Tokyo Shaking: mientras Japón tiembla, una francesa intenta hacerse lugar en una cultura perdida en la traducción

Tokyo Shaking, estreno del jueves 4
Tokyo Shaking, estreno del jueves 4

Tokyo Shaking (Francia-Bélgica/2021) Dirección: Olivier Peyon. Guion: Cyril Brody y Olivier Peyon, Fotografía: Alexis Kavyrchine. Edición: Tina Baz. Música: Manuel Roland. Elenco: Karin Viard, Stéphane Bak, Yumi Narita, Philippe Uchan. Calificación: apta para mayores de 13 años. Distribuidora: Mirada Distribution Duración: 101 minutos. Nuestra opinión: muy buena.

Aunque es titular de una no muy extensa filmografía, Olivier Peyon ha logrado situarse como uno de los nombres de referencia del cine francés contemporáneo. Lo consiguió con el recorrido internacional de su última realización (Deja de decir mentiras, de 2023) y desde Les petit vacances, su ópera prima, donde hizo brillar a una recordada Bernardette Lafont.

Hace poco más de un lustro, Peyon filmaba en Uruguay Una vida lejana, en la cual brindó especial lucimiento a su protagonista Isabelle Carré. Si bien Tokyo Shaking presenta abundantes y buenas ideas a lo largo del metraje, subyace el gran protagónico de Karin Viard (El empleo del tiempo, Reinas por un día, La familia Bélier y un largo etcétera), sobre quien se desarrolla esta historia que tiene como punto de partida el día anterior al 11 de marzo de 2011, fecha en la cual un terremoto de enorme magnitud y el tsunami posterior significaron una gran tragedia para Japón y una amenaza a la seguridad nuclear mundial debido al accidente de la planta ubicada en Fukushima.

Cuando sucede el terremoto, Alexandra Pacquart (Viard) se encuentra en un difícil diálogo con su asistente congoleño Amani en las oficinas del Crédit de France, que en su sede de Tokio tiene a un jefe más preocupado por el tembladeral de los mercados que por la tragedia real que acaba de desarrollarse. Pero el terremoto descubre no solo la calidad moral del ser humano inmerso en emergencias, sino también cómo la gestión del miedo, además de ser una característica subjetiva, también se encuentra atravesada por lo cultural. Así, Alexandra va asumiendo progresivamente el protagonismo que tiene como personaje de la historia (está permanentemente en pantalla desde el inicio). Lo hace con más inseguridades que certezas y frente a la estoica tranquilidad de sus pares japoneses. Entre tanto, debe afrontar la difícil situación de cómo gestionar la problemática familiar mientras se desarrollan los acontecimientos.

Con astucia, Peyon desarrolla una mirada alejada del drama, anclada en la perplejidad de asistir al caos allí donde todo configuraba un orden perfecto e imposible de quebrar. Lo logra con un desenvuelto manejo de cámara que rodea permanentemente a su protagonista, con imágenes de archivo que transmiten –mediatizadas por la TV- toda la intensidad de la tragedia sin sucumbir a la tentación del cine catástrofe, y con una fotografía que se vale de los diferentes climas y momentos de una trama que va del drama social al enclave familiar y que utiliza la ironía para ejemplificar el pánico de los que huyen frente al difícil equilibrio entre el sentido de la responsabilidad, la supervivencia y un miedo que bordea la histeria.

Un mosaico sobre las diferencias culturales, no siempre desarrolladas en la historia, no impiden que prevalezca la naturalidad con la cual se sigue la atención y la tensión sobre Tokyo Shaking con la misma expectativa que, segundo a segundo, desenvuelve su magnífica protagonista.