Testosterona, un cautivante cuerpo performático sobre la construcción de lo masculino

En Testosterona, Cristian Alarcón y Lorena Vega proponen un montaje con momentos confesionales de una enorme potencia, apoyados siempre por un dispositivo visual sumamente orgánico a la obra
En Testosterona, Cristian Alarcón y Lorena Vega proponen un montaje con momentos confesionales de una enorme potencia, apoyados siempre por un dispositivo visual sumamente orgánico a la obra

Performers: Cristian Alarcón y Tomás de Jesús. Dramaturgia: Cristian Alarcón y Lorena Vega. Dirección de arte: Mariana Tirantte. Iluminación: Ricardo Sica. Diseño de movimiento y coreografía: Jazmín Titiunik. Música original: Sebastián Schachtel. Diseño audiovisual: José Jiménez. Fotografía: Nora Lezano. Dirección: Lorena Vega. Teatro: Astros. Funciones: jueves de este mes, a las 20:30; y lunes de marzo, a las 20. Nuestra opinión: buena.

Primera escena de Testosterona: Cristian Alarcón se para frente a la platea colmada del Teatro Astros y recuerda un latiguillo de su madre. “Esto es el fin del mundo”, repite evocando esa frase recurrente cada vez que se topaba con imágenes de un volcán que todo destruye, un avión incrustándose en una de las Torres Gemelas o una larga fila de gente en la televisión esperando ser atendida por una ministra. A juzgar por el recuerdo del mismo Alarcón, no apeló a esa expresión cuando encontró a su hijo de unos seis años vestido con su camisón largo, al que le había agregado un lazo para que le marcara la cintura diminuta. Aprovechando la ausencia de sus padres, se había pintado los labios, se había puesto unos lindos tacos de mamá y esos aros que tanto le gustaban. Cuando ella abrió la puerta y lo encontró vestido de esa manera, en vez de apelar a eso de “esto es el fin del mundo”, pegó un alarido de una profundidad tal como si se hubiera topado con el cuerpo de su hijo mutilado. No era así. A lo sumo, estaba frente a un niño que daba sus primeros pasos en indagar la piel que habitaba.

Quien cumple el rito de subirse al escenario es el periodista y escritor chileno radicado en Argentina Cristian Alarcón. Es el fundador y director de la revista Anfibia y del sitio Cosecha Roja, además de autor de El tercer paraíso, la novela ganadora del Premio Alfaguara 2022 de la cual hay varios fragmentos que fueron llevados a escena para dar cuerpo a Testosterona. Alarcón, en su debut actoral, protagoniza este trabajo biodramático o conferencia performática o híbrido de cruce de lenguajes, como se quiera, que dirige Lorena Vega, la exquisita actriz que años atrás estrenó su primer biodrama, Imprenteros , convertido en una verdadera obra de culto.

Tomás de Jesús y Alarcón, los dos actores de esta perfomance en la que el diseño de arte, las proyecciones y el mapa sonoro son elementos claves de un relato tan poético como político
Tomás de Jesús y Alarcón, los dos actores de esta perfomance en la que el diseño de arte, las proyecciones y el mapa sonoro son elementos claves de un relato tan poético como político - Créditos: @María Arnoletto

Es el mismo escritor y periodista devenido en perfomer el que cuenta que para corregir ciertos “desvíos” (sus rasgos “maricas”) los padres lo llevaron sin decirle nada a un consultorio con olor a azufre de un médico de un pueblo patagónico, en donde vivían. Allí le aplicaron inyecciones de testosterona, la hormona masculina puesta al servicio de la fantasía de domesticar lo indomesticable (en este caso, su homosexualidad).

En esta propuesta, el relato biodramático, la supremacía del yo, no es la única capa. Desde el inicio de este viaje narrativo el texto plantea derivas vinculadas con la botánica y la naturaleza, uno de las pasiones de Alarcón, con menciones directas al científico Alexander von Humboldt, sus descubrimientos y su historia de amor con un muchacho latino. También hay referencias históricas sobre los diversos planes de “normalizar” la homosexualidad ya sea en tiempos de la Alemania nazi o en ese mismo consultorio pueblerino con olor a azufre.

Alarcón, un “hablante rizomático”, siempre vuelve a la piel que habita, a sus obsesiones, a su manía de guardar archivos de audios, a compartir su propia construcción de varón. A los 15 años, en un curso de teatro, sintió que se reconciliaba con su cuerpo. En los 90, las noches en Ave Porco y en otros maravillosos antros porteños le permitieron afirmar su identidad gay mientras se desempeñaba como un periodista comprometido con su tiempo.

Soltura en escena

Hay momentos confesionales de Testosterona en los que esas evocaciones de vida y sus asociaciones con el mundo de la naturaleza adquieren una fuerza poética de una potente fluidez interna ante la cual es muy difícil no sentirse identificado, cuestionado. Pero en otros, sea cuando se apela a audios de una investigación en proceso o ciertos relatos de vida, la propuesta transita zonas más endebles. Más allá de posibles reparos, Cristian Alarcón dirigido por Lorena Vega se desenvuelve con enorme soltura en la escena, manejo del cuerpo y un decir cautivante aunque se traten de sus primeros pasos en la escena. En en las pocas veces que se permite correrse del texto establecido, termina fortaleciendo aún más la complicidad con el espectador.

Una de las imágenes más logradas de Testosterona, en la que cuerpo de Cristian Alarcón es intervenido por las imágenes proyectadas
Una de las imágenes más logradas de Testosterona, en la que cuerpo de Cristian Alarcón es intervenido por las imágenes proyectadas - Créditos: @María Arnoletto

En Testosterona, el trabajo de arte de Mariana Tirantte, la iluminación de Ricardo Sica, el diseño coreográfico de Jazmín Titiunik, la música original de Sebastián Schachtel, el diseño audiovisual de José Jiménez y las proyecciones se elementos claves de este montaje que circula entre lo íntimo a la pintura de época. Aunque la escasa inclinación de la platea impida apreciar mejor la propuesta visual, el entramado que plantean estos creadores es un elemento fundante de Testosterona que, por momentos, puede pensarse y apreciarse como una obra de videoarte.

Alarcón comparte escena con el bailarín y actor Tomás de Jesús quien, a lo largo de una hora, pasará de ser algún novio efímero que conoció una noche de descontrol, el que enamoró a Alexander von Humboldt o el que cuida esas plantas que dominarán una escena sobre esa especie de pared de fondo que también está conformada por pequeños cubículos en donde crecen y se reproducen ese atrapante jardín de la alegría poblado de tomates peruanos y flores azteca, que parecen festejar esa construcción del varón por fuera de los mandatos.