¿Tú también evitas las malas noticias? Puede que solo estés protegiendo tu salud mental

Fueron 14 los años que el programa de corazón, Sálvame, estuvo en antena entreteniendo a miles de personas cada tarde durante, nada menos, que cuatro horas.  Los motivos de que casi celebrara su 15 aniversario (se despidió de Telecinco el pasado mes de junio) radican en una de las respuestas que más veces hemos escuchado al cuestionar las mismas razones por las que las personas ven los tan exitosos realities de televisión: distraen, entretienen y ayudan a paliar la sensación de soledad. Puede que seas del grupo de personas que nunca le han dado una oportunidad, o puede que, al contrario, tú también hayas caído en las redes de esta tipología de programas. Si eres del segundo grupo sabes de qué estamos hablando.

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Por qué evitamos malas noticias
Por qué evitamos malas noticias

-Consejos prácticos que te ayudan a superar la frustración

Decir que el cotilleo y el morbo por conocer la vida de otras personas nos ayuda a sentirnos mejor es un hecho. En su justa medida, todo lo que nos empuje a distraernos de nuestro día a día y de la avasalladora cantidad de inputs negativos que nos llegan a la misma nos lleva a vivir en un estado mayor de calma y tranquilidad. Tiene sentido, pues si lo piensas, de todas las noticias que leemos y vemos en los medios de comunicación que analizan la actualidad, la mayoría hacen referencia a temas o teorías negativas. Y, consecuentemente, muchos de nosotros las interiorizamos hasta llegar a límites que pueden perjudicar nuestra salud mental.

Uno de los estudios más recientes de 2022 realizados por Reuters para el Estudio del Periodismo, sentencia que precisamente esas consecuencias que dañan nuestra salud mental son uno de los principales motivos por los que muchos decidimos, directamente, dejar de consumir noticias. Las conclusiones del mencionado análisis lo dejan claro: el 36% de los encuestados renuncia a ellas por los efectos que generan en su salud mental, el 43% porque se siente desanimado o avasallado al leer siempre la misma agenda informativa, un 29% para evitar discutir y, un 16% porque sienten que no pueden hacer nada respecto a las mismas. 

Aunque sin suficiente éxito, cierto es que a lo largo de esos últimos años -sobre todo desde que la salud mental comenzara a ser un tema prioritario y se alejara de tabúes- han nacido plataformas y perfiles de redes sociales que se dedican a predicar y a hacer públicos sucesos buenos o positivos que surgen cada día. Sin embargo, en los principales medios de consumo las mayorías son negativas.

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Por qué evitamos las malas noticias
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-¿Es tristeza o es depresión?

Es probable que, si no eres tú, en tu entorno conozcas a alguien que ha decidido mantenerse al margen de la actualidad o que ha reducido el tiempo que dedica a informarse. Lejos queda la idea de tildar a ese grupo de personas de “incultas” o “desinteresadas”. La realidad parece que es bien distinta. De hecho, el informe de Reuters desvela que son, sobre todo, las generaciones menores de 35 años las que realizan esa evasión selectiva de noticias, es decir, los que eligen qué consumir y qué no de manera estratégica y meditada para cumplir un buen propósito: tratar de cuidar su salud.  "Generalmente, cuanta más edad, más recursos de autogestión, de gestión emocional y de gestión de las adversidades, y, consiguientemente, más resiliencia. Por este motivo, no sorprende que el colectivo más joven sea el que más necesite seleccionar la información que consume para preservar su comodidad, su statu quo y su bienestar emocional", señala Mireia Cabero, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta Catalunya (UOC).

¿Por qué evitamos consumir noticias malas?

En España la cifra de personas que evita conocer las malas noticias es ya un 35%, o lo que es lo mismo, una de cada tres personas. "Ante una representación totalmente negativa de la realidad, una persona puede tener la sensación de que no hay escapatoria, de que no merece la pena esforzarse. Hace que se desvanezca la sensación de poder ser útil y aporta una percepción de falta de esperanza, sin soluciones ni aspectos positivos. El impacto de este tipo de mensajes depende de muchos factores, entre ellos la exposición o la experiencia y las vivencias personales”, cuenta en un comunidad oficial Silvia Martínez, profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC, y directora del máster universitario de Social Media: Gestión y Estrategia.

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chica-agobiada
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Los datos alarman, pero tampoco extrañan. Desde que la psicología comenzara a ocupar su lugar, sobre todo desde que la normalizamos durante la etapa de pandemia global a causa de la Covid-19, muchos, incluso, hemos comenzado a rechazar recibir estímulos negativos de nuestro círculo más cercano. Nos involucramos, pero no mucho. Las Personas Altamente Sensibles (PAS), de hecho, son las que más precauciones están tomando al respecto. El abandono total de este conocimiento de la actualidad, según otro de los expertos que trabajan en la misma institución que mencionamos en este artículo, viene dado por varios factores.

Por un lado, más allá de la sobreinformación actual que encontramos rápido a golpe de clic y de habernos sentido enormemente identificados y de haber empatizado con los estragos que la pandemia dejó a su paso, han sido muchos los acontecimientos devastadores que han tenido lugar estos últimos años. Como explica Miguel Pellicer, profesional en comunicación digital: "Estamos en un contexto de inestabilidad sociopolítica, económica y ambiental que denominamos mundo VUCA (mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo) que nos afecta más que nunca". Un marco que, a juicio de Cabero, también favorece la ansiedad, la depresión, el estrés y el, tan afamado ya, burnout o síndrome por agotamiento. Motivos más que suficientes para querer cuidar, todavía más. nuestra salud mental.

Aún hay más, pues, aún a pesar de que las redes sociales muchas veces son fuente inagotable de bulos, cierto es que también se coronan como una de las vías que más credibilidad despiertan entre los usuarios. Un vídeo o la palabra de alguien a quién seguimos y admiramos por el contenido que publica o la honestidad que desprende es suficiente para que prefiramos emplear esa fuente de información en lugar de recurrir a un periódico. "La propia dinámica de los medios de comunicación hace que se pierda la confianza hacia estas instituciones que han formado parte de los sistemas democráticos de Occidente. La crisis de los medios también se asocia a la crisis de la democracia", explica Pellicer.

-Te damos las claves para diferenciar el estrés de la ansiedad

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Por qué evitamos las malas noticias
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Queremos contrastar las noticias

Hace apenas pocos días que entre muchos profesionales de la información se ha hecho viral una fotografía de un cartel en Instagram en el que se puede leer: “Si una persona dice que llueve y la otra no, tu trabajo como periodista no es darle voz a ambas; es abrir la ventana y ver si está lloviendo”. Equilicuá. Este reclamo por retomar la veracidad y la falta de intereses que hace años vivía el mundo de la comunicación es una de las batallas que se está debatiendo a día de hoy. Una necesidad que, según Martínez, parece estar ya sobre la mesa: "Las dinámicas de consumo hacen que el acceso a la información varíe e incluso los medios incorporen diferentes estrategias para captar la atención de los lectores. Frente a esto, los usuarios reclaman otro tipo de contenidos e incluso piden obtener ese equilibrio a través de diferentes fuentes o espacios".