¿Te gusta lo que vistes o lo llevas porque es tendencia? Hablamos con una experta

Decir que la moda es un ciclo en el que las tendencias vienen y van continuamente es un hecho más que evidente. La ciclicidad de estas nos lleva a recuperar, una y otra vez, corrientes del pasado que vuelven a formar parte de nuestros armarios en puestas en escena que jamás imaginaríamos. Desde que el auge de las tiendas y plataformas de ropa de segunda mano tomaran sentido como una ayuda práctica para cuidar el planeta y, sobre todo, desde que las firmas de lujo se empeñaran en 2022 en recuperar ropa que pensábamos haber enterrado en el armario con candado para no volver a recordar la época Tuenti, cualquier rechazo a las tendencias de antes carece de sentido. Podemos compartir ropa con nuestros padres, lucir camisetas con dibujos infantiles, llevar chokers de alambre, calentadores y hasta incorporar las gafas de ciclista a nuestro vestuario urbano. Porque cuando una marca de las que desfilan en las fashion weeks más prestigiosas sitúa una prenda o una lección de estilo sobre pasarela y las consultoras de moda del street style se hacen eco de ella, nosotras acatamos la lección y, por muy ugly que pueda parecernos al principio, termina convirtiéndose en nuestro objeto de deseo.

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Por qué seguimos las tendencias de moda
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¿Son las bolsas estilo Ikea de Balenciaga o sus zapatillas rotas bonitas? ¿Nos gustaban los pantalones de cintura baja antes de la llegada del 2022? ¿Desde cuándo los polares de Patagonia y la estética gopcore es trendy? ¿De verdad nos inspira Bella Hadid con su estilo Weird Girl? Si nos hubieran preguntado estas cuestiones hace un par de años, probablemente la respuesta sería otra, pero hoy la contestación que daríamos es clara: sí. Sin embargo, el motivo real se encuentra disfrazado y tiene más que ver con el sentido de pertenencia que con nuestros gustos reales. Así nos lo explica Marisa Navarro, doctora en Medicina, psicoterapeuta y escritora de varios libros (La Medicina Emocional, El Efecto Tarta y Las Ruedas Dentadas. Pequeños cambios para grandes cambios): "La repetición crea la normalidad, por lo que, si uno repite muchas veces una acción, esa acción adquiere el rango de normalidad. En este momento, estamos todos continuamente bombardeados por imágenes que nos trasmiten mensajes de lo que es adecuado y atractivo, y lo que tienes que llevar puesto si quieres pertenecer a un determinado grupo o quieres parecerte a una determinada persona que reúne las características que quieres conseguir para ti".

En una era en la que el marketing cuenta con diferentes vertientes en las que desplegar sus técnicas de inbound y venta, resulta evidente concluir que obtenemos información de todas las novedades de moda por diferentes canales de comunicación. Si bien antes eran tan solo los vendedores y comerciales de las tiendas o los anuncios publicitarios en vallas y en pantalla los que nos incitaban a la compra, Internet ha abierto una ventana al mundo en el que los anuncios y las cookies nos persiguen continuamente situando frente a nosotros prendas que vemos continuamente en las pantallas con un propósito: que las compremos. Incluso, aunque se traten de aquellas extravagantes que no nos gustaban y creíamos no querer nunca. Lo importante es que se graben en nuestra memoria para normalizarlas y, finalmente, añadirlas a la bucket list.  "La publicidad y la industria de la moda manejan estos hilos a la perfección, y la sociedad en general responde a ellos. Si bien habría que ser muy sensibles ante este gran poder de influir en nuestra sociedad y, sobre todo, en las mentes más jóvenes que están formándose y adquiriendo sus valores", comenta la experta.

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Internet y el bucle de los likes, factores clave

¿Quiere decir esto que tenemos la autoestima baja? Como Marisa Navarro explica, en este caso la relación es proporcional: "Por supuesto que esos cambios de gustos en nuestra forma de vestir tienen mucho que ver con nuestra autoestima, ya que, aunque ésta debería depender única y exclusivamente de nosotros, en la realidad está influenciada de forma muy potente por la percepción que los demás tienen de nosotros, hecho que, a su vez, determina la forma en que nosotros nos percibimos". Es decir, lo que los demás piensen de nosotros nos importa con tanto alcance que, para sentirnos bien, buscamos la validación externa. Algo que no extraña teniendo en cuenta que vivimos en un mundo en el que los likes y los comentarios positivos cuantifican nuestra popularidad y aceptación.

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Por qué seguimos las tendencias de moda
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Si antes preguntábamos a nuestro núcleo más cercano en petit comité si un look nos sentaba bien, ahora compartimos una fotografía y lo hacemos frente a nuestros seguidores o esperamos a ver el alcance de la publicación. Primero copiamos o nos inspiramos en las fotografías que vemos de street style, luego compramos las prendas que necesitamos para recrear esos estilismos y, después, pulsamos el botón de 'publicar' luciendo (o haciendo ver que lucimos) ropa nueva que sigue la moda del momento.

La validación externa, el nuevo status social

¿Puede entonces que la validación de los demás sobre nuestras acciones sea ahora sinónimo de lo que antes denominábamos status? "Queremos pertenecer al grupo y si para ello hay que vestirse de una determinada manera, así lo hacemos. Además, creeremos y defenderemos que esa es la mejor y la más atractiva", concluye Marisa, quien, además, alerta también de las consecuencias que seguir las corrientes que vemos a diario en redes sociales pueden tener sobre nuestra salud mental: " No se pueden crear problemas con el peso o la estética ideal según el criterio de la industria de la moda, pues en esos criterios no entran la mayor parte de los seres humanos, repercutiendo negativamente en la autoestima y seguridad de los individuos, sobre todo los más jóvenes, en los que el reconocimiento y el sentido de aceptación y pertenencia es tan importante". Esto que cuenta la psicoterapeuta hace, también, referencia a uno de los debates que más atañen a día de hoy a la moda, el de las tallas.

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Que las tendencias 'Y2K' hayan vuelto a ser parte de nuestros armarios ha generado polémica, ya que, al ser la mayoría siluetas ajustadas y mini, no todas las mujeres se sienten cómodas ni representadas luciendo esta estética (no hace falta más que ver el polémico cinturón de Diesel del que todo el mundo habla). No obstante, seguir las tendencias no es una cuestión que siempre vaya ligada a la baja autoestima, siempre y cuando dentro de ellas encontremos la manera de expresar nuestra identidad, algo que es perfectamente posible, como la profesional destaca: "Vestirse es una forma de comunicación con el mundo que cada uno maneja según sus objetivos".

El límite está, por tanto, más en las razones que nos impulsan a escoger una prenda u otra que en cuáles escogemos. Se trata de saber si realmente las queremos, si encajan con nuestra personalidad y si nos sentimos a gusto vistiéndolas. Y sí, de ser así, puedes seguir ahorrando para comprarte las bailarinas estilo ballet de Miu Miu, lucir tus gorras de béisbol aunque no haya sol o llevar tantas superposiciones como las mangas de tu ropa lo permitan.