Mucho más que timidez… Niños socialmente ansiosos (que necesitan ayuda)
La timidez es un rasgo del temperamento o de la personalidad de un individuo y, por tanto, que un niño sea tímido no tiene por qué considerarse un problema (si bien es cierto que siempre será adecuado un apoyo para ayudarle a hacer frente a determinadas situaciones). En ocasiones, creemos que un niño es excesivamente tímido cuando en realidad lo que tiene es ansiedad social.
“Cuando hablamos de ansiedad social, nos referimos al miedo intenso a situaciones sociales donde existe la posibilidad de ser evaluado por otros”, nos detalla Mariana Capurro, psicóloga especializada en infancia y adolescencia (@permisoparaeducar en Instagram). “Este temor afecta entre un 3% y un 7% de los niños, impidiéndoles llevar una vida normal, y tiende a ser más común en niñas que en niños”.
La ansiedad social puede, incluso, llegar a considerarse un trastorno cuando esta ansiedad es excesiva y persistente y limita al niño en su capacidad para interactuar socialmente o realizar tareas cotidianas, tal y como nos explica la psicóloga. “Como bien sabemos, cuando hablamos de un trastorno, señalamos la presencia de un comportamiento o grupo de síntomas identificables, y que en la mayoría de los casos se acompañan de malestar o interfieren en la vida del individuo”, añade. “En este caso, estamos ante el miedo persistente a sentir vergüenza, ser humillado o ridiculizado en situaciones sociales”.
Un niño con ansiedad social experimenta un miedo extremo que no disminuye, evita sistemáticamente situaciones sociales, y presenta síntomas físicos ante la anticipación de estas situaciones
¿Cómo diferenciar a un niño tímido de un niño con ansiedad social?
Lo primero en lo que hemos de fijarnos para reconocer a un niño socialmente ansioso es en su comportamiento, que se puede confundir con mala actitud, con falta de límites por parte de los padres e, incluso, con falta de interés en las relaciones con sus iguales. Cuando vemos este tipo de conductas, es importante acudir a un profesional para determinar si necesita o no intervención temprana, ya que en caso de precisarla, el recibir esa ayuda psicológica con prontitud puede marcar la diferencia en el desarrollo emocional del niño.
“Para decir que un niño es socialmente ansioso, debemos verle experimentar un miedo intenso y persistente en situaciones en las que se enfrenta o interactúa a nivel social, es decir, con más personas”, según indica Mariana Capurro. “Son niños que cuando se enfrentan a una situación social, lo viven como una situación amenazadora: lloran, se bloquean, se esconden detrás de sus padres o quieren huir. Incluso, de manera recurrente, y mucho más acentuada cuando tienen que enfrentarse a algún acontecimiento social (como podría ser por ejemplo ir a un cumpleaños, o ir al cole), se quejan de dolores físicos, como dolores de cabeza o de estómago, siendo esto una consecuencia de la ansiedad que están sintiendo, o una excusa para evitar lo que les hace sentir mal”.
Para poder diagnosticar que lo que le ocurre a nuestro hijo es que tiene ansiedad social, los síntomas deben persistir durante al menos 6 meses y debe sentirse ansioso siempre en situaciones semejantes; por ejemplo, si lo que le produce ansiedad o temor es hacer una presentación en clase, debe sentirse así en todas las presentaciones, no solo en ciertas clases o con ciertos profesores, como nos explica Capurro, y también deben sentir síntomas ansiosos a la hora de interactuar con adultos y con niños.
Con todo lo explicado hasta ahora, podemos concluir que distinguir entre timidez y ansiedad social implica observar la intensidad, duración y el impacto de la ansiedad en la vida diaria del niño. “Un niño tímido puede sentirse nervioso al conocer a nuevas personas, pero esta sensación suele disminuir con el tiempo y la exposición. Sin embargo, un niño con ansiedad social experimenta un miedo extremo que no disminuye, evita sistemáticamente situaciones sociales, y presenta síntomas físicos (como sudoración, temblores o dolor de estómago) ante la anticipación de estas situaciones”.
¿Cómo afecta la ansiedad social a la vida de un niño?
Es evidente, por tanto, que la ansiedad social repercute negativamente es la vida diaria del niño o del adolescente que la padece y va mucho más allá de lo que podríamos ver en la manera de actuar de una persona tímida, “dado que evitar situaciones sociales, como la escuela o actividades extracurriculares, limita su desarrollo social y académico”, subraya la psicóloga infantil.
Hay que tener muy en cuenta, además, que a largo plazo, “esta ansiedad no tratada puede contribuir a otros problemas de salud mental, como depresión o trastornos de ansiedad más generalizados, y afectar negativamente su autoestima y calidad de vida”.
¿Cómo podemos ayudar a un niño o a un adolescente con ansiedad social?
“La idea de pensar que nuestros hijos no son capaces de disfrutar de una fiesta de cumpleaños, o de la compañía de un grupo de amigos, preocupa muchísimo a las familias, y es indispensable actuar desde la comprensión y con empatía, en lugar de presionar y forzar a que se enfrenten a situaciones que les generan estrés”.
Lo que Mariana Capurro recomienda es realizar exposiciones graduales y controladas a situaciones sociales; por ejemplo, frecuentar sitios en los que hayan niños de su edad, y “asumir que necesitarán más tiempo para animarse a interactuar con sus iguales, pero en ningún caso forzar, sino más bien aprovechar la seguridad que le dará conocer el entorno y contar con nuestro apoyo para esperar a que se sientan cada vez más seguros y finalmente se animen a interactuar”.
Además, la psicológica infantil nos detalla tres aspectos muy útiles para ayudarles a afrontar esas situaciones:
Enseñarles técnicas de comunicación y manejo de situaciones sociales a través del juego de rol. Esto les servirá a modo de entrenamiento para luego poder extrapolar a la vida real.
Fomentar una buena educación emocional dentro del ámbito familiar es clave para que puedan contar con herramientas e incluso técnicas de relajación que les ayuden a alivianar los síntomas.
El apoyo de un profesional especializado en la materia podrá no solo ayudarnos a disminuir los síntomas ansiosos, sino también a erradicarlos, y sobre todo a prevenir futuros nuevos trastornos.