El tormento sinfín del usuario que pregunta: ‘¿Receta?’
Imagínatelo revisando Instagram. Se detiene para ver una imagen iluminada de un platillo de pasta en la mesa llena y revestida de alguien. Ve un “reel” iluminado por el sol donde aparecen garbanzos y aceite de oliva que se descomponen en una pulpa dorada. Observa una olla burbujeante de rabo de toro.
Tal vez no planee cocinar estos platillos (de hecho, es probable que no lo haga), pero cada publicación hace que sus pulgares se estremezcan. De maneras instintiva e impulsiva, comienza a teclear:
¿Receta?
¡¿Receta?!
¡¿¿Receta??!
Podrías decir que los usuarios que piden la receta representan un área principal de crecimiento para los usuarios que comentan. Y cualquier persona puede convertirse en un usuario de recetas: solo tienes que creer que cada vez que veas una imagen de comida, te deben una receta y después, insistir en ella.
Los cocineros y desarrolladores de recetas que comparten su comida en las redes sociales pueden ignorarlo o al menos intentarlo, pero el coro persistente de “¿Receta?” está presente y está dándole una nueva forma al contenido social en tiempo real.
Nik Sharma, un escritor de libros de cocina de Los Ángeles y fotógrafo (que también colabora con The New York Times), comentó: “Las redes sociales eran una forma de ser espontáneo, de bajo perfil e informal, pero, en cierto punto, cuando compartí partes de mi vida personal, la gente comenzó a esperar también una receta probada de manera profesional”.
Desarrollar recetas implica trabajo y toma tiempo. Sharma nunca tuvo la intención de crearlas para platillos preparados en casa que publicaba de manera informal (digamos, una cena rápida de arroz frito con kétchup que elaboró después de un día ajetreado de grabar videos de cocina y de escribir su boletín). Tampoco quería parecer grosero para quienes comentan o decepcionarlos.
Sharma mencionó: “Lo más fácil era decirles: ‘Está bien, no voy a publicar lo que como, a menos que esté trabajando en la receta’”.
Ahora, mantiene en privado lo que cocina para sí, con lo que marca una línea entre lo personal y lo profesional (un ejercicio desafiante para los autores de cocina, ya que ambas áreas se empalman de manera continua).
Por ejemplo: ¿se considera trabajo cuando preparas la cena para tus padres? El desarrollador de recetas Pierce Abernathy comenzó a compartir las comidas que elaboraba para él y sus familiares durante la pandemia, cuando regresó a vivir a casa de sus padres. Produjo videos de cocina prácticos en Instagram, llenos de puntos de referencia visuales y sonidos de cocina sin editar; además, incluyó la receta completa en el pie de foto.
Abernathy explicó: “La meta es construir una audiencia; el punto de partida de mi negocio y cómo gano dinero se relaciona con interacciones y números. Pero no quiero que sea un entorno restrictivo en el que no pueda ser yo mismo”.
Como muchos creadores de recetas que publican primero en redes sociales, planea empezar a publicar recetas en su propio sitio web pronto, para monetizar y ser dueño de su contenido, y le preocupa si su audiencia responderá a ese cambio. ¿Tendrán la resolución de dejar la publicación, salir y encontrar la receta?
Aunque en ocasiones comparte ideas y técnicas sin recetas detalladas, como la ensalada recién salida del refrigerador que hizo hace poco antes de dirigirse al aeropuerto, e imágenes completamente no relacionadas con comida, Abernathy considera que la mayoría de las publicaciones que no incluyen recetas pueden ser una fuente de tensión.
Abernathy agregó: “Y cuando recibes esos comentarios, se siente un poco desalentador y deshumanizante”.
Lucia Lee, a middle school teacher in Brookline, Massachusetts, posts photos of kimchi jjigae and seared mackerel to Instagram: neatly framed, overhead shots of simple, well-lit plates. She started her account as an archive of her home cooking and celebrates the romantic possibilities of her favorite ingredients and techniques, often with loose, narrative recipes and notes on who grew the food or whose original recipe served as inspiration.
Lee is often under pressure, in comments and direct messages, to offer more detail and more structured recipes, and her instinct is to jump in and be helpful. But posting is a creative outlet for her. “I respond sometimes, if people are polite — a ‘please’ and a ‘thank you’ really go a long way,” Lee said. “But this isn’t my job; I can’t just pump out recipes for you.”
In many ways, “recipe?!” is a familiar online demand that has flourished on social media. Every few months, for years now, a small but vocal group on the internet agrees that the people who share recipes and the stories behind them should just get to the recipe.
They usually blame food bloggers for taking search engine optimization too far, or for plain old long-windedness and vanity. They demand that free recipes appear online without ads, introductions, process shots, context or stories — without any trace of the people behind them. This unreasonable request has become a damaging cliché, a way of demonetizing the work and dismissing the writers — particularly women who write about cooking for their families.
An animated Maritsa Patrinos comic, published on BuzzFeed in 2018, illustrated the early mood: A cheerful young man scrolls through a post about a “delicious lasagna recipe” and wastes away to a skeleton before he can reach it. In the years since, that comic has become darkly self-referential — it may as well be about the get-to-the-recipe conversation itself. It never ends.
In the last few months, though, I’ve come to think of “recipe?!” on social media, and of all its brash, insulting little iterations, as the last possible stage of this conversation, a kind of de-evolution with nowhere left to go.
It’s a way of treating the people who share their cooking online entirely as products. But I think it’s also a way of becoming a bit less human. Of becoming more like compulsive web extensions, our only mission to scan, to want, to send the same command out into the void, over and over again, on our sad and infinite loops:
recipe?
recipe?!
Lucia Lee, una maestra de secundaria en Brookline, Massachusetts, publica fotografías de kimchi jjigae y caballa marinada en Instagram: tomas sobre platos simples, bien iluminados y encuadrados con cuidado. Comenzó su cuenta como un archivo de su cocina casera y celebra las posibilidades románticas de sus ingredientes y técnicas favoritas, a menudo con recetas narrativas y relajadas, así como anotaciones sobre quién creó la comida o la receta original de quién sirvió como inspiración.
Lee está bajo presión con frecuencia, a través de comentarios y mensajes directos, para brindar más detalles y recetas más estructuradas y su instinto es aceptar y ser útil. Sin embargo, publicar es una salida creativa para ella. Manifestó: “Respondo a veces, si las personas son educadas (un ‘Por favor’ y un ‘Gracias’ ayudan mucho). Pero ese no es mi trabajo; no puedo solo andar sacando recetas para ti”.
De muchas maneras, “¡¿Receta?!” es una petición conocida en línea que ha florecido en redes sociales. Cada tantos meses, desde hace años, un grupo pequeño pero que alza la voz en internet está de acuerdo en que la gente que comparte recetas y las historias detrás de ellas deberían nada más hablar sobre la receta.
Habitualmente, culpan a los blogueros de comida por llevar la optimización de los motores de búsqueda demasiado lejos o por simple y vieja vanidad y verborrea. Exigen que las recetas gratuitas aparezcan en línea sin anuncios, introducciones, tomas de proceso, contexto o historias (sin ningún rastro de las personas detrás de ellas). Esta solicitud irracional se ha convertido en un cliché dañiño, una manera de desmonetizar el trabajo e ignorar a los escritores (en particular, a mujeres que escriben sobre cocinar para sus familiares).
Un cómic animado de Maritsa Patrinos, publicado en BuzzFeed en 2018, ilustró el principio de esta tendencia: un joven alegre revisa una publicación sobre una “receta de lasaña deliciosa” y su cuerpo se descompone hasta quedar solo el esqueleto antes de que llegue al final de la publicación. En los años que han pasado, ese cómic se ha vuelto una referencia oscura en sí misma (también puede tratarse de la conversación misma sobre “ir directo a la receta”). Nunca termina.
No obstante, en los últimos meses, he llegado a pensar de “¡¿Receta?!” en las redes sociales y todas sus pequeñas versiones agresivas e insultantes como la última posible etapa de esta conversación, un tipo de des-evolución con ningún lugar restante al cual ir.
Es una manera de tratar totalmente como productos a las personas que comparten en línea lo que cocinan. Sin embargo, pienso que también es una forma de volverse un poco menos humano. De volverse más como extensiones web compulsivas, nuestra única misión es escanear, desear, enviar el mismo comando al vacío, una y otra vez, en nuestros bucles tristes e infinitos:
¿Receta?
¡¿Receta?!
¡¡¿Receta?!!
recipe?!!
c.2022 The New York Times Company