Tom Felton dejó huella en Harry Potter pero cayó en un pozo sin fondo
La fama puede tener dos caras, sobre todo en Hollywood. Y Tom Felton, el británico recordado como el bully caprichoso de Harry Potter, amigo de Emma Watson y personaje carismático de las redes sociales, es otro ejemplo de ello. Porque este actor de 35 años al que vimos crecer en pantalla y seguimos viendo cada año (sobre todo en Navidades) con alguna reposición de la saga, se topó de frente con la cara más engañosa del éxito, cayendo en un pozo sin fondo del que le costó salir a flote.
Así lo cuenta él mismo en su biografía publicada en EE.UU. el 18 de octubre, revelando que al mudarse a Los Angeles buscando nuevas oportunidades ajenas a Harry Potter se encontró con un mundo que lo recibió con los brazos abiertos. Un mundo de fiestas, regalos, coches, ropa de lujo y alcohol, todo gratis, que se terminó convirtiendo en su perdición.
Tom Felton nació en Surrey, Inglaterra, el 22 de septiembre de 1987. Era el menor de cuatro hermanos y comenzó su interés artístico cantando en coros del colegio, hasta que puso en práctica su pasión por el arte dramático a través de comerciales y películas desde los 10 años. En 1999, con 12 primaveras, hizo el casting para Harry Potter sin haber leído nunca los libros. Pero igualmente probó suerte en las pruebas para el papel del mago protagonista y el de su mejor amigo, Ron Weasley. Sin embargo, los agentes vieron en él los atributos esenciales para dar vida a uno de los villanos principales de la historia: Draco Malfoy, el bully que disfrazaba sus celos y envidia con la intolerancia prepotente del esnob. Tom sería tan solo un niño pero supo captar y transmitir la malicia e incongruencia emocional del personaje desde la primera a la última película, convirtiéndose en una de las figuras esenciales y principales de toda la saga.
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Y si bien se centró en sus estudios y las exigencias de Harry Potter durante la década que convivió con la producción (al igual que hizo el trío protagonista formado por Emma Watson, Daniel Radcliffe y Rupert Grint), no tardó en abrir sus alas cuando llegó el momento de despedirse de la saga. El rodaje de las dos últimas entregas tuvo lugar entre 2009 y 2010, dejándole el camino libre para buscar nuevos horizontes. Y no tardó en encontrarlos. Así como participaba en cintas de terror pequeñas como 13 Hrs (2010), volvía a los taquillazos con El origen del planeta de los simios (2011), o pasaba por dramas históricos que pasaron desapercibidos (From the rough, Belle y otros). Es decir, aunque el éxito no tocó a su puerta con la misma envergadura de Harry Potter, pudo continuar trabajando. Sin embargo, a espaldas del mundo le tocó vivir una época oscura de la que solo pudo salir buscando ayuda.
Según cuenta en su libro, Beyond the wand: The magic and mayhem of growing up a wizard, al que tuvo acceso Page Six, Tom Felton se mudó a Hollywood en busca de trabajo y rápidamente se vio inmerso en un universo diferente. “Mi mundo se convirtió en uno de oportunidades locas, salidas nocturnas elaboradas y, no hay otra forma de decirlo, cosas gratis” confiesa.
Añade que “durante un tiempo fue divertido”. Disfrutó de todo aquello, al igual que su novia por aquel entonces, Jade Olivia Gordon (que dio vida a la esposa de Draco al final de Harry Potter), que se había mudado con él. Pero, de repente, “el brillo comenzó a empañarse”. Se dio cuenta de que no era lo que quería, que se encontraba en una posición privilegiada pero “había algo falso en la vida que llevaba”. Echaba de menos mantener conversaciones con “un humano auténtico que no supiera quién era y no le importara. Extrañaba a mi madre”.
Antes de mudarse a Hollywood casi no había tocado el alcohol pero comenzó a beber “varias pintas de cerveza al día” con un chupito de whiskey acompañando a cada una. Iba casi siempre al mismo bar, el Barney’s Beanery, incluso desde antes de que atardeciera. Fue así que terminó desarrollando un problema con la bebida hasta el punto de que era lo único en lo que podía pensar mientras trabajaba. “Llegaba sin estar preparado [a un rodaje], no era el profesional que quería ser. Aunque el alcohol no era el problema, era el síntoma” señala. Su problema llegó tan lejos que su manager lo citó un día para discutir una oferta de trabajo, sin decirle que se trataba de una intervención. Le entregaron varias cartas de gente preocupada por él, incluyendo su abogado a quien prácticamente ni conocía. Pero quien le escribió algo que le ayudó a dar el paso de buscar ayuda: “Esta es la decimoséptima intervención de mi carrera. Once de ellos están muertos. Espero que no seas el duodécimo" le escribió.
A continuación se internó en un costoso centro de rehabilitación de Malibú. Pero se escapó menos de 24 horas más tarde. Se sentó frente al mar y lloró, gritó y desahogó, sintiendo claridad y rabia al estar sobrio por primera vez en mucho tiempo. “Comencé a gritarle a Dios, al cielo, a todos y a nadie, lleno de furia por lo que me había pasado, por la situación en la que me encontraba. Grité, a todo pulmón, al cielo y al océano. Grité hasta que lo dejé salir todo, y no pude gritar más”. Esa noche recibió ayuda del empleado de una gasolinera, que le regaló una botella de agua y un billete de 20 dólares; luego un conductor de Uber lo llevó hasta Hollywood y, por último, el camarero de su bar habitual le dio un lugar donde quedarse.
Terminó internándose en un segundo centro de rehabilitación más económico, pero lo expulsaron cuando lo pillaron en la habitación de una chica. Según Felton solo había ido a ver si se encontraba bien. De todos modos, aunque no terminó el programa, encontró otras maneras de lidiar con la realidad trabajando como voluntario entregando comida y durmiendo en una colchoneta de yoga durante un par de meses en casa de un amigo actor y activista, Greg Cipes.
“Esa época me reprogramó como persona” revela Felton. Y aunque recuperó el control de su vida, adoptó un perro y se sentía feliz, le tocó vivir una recaída. No salía y se quedaba metido en la cama, hasta que volvió a rehabilitación. “Pero el hecho mismo de que pude admitirme a mí mismo que necesitaba ayuda, y que iba a hacer algo al respecto, fue un momento importante” sentencia.
Y así, encaminó de nuevo el sendero de su vida. Este mismo año debutó en teatro con la obra 2:22 A ghost story en el West End londinense y ha rodado un par de películas. A juzgar por sus redes sociales, muchas de sus instantáneas personales -de su perro, tocando la guitarra o con su libro y amigos- parecen estar tomadas en Inglaterra o en diferentes rincones del mundo, lo que nos lleva a pensar que vive lejos de la escena voraz de Hollywood.