Teatro en Mar del Plata: El divorcio es una divertida comedia con logradas interpretaciones sobre las idas y vueltas del matrimonio

Luciano Castro y Natalie Pérez, protagonistas de El divorcio, un fiel exponente del género de la comedia, donde se lucen junto a Pablo Rago y Carla Conte
Luciano Castro y Natalie Pérez, protagonistas de El divorcio, un fiel exponente del género de la comedia, donde se lucen junto a Pablo Rago y Carla Conte

El divorcio. Libro y dirección: Nelson Valente. Elenco: Luciano Castro, Natalie Pérez, Pablo Rago y Carla Conte. Diseño escenográfico: Mariana Tirantte. Vestuario: Pablo Battaglia. Diseño de luces: Matías Sendon. Música original: Nico Posse. Producción general: Javier Faroni. Sala: Teatro Mar del Plata, Av. Pedro Luro 2335, Mar del Plata. Funciones: de martes a domingo, a las 20.45; martes, viernes y sábado, también a las 22.30. Duración: 90 minutos. Nuestra opinión: muy buena.

MAR DEL PLATA.- No es pretenciosa y cumple su cometido. El divorcio es una comedia que despierta risas genuinas y varios aplausos a telón abierto , un mérito no menor para una propuesta que tiene la finalidad de hacer pasar al espectador un momento grato, divertido y alejado de la cotidianeidad cruda de la realidad, aunque, claro, por tratarse de los vericuetos de dos parejas que con sus cuitas rápidamente generará la identificación de la platea .

La simulación de una clase de manejo es una de las escenas más desopilantes de El divorcio
La simulación de una clase de manejo es una de las escenas más desopilantes de El divorcio

El matrimonio conformado por Mechi (Natalie Pérez) y Juan (Luciano Castro) recibe en su casa a Susana (Carla Conte) y Luis (Pablo Rago). Los anfitriones no están atravesando el mejor momento de su relación, lo cual genera que los invitados sugieran una “terapia” poco ortodoxa con la que pudieron superar ellos mismos una conflictiva separación que ya quedó en el pasado. El disparador narrativo permite un abanico de situaciones donde aparecerán los diversos “ejercicios” que los esposos en crisis deberán cumplir para recuperar el vínculo y evitar el divorcio. La simulación de una clase de manejo es un momento desopilante.

Nelson Valente es el creador de esta nueva pieza de atmósfera urbana que se suma a una serie de títulos donde el dramaturgo explora algunos aspectos de la vida cotidiana en crisis como sucede en Los perros, de su autoría y dirección, o en Laponia, donde cumple el rol de director. En los últimos tiempos, hay un giro poético en la obra de Valente, un autor y director prolífico y agudo, con títulos en su haber como la sobresaliente El loco y la camisa, que escribió y dirigió.

El divorcio es una comedia de situaciones que exige actores que manejen el timing de un género con rítmica propia. Los protagonistas lo logran y exploran a sus criaturas no solo desde la palabra, sino también desde los gestos y el manejo de los cuerpos habitando el espacio.

El divorcio cuenta con un elenco amalgamado al servicio de la rigurosidad que requiere el género
El divorcio cuenta con un elenco amalgamado al servicio de la rigurosidad que requiere el género

El físico exuberante de Luciano Castro y su rotundo vozarrón se contraponen con diversos momentos donde el personaje, celebradamente tosco, se apichona sin entender qué sucede. Es en esos contrapuntos en los que Castro logra un gran trabajo luciéndose como comediante. Su creación construye a Juan con una manera de hablar particularmente rústica y un juego de miradas delicioso.

Pablo Rago conoce minuciosamente el género, lo cual lo hace transitar la escena y componer a su Luis con comodidad, logrando grandes momentos con Castro y con Natalie Pérez. Antes del final, coronando un gran trabajo previo, Rago sorprende al público con una actuación donde también el cuerpo dice mucho. Natalie Pérez le aporta elegancia a la obra y Mechi, su personaje, resulta muy empático para el público. Del medio tono al estallido, la actriz despliega una interesante paleta de colores interpretativos. A Carla Conte le tocó un personaje que, por momentos ordena el juego. Su composición es muy correcta, aunque su criatura no tenga los parlamentos más divertidos.

Un living previsible donde los cambios temporales se marcan con un telón de tul que los propios actores corren y descorren. Como en una caricatura, aparece el trazo sobredimensionado sobre aquellas contrariedades maritales que le pueden suceder a cualquiera, pero bajo la aguda lupa de Nelson Valente todo se vuelve disparatado.