Veinte años después, Día de entrenamiento perdura como uno de los grandes policiales de su tiempo
Este martes 5 de octubre se cumplieron 20 años del comienzo de la exitosa carrera de Día de entrenamiento (Training Day) en los cines de todo el mundo. Dos décadas después, una de las más grandes películas policiales de esa década conserva casi en plenitud su vigencia. No es difícil descubrir en la actualidad huellas de una atmósfera tan espesa como la que tenía esa historia, marcada a fuego por una violencia latente que solo espera una leve chispa para estallar. Esta certeza alcanza para comprobar que el film superó con amplio éxito la prueba del paso del tiempo.
Hay algo más. Hollywood todavía sueña con darle continuidad a Día de entrenamiento. Desde 2019 se habla de una posible precuela, situada en 1992, que explore los primeros pasos de Alonzo Harris, el irresistible policía corrupto que le dio al gran Denzel Washington su segundo Oscar (el primero como actor protagónico) el 24 de marzo de 2002, la misma noche en la que El hijo de la novia vio frustrado el sueño de lograr un premio de la Academia de Hollywood para el cine argentino.
A comienzos de septiembre, el aniversario se celebró en el Festival de Cine de Toronto, lugar en el que Día de entrenamiento se presentó en sociedad un mes antes de su lanzamiento comercial. Fue un momento muy especial, cuatro días antes de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Ese día, como suele ocurrir con los grandes lanzamientos que tienen cada año a la muestra canadiense como escenario, la película dejó a la vista su extraordinario potencial para competir con fundamentos en la temporada alta de premios de la industria.
Como sabemos, la trama de Día de entrenamiento transcurre a lo largo de una jornada completa. Comienza cuando el joven oficial Jake Hoyt (Ethan Hawke) se despide de su esposa y su pequeño bebé para someterse a la primera prueba de calle como detective del área de narcóticos de la Policía de Los Ángeles. Su compañero, el curtido y veterano Harris (Washington), no tarda en manifestar una personalidad magnética, arrogante y también manipuladora. Y tampoco tarda en mostrarle que emplea métodos heterodoxos y excesivos para cumplir sus propósitos, y lo invita a seguir esa conducta.
Algunos años después, la prensa de Hollywood recordó que el traumático escenario posterior al 11-S, con decenas de policías muertos durante los atentados, era el menos propicio para que el público pasara tiempo libre con una historia como la de Día de entrenamiento. Los estudios Warner postergaron 15 días la fecha original de estreno y, contra todos los pronósticos, se convirtió en la película más vista en el fin de semana de su lanzamiento. Hay historias clásicas que nunca dejan de interesar, más allá de las circunstancias.
Día de entrenamiento fue el primer gran éxito como director de Antoine Fuqua, un experimentado realizador de videos musicales que a partir de ese momento se estableció como uno de los más sólidos y confiables narradores del cine de acción, suspenso e intriga de Hollywood. La película, además, inició una sostenida alianza entre Fuqua y Washington, que continuó con la remake del clásico western Los siete magníficos (en el que también aparece Hawke, pero en un papel secundario) y las dos aventuras de El justiciero (The Equalizer). En estos días vuelve a hablarse de Fuqua gracias a Culpable (Guilty), la película protagonizada por Jake Gyllenhaal que ocupa en estos días uno de los primeros puestos entre los títulos más populares de Netflix para el público argentino.
También fue un trampolín para la carrera de David Ayer, un guionista y director al que se le reconocen muchos méritos en el mismo terreno, aunque le tocó protagonizar más de un choque con la maquinaria industrial hollywoodense. El más visible es la primera versión de Escuadrón suicida, de la que Ayer tomó distancia al señalar que Warner había decidido un montaje final completamente ajeno a sus ideas creativas. El propio Ayer confesó en 2003 que el guion de Día de entrenamiento surgió del temprano sentimiento de frustración que ya tenía hacia ciertos modos de funcionamiento de la industria.
Todo lo que pasa en Día de entrenamiento transcurre en algunos de los lugares más peligrosos de Los Ángeles. En esos escenarios reales se filmó la película, especialmente en la zona conocida como “The Jungle” (La selva) por la vegetación de clima tropical (palmeras, bananos) de sus calles y por la peligrosidad de la zona, dominada por las pandillas de los Crips y los Bloods. El propio Fuqua contó que antes de iniciar la filmación se reunió con los “capos” de los Bloods para conseguir de ellos una suerte de permiso.
Ese aval incluyó la presencia en cámara de algunos de los verdaderos integrantes de esos clanes en algunas secuencias. “No podíamos decir que se fueran del set, querían formar parte de la película”, recordó el director. Esa participación tuvo una consecuencia inesperada: en un momento, el equipo de rodaje quedó muy cerca de un tiroteo entre Crips y Bloods que afortunadamente no arrojó consecuencias.
A principios de septiembre, reunidos 20 años después por los organizadores del Festival de Toronto, Fuqua y Hawke recordaron otro episodio del rodaje, en este caso más curioso y risueño. “Me acuerdo del día en que se robaron el Monte Carlo”, evocó Fuqua a propósito del Chevy modelo 1979 que Washington maneja en la película. “Un día, en plena filmación, el Monte Carlo se esfumó del set. La gente del lugar nos dijo que no nos preocupáramos. Apareció 24 horas después en el mismo lugar, lustrado y limpio”.
Nadie imagina desde el estreno otros actores que Washington y Hawke en los personajes principales. La Academia de Hollywood reconoció con sendas nominaciones lo que el propio Fuqua explicaría tiempo después. Junto a la irresistible presencia protagónica de Washington (en el mejor momento de su extraordinaria carrera en el cine), Hawke transmite “el perfecto equilibrio entre inocencia y oscuridad que necesitaba el personaje”, según el director.
“Me encontré con Antoine e inmediatamente me quedó claro que tanto él como Denzel me querían, pero que había otras personas que pensaban lo contrario”, reconoció más tarde Hawke. Luego se supo que desde la producción se había pensado originalmente en otra pareja: Samuel L. Jackson y Matt Damon. La carrera de Hawke en el cine como una de las figuras más prometedoras de su generación se fortaleció gracias a este papel y la nominación al Oscar como actor de reparto que obtuvo.
Aquella noche de premios de marzo de 2002 fue una de las más intensas y recordadas de las últimas décadas por sus connotaciones simbólicas. Desde la Argentina todos esperaban con ansiedad la consagración de El hijo de la novia, candidata a llevarse el premio al mejor film extranjero que finalmente ganó el film bosnio El último día, de Denis Tanovic. Juan José Campanella viviría su revancha ocho años después, en 2010, con el histórico triunfo de El secreto de sus ojos.
Pero esa noche quedará en la historia como la primera gran reivindicación del Oscar a la comunidad afroamericana. El Oscar, que cumplía 74 años, solo había premiado hasta allí con una estatuilla actoral a una figura afrodescendiente, Sidney Poitier. En 1963 fue el mejor actor protagónico del año por Una voz en las sombras (Lilies of the Field). 38 años después, Poitier recibiría en esa velada de 2002 un premio honorífico, aperitivo de los reconocimientos que al final obtuvieron Halle Berry y Washington.
“Hace 40 años que estoy detrás de vos y siempre seguiré tus huellas”, le dijo Washington a Poitier, sonriente y feliz desde un palco alejado del escenario del Kodak Theatre. Era el tiempo en que los ganadores de los premios honorarios recibían sus estatuillas en la ceremonia principal. Con el tiempo nadie dudaría de la legitimidad del premio otorgado a Washington por una de sus más colosales interpretaciones en el cine, pero en aquel 2002 muchos decían que se trataba ni más ni menos que una reparación por no haberse llevado el Oscar en 1999, cuando había sido nominado por Huracán.
Desde entonces, Día de entrenamiento se sostuvo en el tiempo. Las ganas de volver a los escenarios de la historia original y de reencontrarse con una de las mejores expresiones de la clásica fórmula de los policiales protagonizados por una pareja de uniformados (uno con ganas de aprender y otro de vuelta de todo) impulsó en 2017 el proyecto de una serie que llevó el mismo nombre y tuvo la misma premisa. Los resultados no estuvieron a la altura de las expectativas y la idea se cerró luego de una primera temporada de 13 episodios tras la inesperada muerte de su protagonista, Bill Paxton. De la serie hoy pocos se acuerdan. La memoria de la película original, en cambio, se mantiene intacta dos décadas después de su estreno.