Trueno es Gardel de Oro: la sorpresa del rapero y las claves que lo llevaron a obtener el premio mayor
“No tenía nada preparado, solo puedo agradecerle a mi familia, a mis amigos, a mis músicos”. Habían pasado apenas unos minutos desde que se lo viera sobre el escenario con la estatuilla dorada en las manos y ya estaba frente a LA NACION, tratando de asimilar el triunfo. Trueno, le dicen, y en esta noche de Premios Gardel hizo mucho ruido. Todo gracias a su segundo álbum, Bien o mal. El ruido del trueno y la velocidad de un rayo. Con ese vértigo hizo freestyle y hoy es uno de los que entraron con la mayor convicción en el formato canción.
Detrás del personaje está Mateo Palacios Corazzina, con sus 21 años y la pulsión de no levantar el pie del acelerador. Está lookeado para la ocasión, pero lo que lleva marcado en la piel es el puente de La Boca. En el cuello, debajo de su oreja derecha. Tal vez sea el que le susurre lo que tiene que hacer. Porque hay una cuestión idiosincrática detrás de esa pertenencia que acusa cada vez que habla de su pasado y su presente. Claro que ya ese puente lo ha cruzado varias veces y es su último y victorioso disco el que da cuenta de que los horizontes de Trueno se ampliaron. Las cosas, como para muchos de su generación, a veces pasan antes de que las puedan soñar. Ahí están los miles de fans, el crecimiento exponencial de su popularidad y el Gardel de Oro.
Ya tiene casi listo un disco nuevo. “Sí, estamos en eso pero no sé cuando va a salir”, asegura y no para de agradecer al equipo de trabajo que está detrás y con el que logró el sonido de su celebrado segundo álbum. Tiene una búsqueda en la música con la que se crió y la acopia para su propia producción. No hay casualidad en la convocatoria de Víctor Heredia para una de las canciones; tampoco en el hecho de que juntos la interpreten en la noche de la premiación. Se considera fan de Gustavo Cerati, de Charly García, de Atahualpa “y de todos los que hicieron algo por la música de este país; y por construir el camino que hoy nosotros caminamos”, asegura.
Al mismo tiempo, hay algo en Trueno y especialmente es este álbum que lo hace sacar el pie del plato de la música urbana. Al menos por un rato. No deja de rapear, pero toma distancia de la homogeneizada escena, que no tienen muchas variantes en el discurso. “Me agarró un poco de incertidumbre porque dicen que el primer disco se trata de tu vida. Y en la segunda obra es donde está el obstáculo, donde tenés que romper una barrera. Salir de lo personal, de lo anecdótico y tener otro feeling con la escritura. Ver a lo que uno se dirige, que en mi caso fue la música latinoamericana y la criolla. Unir esos dos mundos y traer lo urbano. Lo mío y lo de los productores fue traer la música con la que crecimos. Nos criaron con eso y es a eso que le pusimos el condimento de la juventud. Estoy contento con el resultado.
-¿Y las letras?
-Lo mismo. Es un disco que no me compete en las cosas personales. Ni de mis anécdotas como Mateo y como un atrevido que habla del barrio, de los ideales, del código, mis amigos y mi familia. Hablo desde la comunidad a la que pertenezco, más allá del barrio de La Boca. Era romper el esquema. Abrir las alas. Salir del barrio, hablar con más gente. No pensé en escribir este disco desde lo individual sino pensando en la familia que somos y en la comunidad que es América Latina.
-¿Por qué dejaste un manifiesto en el disco?
-El eslogan de este disco es “Desde la protesta a la celebración”. Primero hay que protestar y decir lo que uno siente que es una injusticia, eso que tiene que cambiar. El factor de una persona más en una sociedad latinoamericana que es igual en México, Paraguay, Chile, Brasil o la Argentina. En cualquier país se vive, como latinoamericanos, la misma realidad. También en ese punto hay un orgullo de ser de este continente, con sus problemas y sus soluciones. No tenerle miedo a la censura, poder decir lo que uno piensa, lo bueno y lo malo. Hay que luchar por eso. Cuando uno lo logra, celebrar por eso. De eso se trata la celebración.
-¿Y para cuando el próximo?
-Ya está en camino, en proceso. En el horno. Estamos viendo cuándo sale.