La UER tiene que tomar nota de las quejas de Eurovisión Junior

Ganador de Eurovision Junior 2022, Lissandro de Francia (Corinne Cumming / EBU)
Ganador de Eurovision Junior 2022, Lissandro de Francia (Corinne Cumming / EBU)

Por Miguel Ángel Pizarro.- No hay un Festival de Eurovisión sin ‘Eurodrama’, inclusive en la edición Junior. La vigésima edición del certamen infantil ha venido con polémica a pesar de la rotunda victoria de Francia con Lissandro y su tema Oh maman!. Realmente, esto lo veíamos venir, dado que iba a celebrarse en Ereván, la capital de Armenia, país que se encuentra en conflicto con su vecina Azerbaiyán, por la región de Nagorno-Karabaj, eterna epicentro del enfrentamiento entre ambos países y que fue uno de los motivos por los que los azeríes rechazaron participar este año en el certamen musical.

En septiembre de este año, debido a la escala en el conflicto, Eurovisión Junior corrió el riesgo de no celebrarse. Pero finalmente el certamen pudo tener lugar, sobre todo por el empeño expreso del gobierno liderado por el primer ministro Nikol Pashinyan, dado que la propia institución había asignado fondos para que pudiera realizarse. Es más, uno de los puntos que más han destacado varios Eurofans que han acudido a la capital armenia, es que la organización ha superado a la versión de adultos celebrada en Turín este año.

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Ahora bien, que los comentarios positivos no nos impidan ver las quejas tanto de parte de la prensa como del resto de fans. Sí, ha habido mayor sentido de espectáculo, pero eso no ha impedido que la organización haya tenido serios problemas. Según revela Bluper, a los periodistas acreditados para el certamen se les ha vigilado en exceso por parte de los voluntarios. A ello se añade que, dado el conflicto con Azerbaiyán, la presencia policial ha sido muy superior a lo que podría esperarse de un evento pensado para la infancia.

La vigilancia excesiva a la prensa nos hace recordar a lo que viven los periodistas que han viajado a Qatar para cubrir el Mundial de Fútbol, donde tienen ciertas restricciones (según reveló Reporteros sin Fronteras). Quizás la comparación pueda tomarse excesiva, pero, en cualquier caso, la UER debería tomar nota de estas quejas, que van más allá, pues el apartado técnico ha dejado mucho que desear, por los constantes retrasos que ha habido en los ensayos.

A ello se suma los propios fallos que hubo en el directo, como que la prensa acreditada tuviera que consultar la puntuación de los países en sus teléfonos, dado que la organización solo revelaba la asignación de los 12 puntos, obligando a los asistentes en el evento que tuvieran que ver en sus dispositivos móvilesel resto de votaciones. También el accidente que sufrió en directo uno de los camaristas cuando los presentadores hacían la cuenta atrás, ante la mirada atónita del público.

Pero hay un elemento más, el colapso de la web a la hora de la votación que afectó a nivel general en todos los países, tal y como reconocía la propia UER, dejando a muchos televidentes sin poder votar. Esto por supuesto ha despertado una gran indignación entre los Eurofans. Por eso aquí la organización debe tomar nota, pues Eurovisión Junior ha servido de prueba piloto para el sistema de votos del público que la UER prepara para el año que viene.

Según recoge El Mundo, en los últimos 15 minutos antes de que finalizasen las votaciones, justo en pleno pico de votos, la web se cayó, siendo la primera vez que todos los espectadores del mundo tuvieron acceso al televoto. Aquí plantea una duda, si con Eurovisión Junior, un festival que solo cuenta con 16 países participantes y es una formato con menor seguimiento que su contraparte adulta, ¿qué pasará cuando este sistema se aplique para el Festival de Eurovisión general, seguido por muchísimo más público?

La pista la pueda tener la BBC, pues tal y como apunta el mismo artículo, el Reino Unido ha hecho que, para votar, haya que registrarse en la página de la cadena pública. Sin embargo, no deja de ser un trámite burocrático, que, por supuesto, afectará al desempeño de los votos en futuras ediciones.

Sin duda, la UER debe tomar nota de todas estas quejas. Primero, no debería dejar que el festival se celebre en países que lo usen para limpiar su imagen ante la opinión pública. En este caso, el gobierno de Pashinyan ha invertido 13 millones de euros en la celebración del certamen, lo mismo que costó la versión para adultos celebrada en Estocolmo en 2016, según publicó El Mundo.

Ha sido un desembolso directo, lo que se ha visto como un despilfarro del dinero público en un país con una grave crisis económica. Tampoco podemos olvidar que Armenia es un país aliado de Rusia, aunque no estén pasando por su mejor momento en sus relaciones políticas, su influencia en la exrepública soviética es latente.

A ello se suma el colapso de la web, que me vuelve a hacer cuestionar la intención de Martin Österdahl, supervisor ejecutivo del festival, de internacionalizar un certamen que podría verse superado por el fenómeno del televoto fuera de los países participantes. Sin duda, la UER tiene que hacer los deberes, tanto a nivel político como técnico, de cara al futuro tanto del Festival de Eurovisión como la versión Junior.

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