Una tarde con Silverio, el rey del underground mexicano

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Su ‘Majestad Imperial’ Silverio levanta polvareda donde quiera que va y su paso por el festival Ruido Fest de Chicago, no fue la excepción, donde sin ningún reparo les dijo a los asistentes a una rueda de preguntas que pensaba lanzarse a la presidencia de México y que una de sus primeras acciones sería lanzar una bomba atómica para que “terminara con todos los aborígenes, con toda la humanidad y con todos los problemas”.

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Obviamente, el auditorio estalló en risas y ‘vivas’ mientra él se terminaba una cerveza y promete que habrá un desnudo total en su presentación.

“Va a estar bien chingona”, dice mientras se acaricia el pelo (una peluca) que recuerda a una extraña mezcla de Diego Verdaguer y los Ramones.

Cada frase que lanza tiene un apunte, un chiste, una palabrota.

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El escenario es sencillo: Una mesa alargada con dos consolas cubierta en plástico. El cielo estaba despejado y no había amenaza de lluvia, lo que llamó la atención de aquellos que nunca le habían visto u oído.

Sale al escenario y saluda con improperios al público, el cual le responde de igual forma. Se ubica tras la mesa y enciende la música y empieza un rápida onda electrónica, muy funk y con sonidos de truenos y acordes de heavy metal.

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De inmediato empiezan los asistentes a saltar, a empujarse, a corear ‘Mé-xi-co’ y también, a lanzarle las latas de cerveza a Silverio, quien les hace gestos con las manos y aumenta sus polémicas frases.

- “Pura pinche música para bailar”

- “Patadas a los niños, caricias a los perros”

- “Vete al demonio; ¡vete tu, idiota!”

- “Toma la leche podrida para tu espíritu”

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La gente parece disfrutar este espectáculo entre bizarro y cómico. Silverio golpea con fuerza la consola, hace gestos caricaturescos y sigue su rosario de groserías.

Luego de verlo durante unos minutos, es fácil notar que entre más latas vacías le lanzan es porque más animada está la gente. Y es en ese clímax, es cuando Silverio, oriundo de Chilpancingo, Guerrero, vestido una diminuta tanga roja y sale a correr por el escenario, saltando, haciendo gestos sexuales y esquivando ágilmente lo que le lanzan.

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Al empezar el sonido de ‘Perro’, uno de sus ‘clásicos’, la gritería es insoportable. El ritmo es pegajoso, el beat hace que se muevan los pies y sin quererlo, todos adoran a Su majestad, una suerte de símbolo sexual del underground mexicano. La letra, por su parte, poesía pura: “El baile con el perro, peperro, guau guau guau”.

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El público le arroja no solo las latas, sino ahora también el líquido mismo. Las mujeres le mandan besos y Silverio se siente como un rey. Sonríe, profana, amenaza con bajarse la tanga roja y termina con una frase contundente: “Como decía mi tía… las cosas buenas… duran poco”, deja caer el micrófono y sale caminando de la tarima con media nalga por fuera.