Un momento en el tiempo, conservado en poliéster
MANCHESTER, Inglaterra — Cuando Doug Bierton pasa discretamente la pulsera de su muñeca izquierda por encima de un sensor montado en la pared y entra en la bóveda, se percibe cómo desciende la temperatura.
Al igual que el acceso a esta habitación cerrada, el clima adentro está estrictamente controlado. Para los novatos, esto puede parecer excesivo. Su contenido no son joyas ni relojes ni los tesoros de alguna civilización perdida. Son camisetas de equipos de fútbol: unas 6500, colgadas en grandes estantes metálicos.
Esa cifra es apenas una diminuta fracción de las existencias que tiene en todo momento la empresa de Bierton, Classic Football Shirts. En la bodega cavernosa que rodea la bóveda, todo el tiempo hay más de un millón de uniformes, gorras y otras prendas. Esta habitación es para los artículos de los que no puede desprenderse, las piezas —incluidas ediciones usadas en partidos de algunos de los uniformes más emblemáticos de la historia— que considera demasiado valiosas como para venderlas.
A primera vista, no lo parece. La impresión general es la de un armario a reventar: un revoltijo de telas sintéticas y un derroche de color, puros rojos vívidos, amarillos estridentes y azules rey.
Sin embargo, Bierton puede encontrar cualquier uniforme particular en unos pocos segundos. Ha memorizado la procedencia, los antecedentes y la historia de cada uno de ellos. Conoce las manchas y los defectos que demuestran su autenticidad.
Lleva casi 20 años en el negocio de la compraventa de camisetas de equipos de fútbol, desde que en 2006 fundó con un amigo Classic Football Shirts, una plataforma en línea para comerciar ediciones clásicas. No obstante, en el fondo sigue siendo un entusiasta, un coleccionista y un aficionado.
Para Bierton, la bóveda representa muchas cosas. Es un almacén de valor futuro para su negocio. Es un archivo de la historia del fútbol, un recurso que puede utilizarse para museos, exposiciones o documentales de televisión. Es un monumento a la obsesión de un coleccionista. Pero, sobre todo, los tesoros de poliéster que contiene son una vía para contar una historia. Cada uniforme es un depósito de recuerdos.
La moda clásica
Al final de unas vacaciones recientes en Londres, Ilka Husmann y su hija Eila se encontraron con un día libre en una de las ciudades más grandes del mundo. Querían coronar el viaje con un “momento culminante”, comentó Husmann, antes de volver a casa en Alemania. Eila sabía exactamente cuál debía ser, aunque eso implicara un viaje de dos horas en tren hasta Manchester.
“Ya habíamos estado en la tienda Classic Football Shirts de Londres”, mencionó Husmann. “Pero ella también quería venir a la de Manchester”. En la mano, Eila sostenía el fruto de su viaje: media docena de artículos clásicos, entre ellos camisetas del Manchester United, el Manchester City y el Liverpool de principios de la década de 1990.
En el mundo tribal del fútbol inglés, el botín estaba al borde de la herejía: las rivalidades entre esos clubes son tan profundas que sería tabú que una persona vistiera el uniforme de más de uno de ellos. Eso no le preocupa a Elia. “Los uso como ropa de calle”, comentó. Para ella, el diseño y la época que evocan son más importantes que la afiliación.
Classic Football Shirts ha recibido cada vez más clientes como ella en sus tiendas en años recientes, a medida que las camisetas de los equipos clásicos de fútbol primero se transformaron en ropa de calle y luego obtuvieron el sello de aprobación de los influentes.
Tal vez la tendencia alcanzó su punto más alto el año pasado, cuando Kim Kardashian decidió salir a pasear con una camiseta de la Roma de 1997 y su exmarido, Ye, apareció con un uniforme de arquero del Portsmouth totalmente olvidable. Drake, Addison Rae y Robert Downey Jr., entre otros, han respaldado a equipos desde la Juventus hasta el Celtic.
Classic Football Shirts no sabe muy bien por qué ha sucedido esto, pero no se queja. Cuando Bierton y un amigo, Matt Dale, fundaron la empresa en 2006, fue en parte un proyecto motivado por la pasión y en parte un segundo trabajo de dos estudiantes a quienes les atraían los uniformes más antiguos y extravagantes que los nuevos que venden los clubes cada año.
En los primeros días, se pasaban horas en línea buscando camisetas que nadie quería, explorando tiendas de segunda mano y puestos de mercado, así como llegando sin avisar a las tiendas minoristas y cargando con alegría las existencias no deseadas en una furgoneta.
Ahora, además de dos tiendas permanentes, tienen tiendas emergentes en Berlín, Tokio y Nueva York. Adquieren la mercancía directamente de las empresas que fabrican los uniformes. Y clasifican los cientos de ediciones clásicas que siguen llegando cada día a sus bodegas, desenterradas del fondo de los armarios y de colecciones privadas. La empresa las autentica, hace que sus “gurús” de la valoración las examinen con su ojo clínico y luego las vende.
Ese puede ser solo el inicio. El año pasado, una empresa de capital de riesgo, The Chernin Group, compró una participación en Classic Football Shirts. En septiembre, la exdelantera estadounidense Alex Morgan, el comentarista de fútbol Stu Holden y el actor (y copropietario del Wrexham) Rob McElhenny también invirtieron. Entre los planes de la empresa está abrir tiendas en todo Estados Unidos.
Únicos e incomparables
Al fútbol se le ocurrió relativamente tarde la idea de que los aficionados podían querer usar los uniformes de sus equipos favoritos. “Hay algunos muy famosos que nunca existieron como réplicas”, explicó Bierton. “Si, por ejemplo, nos fijamos en algunos de los uniformes de la Copa Mundial de 1990, tan solo hubo un puñado de ellos: uno para cada uno de los jugadores del equipo y tal vez algunos de repuesto”.
En las tres últimas décadas, este deporte ha hecho todo lo posible por recuperar el tiempo perdido. Desde principios de la década de 1990, ha sido una norma que los equipos lancen al menos un nuevo uniforme cada año y a menudo hasta tres: las ediciones de local y visitante y, con frecuencia, un diseño alternativo que solo se usa en ocasiones especiales o en casos de coincidencia extrema de colores con un oponente.
A veces, los cambios son meramente cosméticos: un adorno modificado o un tipo diferente de cuello. En ocasiones, son más drásticos: un nuevo patrocinador, un nuevo fabricante, un color completamente nuevo.
Por supuesto que la lógica detrás es el capitalismo puro y descarnado. No obstante, el efecto es profundo. La combinación precisa de diseño, patrocinador y fabricante solo ocurre una vez y no solo representa un equipo, sino un momento en el tiempo.
“Te transportan a un lugar específico de tu vida”, comentó Dale. “Tal vez donde estabas o lo que estabas haciendo cuando los viste por primera vez. O puede ser un partido o un gol en particular. Es como si cosieran el tapiz de tu pasado”.
Sin embargo, también hay una diferencia generacional. Lo que vuelve clásico a un uniforme es tanto un significado personal como el diseño, así como lo que vuelve a algo clásico depende de la edad.
Esa es la apuesta que han hecho los nuevos inversionistas de la empresa: que los uniformes clásicos de fútbol sean algo más que una moda callejera y que cada generación sucesiva se enamore de un nuevo conjunto de favoritos. También es el vehículo que ha llevado a dos excompañeros de la universidad interesados en uniformes antiguos a un mundo en el que tienen tiendas emergentes a un continente de distancia, colaboran con Adidas y tienen llamadas de Zoom con McElhenny.
“Es increíble, de verdad”, opinó Bierton, de pie en el aire fresco de la bóveda, rodeado de los uniformes que no tiene el valor de vender. “Es una pena que todo esto signifique que paso menos tiempo entre las camisetas”.
Clientes visitan la tienda Classic Football Shirts en Manchester, Inglaterra, el 11 de septiembre de 2024. (Jack Roe/The New York Times).
Filas de camisetas de equipos de fútbol cubren las paredes de Classic Football Shirts en Hyde, Inglaterra, el 11 de septiembre de 2024. (Jack Roe/The New York Times).
c.2024 The New York Times Company