Nuestras tradiciones

CIUDAD DE MÉXICO, noviembre 5 (EL UNIVERSAL).- Esta semana México ha celebrado su tradicional Día de Muertos, llenándose nuestras calles de ofrendas, flores de cempasúchil, alebrijes, catrinas y, sobre todo, el recuerdo de aquellos que ya han traspasado el velo de la muerte.

Aunque, en prácticamente todo el occidente se celebran a principios de noviembre fiestas relacionadas con los difuntos, sin duda el Día de Muertos mexicano es, junto con la festividad de Halloween, la celebración más conocida por ser única a causa del sincretismo que tiene esta tradición entre la herencia prehispánica y las influencias religiosas llegadas del viejo continente.

A pesar de que son fiestas con un reconocimiento mundial, muchos desconocen a la fecha de dónde surgen estas costumbres. Tendríamos que señalar, en primer lugar, la fiesta del Samhain que llevaban a cabo los celtas el día 1 de noviembre. El antiguo pueblo gaélico, que se desarrolló en zonas como Irlanda o Escocia, fue el creador de esta celebración que marcaba el final de la época de cosechas y el inicio de la estación más dura: el invierno.

Encendían hogueras y estaban convencidos de que en este día se desdibujaba la frontera entre nuestro mundo y las otras realidades, por lo que era posible conectarse por unas horas con el más allá y con nuestros ancestros, así como con los dioses y espíritus de la naturaleza.

De esta creencia vienen los disfraces que tanto se han extendido a través de Halloween: caracterizarse para asemejar a esas entidades que se presentaban cuando este portal a lo desconocido se abría el 1 de noviembre.

Así, las zonas europeas de influencia celta conservaron y extendieron esta tradición por todo el mundo, que hoy día se consolida con Halloween.

La Iglesia trató de silenciar y acabar con esta práctica pagana e impuso la celebración de Todos los Santos en este día del calendario litúrgico, rindiendo homenaje no sólo a los santos canonizados en el santoral, sino a las personas fallecidas que habían alcanzado la gloria.

A pesar de que esta celebración católica se da en todo el mundo, y las familias además de ir a misa para pedir por los difuntos que han alcanzado el cielo, acuden también a los camposantos para limpiar las tumbas y colocar flores y veladoras. Cabe destacar que las raíces paganas de la fiesta continúan presentes en estas fechas.

Las del purgatorio. En ese portal que se abriría en estos días, se manifestarían las llamadas ánimas del purgatorio, esto es, las personas que habrían muerto con pecados pendientes de absolución o sin haber recibido la extremaunción.

Según la creencia católica, dichas personas tienen que pasar un tiempo en el purgatorio limpiando su alma antes de alcanzar el cielo; si se reza mucho y se ofrecen misas por estas personas, ese tiempo en el purgatorio se reduce, de ahí que las familias desde hace siglos realicen eucaristías por los familiares que han trascendido, para evitarles este paso por el purgatorio.

A pesar de todo, tradiciones de procesiones fantasmales como la Santa Compaña o la Genti di Muerti, ambas en España, entroncan con esta creencia en las almas en pena que todavía no han alcanzado el cielo.

Estas tradiciones son las raíces del Día de Muertos, junto con las celebraciones prehispánicas que se daban en el continente americano en estas fechas, como las ofrendas de los teotihuacanos a los fallecidos, o los cultos a la muerte que desarrollaron aztecas, mexicas y mayas.

Los actuales mexicanos somos los herederos de todas estas tradiciones, americanas y europeas, y con la mezcla de ambas hemos aprendido algo que debería ser ejemplo en el resto del mundo: conocer y convivir con la muerte. No temerle porque, para nosotros, la muerte no es el final, pues también significa el principio de algo.