TV devaluada: los premios en programas de concursos, del millón de dólares y departamentos a un año de expensas pagas
Desde que existen los medios de comunicación masivos, existen los programas de concursos. No siempre con premio en metálico: podría tratarse de una audición en su radio amiga que abriera las puertas de la fama, de un piano al gritar “extracto de blanco” al teléfono, de un viaje de egresados a Bariloche o de una heladera. Pero en general, los premios en plata contante y sonante fueron estrella. En tiempos pretéritos, ganar un concurso o acertar al atender el teléfono podía ser la divisoria de aguas entre la pobreza y la opulencia, podía ser un cambio radical de vida. También, quizás, el pasaporte a la fama. Si consideramos que la Argentina ha tenido una inflación anual promedio de 67,1% en los últimos 80 años (dato de la Cámara Argentina de Comercio y Servicios, que deja de lado distorsiones como las hiperinflaciones de 1989 y 1992, vaya uno a saber por qué se olvidó la segunda), lo de “fama y fortuna” gracias al triunfo en la tele podemos dejarlo en un solo término, fama. Que por cierto puede traer también fortuna, como bien lo saben participantes que salieron de realities como Gran Hermano. Pero hablemos de lo devaluada que está la cosa en términos de plata.
Cuenta la leyenda que el niño Claudio María Domínguez se ganó un dineral respondiendo sobre mitología griega, La ilíada y La odisea en el decano de los programas de preguntas y respuestas, Odol pregunta, entonces conducido por Cacho Fontana (los conductores fueron muchos, Cacho es el más conocido por su “connn seguridaddd” como muletilla ante respuestas correctas). Fue en 1969 y el premio era de un millón de pesos. ¿Alguien había visto un dólar alguna vez? Quizás. Entonces, el precio del m2 construido en CABA andaba por los u$500 de hoy (un dólar de 1970 no es igual a uno de 2024) y ese millón de pesos equivalía a unos 250.000 verdes de hoy. Se compraba muchísimo con eso, una verdadera fortuna. De hecho, Claudio María Domínguez es de los que efectivamente ganaron fama y fortuna, de los que se convirtieron gracias a ese triunfo -que hizo que muchas madres encajaran libros de mitología a sus niños durante por lo menos una década- en el personaje que conocemos hoy. Un caso testigo, por supuesto.
“El millón” se volvió mitológico por lo menos hasta 1974. De hecho, uno de los programas con más público de los domingos previos a la estatización de los canales era El tango del millón, programa ómnibus conducido por Juan Carlos Mareco en el Canal 11 de Héctor Ricardo García entre 1972 y 1973, cuya cortina era “La puñalada”. Mientras desfilaban figuras del tango -abonada, la orquesta de Juan D’Arienzo, sempiterno Rey del Compás- y actuaban amateurs por premios como piletas de lona, bicicletas y electrodomésticos , se informaba sobre las alternativas de la fecha futbolística -eran los tiempos del furor del Prode, otro creador de fortuna, aunque la fama era complicada- y, al final, se regalaba otro millón de pesos en un sorteo cuyo suspenso se extendía por las interminables horas de la emisión. No hay ganadores célebres de aquellos eventos dominicales, por cierto, pero el nombre del programa permite ver hasta dónde “el millón” era importante. Era, literalmente, la cifra patrón entre riqueza y pobreza.
Después vino la inflación. Aunque en realidad, siempre estuvo (recordemos: más del 67% anual promedio en 80 años) y eventos como el Rodrigazo, devaluaciones, platas dulces y todo lo demás. Las temporadas ochentosas de Odol pregunta podían entregar un máximo (a precios de hoy) de U$S10.000, por ejemplo, pero tampoco demasiado. En 1978, García Ferré y Canal 9 tenían éxito de lunes a viernes con el programa El club de Calculín, lo que llevó a un concurso semanal los sábados: Calculín y la Familia con el Panal de la felicidad. Había que contar cuántas abejas había en un dibujo a doble página en la revista Anteojito (o en un folleto que repartía el canal) cada semana, enviarlo por correo, salir sorteado, tener la cantidad exacta de abejas, participar en un concurso de preguntas y respuestas con papá y mamá y ganar hasta $30.000 de entonces , mucho pero no tanto. El asunto parece absurdo pero el programa tenía a Héctor Larrea en la conducción. Muchos ganaron, ninguno fue famoso. Pero mejoraron sus vidas.
La canasta básica como premio
Podemos pasar un poco por alto la década de los 80. Entre los problemas inflacionarios nunca resuelto por la dupla de ministros de la dictadura Martínez de Hoz-Lorenzo Sigaut y la crisis de deuda externa que llegó a 40.000 millones de dólares (de entonces) “gracias” a la gestión Dagnino Pastore-Domingo Cavallo en 1982, los premios en efectivo fueron reemplazados por especies (breve recordatorio: el programa Cortito y feliz, con Rina Morán y Adolfo Cascini entre 1982 y 1983, que básicamente ofrecía productos de la canasta básica como premio a prendas mediocres ). Con Raúl Alfonsín como presidente la cosa no cambió demasiado en este sentido: el programa de concursos más exitoso de aquella segunda mitad de los 80 fue Atrévase a soñar (Canal 9-Libertad, lunes a viernes a las 18) donde Berugo Carámbula preguntaba a amas de casa, decía “Alcoyana-Alcoyana” o “Capri-Capri” y la triunfadora se ganaba productos, ropa y un make-up profesional envidiable. Hay que decirlo: Berugo resultó un conductor extraordinario.
Pero a decir verdad, el gran momento de los concursos fue coincidente con la convertibilidad, ya en pleno menemismo. Dos hitos son importantes tanto cultural como monetariamente. Uno, aunque comenzado al final de los 80, fue Hola, Susana. El otro fue Tiempo de siembra, programa auspiciado por la extinta AFJP Siembra, que repartía el equivalente de 100.000 dólares en premios y era conducido por Pancho Ibáñez. Pancho, de hecho, es iniciador de una gran estirpe: los modelos masculinos que se vuelven conductores sofisticados, empáticos, elegantes y de buena dicción, en la que cabe incluir a Horacio Cabak e Iván de Pineda. Tiempo..., que era casi igual a Odol pregunta, sí tuvo un participante vuelto célebre, el cinéfilo y hoy periodista, conductor y productor cinematográfico de fuste Axel Kutschevatzky, que si bien falló la pregunta final contestando sobre cine de terror (“¿Qué llevaba la vecina de la protagonista al cuello en El bebé de Rosemary?” (Si va a responder, no googlee: Axel no tenía Wikipedia), se llevó el equivalente de U$S10.000, con los que montaría la revista La Cosa.
Sin embargo, y ahora sí, el gran pico de premios televisivos lo tuvo Susana Giménez. El 18 de diciembre de 1996, una de los 32 millones de cartas que llegaron para participar del concurso telefónico de la diva fue la que había enviado la enfermera de Grand Bourg Irma Velázquez. Dijo “Hola, Susana. Soñé que me ibas a llamar”, dijo Irma al atender el teléfono. Acertó a adivinar en tres paneles que debía elegir. El último implicó llevarse un millón de pesos, entonces, convertibilidad mediante, un millón de dólares. Había más de tres millones de espectadores frente al televisor, y la audiencia se multiplicó ante el premio. Ese monto sí cambió la vida de una familia, de modo definitivo. Pero no fue lo único: en ese año récord, según narra una nota de LA NACION de 2021 , Susana entregó 3.345.000 dólares, 147 autos, 11 departamentos, 8 kilos de oro, 12 viajes alrededor del mundo y 3700 televisores y otros electrodomésticos. Fue el pico máximo e inalcanzable luego de los premios de la tele.
TV de realidades
En 2001, el reality show desembarcó finalmente en la Argentina con el estreno de la primera temporada de Gran Hermano por Telefe. El premio era de $200.000, que al 10 de marzo de ese año eran el equivalente en dólares. Pero nadie cobró nunca esos 200.000 dólares. La primera temporada dio ganador a Marcelo Corazza, que por entrar como reemplazo se llevó $121.000. De esa emisión salieron Tamara Paganini, Gastón Trezeguet (que sigue siendo cerebro del programa) y la hoy periodista Daniela Ballester. Fama más que fortuna. Pero la segunda... Bueno, es otra historia. Para la fama, quedaron la tristemente fallecida Silvina Luna y la pareja Gustavo Conti-Ximena Capristo, pero el ganador fue Roberto Parra. Solo hubo un pequeñísimo problema: el final del programa coincidió con el corralito y la caída del nuevamente ministro de Economía Domingo Cavallo y del gobierno de Fernando De la Rúa. El premio se terminó licuando y Parra cobró, en total, U$S50.000.
Hoy sigue Gran Hermano, que entrega 50 millones de pesos invertidos en Mercado Pago más una vivienda, que bien pensado es equivalente a los premios originales. Mientras que el programa de preguntas y respuestas que lidera Guido Kaczka, Los ocho escalones de los tres millones (¿quieren saber cómo funciona la inflación? Se llamó primero Los ocho escalones y luego, Los ocho escalones del millón) implica un premio en metálico sustancialmente menor pero además entrega una vivienda totalmente amueblada más un año de expensas pagas y otras especies (el canje permite supervivencia del formato, siempre exitoso).
Sin embargo, los concursos ya se han dividido entre los que tienen como gran atractivo el premio (Los ocho escalones), porque hay un “juego” que se sigue (y eso genera el suspenso para el espectador) y los realities donde el participante va a mostrarse. Marianela Mirra, Christian U, Alfa u hoy Furia probablemente hayan tenido o tengan una ganancia mucho mayor a partir de lo que implica haber participado durante meses como personajes de un programa de TV que lo que podría aportarles el premio mayor.
Salvarse con la tele es parte de un pasado, también, donde la pantalla chica era el entretenimiento dominante y donde el segundo de publicidad valía fortunas. No es ese ecosistema cuando las plataformas o los contenidos brevísimos como los de TikTok dominan la atención de los espectadores más jóvenes. Así que la devaluación de los premios no es sólo culpa de aquella enorme inflación promedio, sino de cambios absolutos en el consumo audiovisual. Lo cual nos lleva al siguiente misterio: ¿Cuánto se puede ganar participando en concursos de YouTube?