The Bear: la serie más esperada vuelve con una temporada a la altura de su éxito y tres invitados de lujo
En uno de los primeros episodios de la segunda temporada de The Bear, la brillante serie-disponible completa desde mañana en Star+- que tomó por sorpresa a todo el mundo el año pasado, Carmy (Jeremy Allen White) y Sídney (Ayo Edebiri) hablan sobre los restaurantes con estrellas Michelin, la dificultad de conseguir ese lugar de reconocimiento en el mundo culinario y la aún más difícil tarea de mantenerse en la cima una vez que se accedió a ella. O, en términos televisivos, lo complicado de mantener la calidad y personalidad de una serie en su segunda temporada después de consagrarse en la primera. Especialmente cuando, como sucedió con esta ficción, aparecen aparentemente de la nada y nadie espera demasiado de ellas.
Ahora el escenario es el opuesto: nominada a trece premios Emmy, incluido el de mejor comedia, la serie se transformó en un fenómeno que sorprendió a espectadores y creadores por igual. Y si, rara vez la segunda temporada de una ficción televisiva o la secuela de una película exitosa o el segundo disco de un músico de fama instantánea logra estar a la altura de sus primeros intentos, aún más raro es que los supere. Hay excepciones, claro. En el canon cinematográfico el acuerdo general es que El padrino II y El imperio contraataca son mejores películas que sus antecesoras y ahora, en el plano televisivo, The Bear se acerca bastante a esa hazaña. Aún cuando en los nuevos capítulos su creador, Christopher Storer, haya sucumbido al canto de sirena-bastante usual en Hollywood-, de las estrellas que se ofrecieron para participar del programa. Una lista de invitados integrada por Bob Odenkirk, Sarah Paulson, el comediante y guionista John Mulaney y dos ganadoras del Oscar: Jamie Lee Curtis y Olivia Colman. Sin embargo, más allá de la posibilidad de que la aparición de caras conocidas distraiga la atención del espectador-por ahí está también el intérprete británico Will Poulter disputándole el lugar de chef sexy a White-, lo cierto es que en los diez episodios de la nueva temporada el corazón de The Bear sigue intacto. No exactamente igual a sí mismo sino como una versión expandida de lo que fue en el principio.
Si en la primera temporada se trataba de presentar a los personajes que habitaban el local de sándwiches de Chicago que el chef Carmen -Carmy para todos los que lo conocen- Berzatto había heredado de su hermano mayor Michael, ahora el relato se propone tirar abajo las paredes que ellos mismos se construyeron para seguir adelante en medio del duelo y las dificultades. Y lo hace tanto literal como figurativamente. Mientras Carmy y los suyos comienzan la reforma del local con la ambición de transformarlo en un restaurant a su medida, sus emociones también empiezan a abrirse camino entre los escombros. Aquello de afuera con lo viejo y bienvenido lo nuevo no es precisamente sencillo para los integrantes del caos para nada organizado en el centro de la trama.
La brigada
Cuando una serie tiene personajes secundarios tan interesantes y bien desarrollados como The Bear se dice, a modo de elogio y reconocimiento, que todos merecerían tener programa propio. En este caso, aunque cierta, la frase no aplica del todo porque cada uno de ellos están en la ficción que tienen que estar, en la que saca la mejor versión posible de ellos y que a su vez se eleva gracias a su presencia. No se necesitan spin-offs para reconocer a Richie (Ebon Moss-Bachrach) como una criatura excepcional, llena de matices y recovecos que el guion se ocupa de explorar. Áspero y testarudo, a veces desagradable y siempre sensible como una herida que no cierra, en la segunda temporada el primo Richie atraviesa una crisis existencial con un nivel de introspección inesperado. Con la transformación del local de sandwiches en el futuro The Bear Richie no sabe cuál es el lugar en ese mundo, el único que conoce. El arco narrativo del personaje es al mismo tiempo conmovedor e hilarante. Especialmente cuando el frágil Richie tiene que lidiar con la presencia de su mejor “enemigo” Fak, el arregla todo que interpreta Matty Matheson, un reconocido chef que también colabora con la elaboración del menú que aparece en pantalla. Además de agregar verosimilitud al intenso trabajo que ocurre en una cocina.
La lógica narrativa de los nuevos episodios está estructurada alrededor del plan de transformación del legendario The Beef al utópico The Bear hace que las secuencias poéticas y evocativas de la creación de platos y la coreografía que desplegaban los personajes frente a las hornallas no tengan espacio, literal y figurativo, en la trama. Sin embargo esa ausencia permite que el mundo de la serie se expanda: Sídney busca su identidad como chef recorriendo las cocinas de Chicago, probando los platos de cocineros famosos-las otras celebridades que aparecen en el programa-, y Marcus (Lionel Boyce), el pastelero prodigio viaja a Copenhague, una muestra de autoconfianza de la ficción cuyo origen y sentido está intrínsecamente ligado a Chicago, la ciudad de origen de su creador.
Sin embargo, el viaje que emprende Carmy tal vez sea el más aventurado de todos. El chef que vivía obsesionado con honrar la memoria de su hermano al punto de llegar al borde de la autodestrucción y que quería correr lo más lejos posible de su carrera en la alta cocina empieza a vislumbrar que hay vida más allá de su trabajo. Eso siempre y cuando esté dispuesto a revisar los traumas del pasado y a prestarle atención a lo que sucede fuera de la cocina.
Entre los muchos elementos que separan a The Bear del resto de las series uno fundamental en el desarrollo de ambas temporadas es su banda de sonido. Tan idiosincrática como las imágenes que la ficción muestra de Chicago, lejos de la postal turística y más cerca del homenaje urbano, es su banda de sonido. Construido con la delicadeza de un plato gourmet, el conjunto de canciones que ayudan a contar la historia incluyen temas de bandas como Pearl Jam, R.E.M. y la local Wilco, las favoritas del creador de The Bear. La curación sonora está tan sincronizada y alineada con el relato que en pasajes intensos utiliza las versiones en vivo de canciones tocadas en conciertos en Chicago, una atención al detalle no demasiado usual aún en tiempos de series con grandes ambiciones artísticas. Esa autenticidad se traslada también a uno de los pasajes cómicos que atraviesa la nueva temporada y que tiene como improbables protagonistas a Richie, su pequeña hija y las canciones de su ídola indiscutida, Taylor Swift, otra aparición estelar, sonora en este caso, que demuestra la perfecta combinación de actualidad, identidad propia y espíritu intrépido que hicieron de The Bear la serie más esperada del año.