Tomás Boy, Miguel Mejía Barón y una rivalidad que le costó a la Selección llegar a semifinales

Monterrey es un desierto habitado. Siempre lo ha sido. Quizá por eso muchos años no fue una plaza destacada para deportes que demandan tanto desgaste físico como el futbol. El béisbol permite al menos respirar de vez en cuando, el basquet es en interiores. Por eso desde hace mucho los partidos de Monterrey y Tigres se juegan cerca del ocaso o después, con el calor en descenso.

Jugar a las 3 o 4 de la tarde hace que el aire se escape de los pulmones más rápido de lo normal. Peor en verano, cuando se superan tranquilamente los 30 grados y el aire te quema la cara sin misericordia.

El 21 de julio de 1986, luego de más de 90 minutos sin goles y bajo el sol violento del norte mexicano, se escuchó en el estadio Universitario el silbatazo final del árbitro Jesús Díaz Palacio. Terminaba el segundo tiempo extra del partido de cuartos de final por la Copa del Mundo entre México y Alemania Occidental.

Los rostros de agotamiento y decepción en la cancha estaban por todos lados. Unos tratando de prevenir calambres, otros tomando agua, escuchando instrucciones. Los alemanes, enrojecidos como tomates pasados, empapados en sudor. Pero los locales tampoco la estaban pasando bien.

Checa: “El día que me quieras…” o de cuando Carlos Gardel le dedicó su canción al primer portero de la Selección Mexicana

Tomás Boy, el capitán y tirador oficial de penales, tuvo que salir del campo por lesión. Con él fuera de la cancha y Hugo Sánchez lesionado, era el peor momento para elegir a los cinco tiradores por el pase a la semifinal. Bora Milutinovic, el técnico de México, veía sus apuntes y de pronto levantó la cara para ver a su capitán lesionado.

—Haz la lista, Tomás.

El peso de Boy dentro y fuera del campo, no era debatible. Tanto que dentro del vestidor le quitó protagonismo al que por entonces era uno de los mejores jugadores del planeta. Tomás era líder, pero no al estilo Gandhi o Mandela. Exigía todas las pelotas, se burlaba de los errores de los demás, tenía la voz potente y oscura, risa sarcástica y no tenía empacho en decir que su talento era como el de pocos.

Eran tiempos donde el protocolo lo era casi todo. Nadie habló de la rechifla al presidente De la Madrid en la inauguración, y ser “licenciado” era un título nobiliario. No era bien vista una actitud diferente y por lo mismo, generaba en la sociedad de buenas costumbres una respuesta inmune. Sobre todo, de quienes se sentían ofendidos o intimidados.

Tomás hizo la lista y la entregó a su entrenador, pero de entre los soldados a media batalla, se escuchó una voz de réplica.

—No, no… ¿por qué se tiene que hacer lo que él dice? Mejor que tiren los que mejor se sientan.

Puedes leer: Y nadie supo qué hacer con el balón… La lesión de Alberto Onofre que terminó con el sueño mundialista de México 70

Era Miguel Mejía Barón, auxiliar técnico, futbolista con pocos años en el retiro.

A Miguel le tocó una época oscura para jugar a la pelota y ser mexicano. Del 74 al 82 una selección perdida, con sólo un mundial en el 78, al que hubiera preferido no ir a regresar con el último lugar a casa. Ahí nacieron Los ratones verdes, apodo que siempre surge como alma en pena en los encabezados deportivos cada vez que la selección tropieza.

Tomás Boy era el capitán, pero no un dictador a pesar de sus modos y contra el colectivo no hubo resistencia.

Con la propuesta de Mejía Barón, Bora dejó la decisión al grupo, que se vio las caras buscando una respuesta. Jugadores que habían sido protagonistas en las victorias de México, levantaron la mano.

Lejos del desenlace que todos conocemos (el espléndido tiro de Manuel, el disparo al centro de Fernando que sacó el portero Schumacher con los dedos del pie y la pifia grotesca de Raúl), hay una historia escondida (o quizá no) detrás de la intervención del auxiliar en esa reunión previa a los penales.

Échale ojo a: El día que la ‘Tota’ Carbajal se convirtió en el primer hombre en jugar 5 copas del Mundo

Once años antes, Tomás había hecho su primer gol con Tigres. Fue en las semifinales de la Copa en 1975. Lo marcaba un defensa de Universidad con tintes de Selección Nacional, en una jugada donde el propio Boy dijo que casi le arranca la cabeza. Lo festejó en grande y a su estilo, ante la mirada de su marcador fallido. Para el 86, el defensa de Pumas se había convertido en auxiliar técnico de la Selección Nacional. Era Mejía Barón.

Cya en 1986, conforme escribían su nombre los que se decían con plena confianza en el horno que se había convertido el Estadio Universitario, se disolvió la lista del capitán y la iniciativa del entrenador.

Puedes leer: “¡Que destierren al ‘Matador’!”: La emoción -y decepción- de Porfirio Díaz ante la Selección de Francia 98

Quirarte como el central goleador del equipo y Negrete con su anotación de antología frente a Bulgaria, además de Servín para el tercero, dieron el paso al frente para los tres primeros tiros. La suerte estaba echada.

En un momento tan difícil, luego de años de concentraciones, trabajo, giras y canciones, nadie se puso a buscar culpables. Era una selección que, a pesar de sus diferencias tenía cohesión, dentro y fuera del vestidor.

Al final, nadie es dueño del “hubiera”.

Y sin embargo, cuatro años antes, Tomás había sido campeón de liga en un contexto similar. Se tiraron penales en el Azteca contra Atlante y Tigres se llevó el título a Nuevo León. Batocletti y él habían definido a los tiradores con el consentimiento del técnico Miloc. Sin duda, la confianza en su lista frente a los alemanes venía de aquella final. Quería repetir aquella fórmula, pero ahora para darle las semifinales a México en un mundial.

Tomás Boy ya se fue de este mundo, entre sus ideas, los cigarros y una tromboembolia pulmonar.

Por favor, lee: “El día que me quieras…” o de cuando Carlos Gardel le dedicó su canción al primer portero de la Selección Mexicana

No hizo en su vida un reclamo público hacia el auxiliar técnico que tiró su lista a la basura. Lo dejó atrás. En la derrota había tantos responsables que era vicioso señalar al que luego sería técnico de la propia Selección.

Tomás se retiró poco después de su único mundial. La personalidad de líder lo llevó a la banca de varios equipos, pero su lado fanfarrón y bocaza, no le permitió regresar a los Tigres y mucho menos llegar al banco de la selección.

Mejía Barón perdería la entrada a los cuartos de final dos mundiales después, otra vez en penales, otra vez, con una lista que no dio frutos.

La lista del entonces capitán de México probablemente ni los involucrados la recuerden. Si se escribió en la pizarra de Bora, en un cuaderno del cuerpo técnico o en una hoja suelta, es lo de menos. Me gusta pensar que fue lo último. Que Tomás la guardó y muchos años después, en medio de un póquer de whiskys, la encendió con las cenizas del último cigarro de la noche.

Échale ojo a: ¿Una cascarita o una ranchera? La ‘Tota’ Carbajal recuerda a su compadre José Alfredo Jiménez

Alineación México-Alemania Occidental o del día que se perdió el pase a Semifinales por el cobro de penales

(21 de julio de 1986)

  • Titulares:

Pablo Larios

Fernando Quirarte

Felix Cruz

Raul Servin

Rafael Amador

Miguel Espana

Tomas Boy (capitán))

Carlos Munoz

Manuel Negrete

Hugo Sánchez

Javier Aguirre

  • Entrenador

Bora Milutinovic