además, inscribe un lugar de resistencia cultural, tal vez, en un sitio inesperado. Con otros gestos, con otras palabras, pero con la confianza de que el teatro podrá no cambiar el mundo, pero puede cambiar al espectador.  Aunque sea por un rato.