Las víctimas de la dictadura brasileña celebran ‘Aún estoy aquí’: "Es una alerta para hoy"

São Paulo, 31 ene (EFE).- Las víctimas de la dictadura brasileña (1964-1985) celebran el éxito de la película ‘Aún estoy aquí’, nominada a tres Óscar, mientras piden a las autoridades acciones concretas para avanzar en la recuperación de la memoria frente al auge de la ultraderecha.

‘Aún estoy aquí’, el primer largometraje brasileño en ser nominado a mejor película, retrata la lucha real de la activista Eunice Paiva para descubrir la verdad sobre su esposo, un exdiputado que fue torturado y luego desaparecido por el Ejército.

Amelinha Teles, una expresa política que ahora tiene 80 años, al ver el largometraje se acordó de sus compañeros de lucha, muchos de ellos desaparecidos, y lloró pese a que dice que le cuesta hacerlo.

“Me sentí representada; la película muestra cómo fue la resistencia del pueblo y es una alerta para la sociedad, para la democracia de hoy”, dice en entrevista con EFE en su casa de São Paulo, cuyas paredes están cubiertas de carteles con lemas en defensa de los derechos humanos.

Teles pasó por un infierno similar al de la familia Paiva. Militante comunista, fue torturada durante dos meses en un centro de los servicios de inteligencia. Allí la violaron, la sometieron a choques eléctricos en sus partes íntimas y vio a un compañero morir por los golpes que le propinaron.

Para esta mujer de voz firme, la película es una forma “pedagógica” de abrir una conversación sobre la dictadura, un capítulo de la historia que muchos brasileños desconocen por culpa, en su opinión, de una “política de borrado” por parte del Estado.

La arquitecta Célia Rocha, detenida en 1970 por su militancia comunista y torturada en el mismo centro que Teles, fue a ver el largo con una pareja de amigos, que salieron mucho más abatidos que ella.

“La violencia de la dictadura es algo familiar para mí, no es como las personas que nunca la conocieron”, explica a EFE, a sus 80 años.

En ese sentido, Rocha valora la “habilidad” del director Walter Salles al elegir esta historia de una familia de clase media, feliz y estructurada hasta que la represión la destroza.

“Conozco a personas apartadas de la política y hasta un poco de derechas que, cuando vieron que era una familia que no tuvo una participación directa en nada violento, empezaron a repensar muchas cosas”, asegura.

El impacto político y judicial

Con más de tres millones de espectadores en Brasil desde su estreno, la repercusión de la película ha impulsado reclamos históricos que no habían sido atendidos hasta ahora, como la responsabilización de los agentes públicos que cometieron crímenes.

En diciembre, poco después del lanzamiento de 'Aún estoy aquí', un magistrado de la Corte Suprema dio un primer paso, al afirmar que la ley de amnistía de 1979 no cubría la ocultación de cadáveres, y citó el caso de Paiva.

También en diciembre, el Consejo Nacional de Justicia ordenó que los certificados de fallecimiento de los desaparecidos debían registrar que estos fueron víctimas de “muerte violenta causada por el Estado brasileño”.

En 2014, la Comisión Nacional de la Verdad presentó un informe en el que identificó a 377 responsables por las torturas y asesinatos en la dictadura, cerca de la mitad de los cuales sigue vivo.

Hasta ahora, solo uno de ellos fue juzgado y condenado penalmente, un excomisario de policía que fue sentenciado en 2021 en primera instancia, pero que luego fue absuelto por decisión de un tribunal superior, por entender que los crímenes habían prescrito.

Las víctimas tienen la esperanza de que haya un cambio en los criterios jurídicos que permita perseguir crímenes de lesa humanidad como la tortura.

“Es una lucha difícil. Los abogados abandonaban porque presentaban una denuncia y la acción era archivada bajo el pretexto de que habían sido amnistiados”, zanja Teles, cuyos torturadores nunca pisaron la prisión.

Jon Martín Cullell

(c) Agencia EFE