¿Qué veo? 1883 es la mayor reivindicación de la esencia del western clásico en toda la historia de la televisión
1883 (Estados Unidos, 2021. Creador: Taylor Sheridan. Fotografía: Christina Alexandra Voros. Música: Breton Vivian y Brian Tyler. Edición: Chad Galster. Elenco: Sam Elliott, Tim McGraw, Faith Hill, Isabel May, LaMonica Garrett, Marc Rissmann. Disponible en: Paramount+. Nuestra opinión: excelente
Por lo menos seis décadas pasaron desde que algunos decretaron la muerte del western, víctima del avance incontenible de la televisión. Para decirlo en pocas palabras, se argumentaba que las estrechas dimensiones de la pantalla que empezaba a convertirse en dominante resultaban incompatibles con los relatos clásicos del Oeste, apoyados sobre todo en la majestuosidad de un entorno solo posible de ser retratado a través del cine.
Sin espacios abiertos y también sin personajes determinados en su conducta a través de la acción el western empezaba a perder su condición de tal. La televisión llegaba con otro tipo de retrato humano, más introspectivo y apoyado en elementos psicológicos. Los arquetipos del género clásico por excelencia del cine se alejaban de esa pretensión. La suerte estaba echada.
Pasó medio siglo y el western nunca desapareció del todo. Entre miradas “crepusculares”, rescates, variaciones, experimentos y homenajes logró sobrevivir y ser reivindicado por algunos grandes autores, a los que se sumaron algunos buenos alumnos de la experiencia clásica. También fue usado más de una vez por cineastas de prestigio, que recurren a las herramientas del western para exponer por lo general sin demasiadas sutilezas (y un rotundo desconocimiento de las reglas del género) sus inquietudes sobre temas de debate propios de nuestra época. Hay algún ejemplo muy reciente de ese enorme equívoco.
La aparición de 1883 es un gran acontecimiento. La gran novedad de esta serie es que por fin un relato concebido originalmente para la televisión (o para las plataformas de streaming, para decirlo en el lenguaje de estos tiempos) incorpora con naturalidad y sentido clásico los espacios abiertos y la imponencia del paisaje como elementos esenciales de la trama, así como ocurría en las grandes obras históricas del género. No hay recuerdo de una serie que honrara con tanta amplitud y minuciosidad esa tradición clásica, enriquecida con una mirada contemporánea que no quiere imponer sus condiciones, sino seguir con atención, respeto y equilibrio la huella trazada por los maestros del género.
Por supuesto que nos gustaría ver 1883 en una pantalla de cine, pero las dimensiones reducidas de su emisión no empequeñecen ni reducen la importancia del entorno en el que transcurre la acción. Todo lo contrario. Vemos, palpamos y entendemos muchos de los comportamientos de los personajes (sus motivos, sus impulsos, sus reacciones, todo lo que piensan e imaginan detrás de su lacónica expresividad) a través de sus movimientos en el paisaje.
Ese entorno adquiere al mismo tiempo un nuevo sentido (más “crepuscular”, si se quiere) en la elección de la voz que narra la acción. Es Elsa Dutton (Isabel May) quien nos conducirá con bellas palabras y profundo lirismo al descubrimiento de un mundo en el que la tragedia se agazapa detrás del sueño más maravilloso. “No sabía nada sobre los horrores que se escondían entre las sombras de la libertad”, admite cuando la desgracia resulta irreversible.
El apellido de Elsa es el hilo que conecta a 1883 con otro gran hecho televisivo contemporáneo. Esta serie es el relato de los orígenes de la familia Dutton, protagonista de Yellowstone, un gran western contemporáneo. Esa historia comienza con un patriarca decidido a darle a su familia un futuro muy distinto al que vivió a través de un largo y peligroso viaje desde Texas hacia el noroeste de Estados Unidos. El territorio de las Grandes Planicies, plagado de bandidos, oportunistas, soñadores, inmigrantes (las familias llegadas de Europa central y oriental, figuras centrales del relato) y nativos hostiles.
James Dutton (interpretado con gesto áspero y esfuerzo por el astro de la música country Tim McGraw) es un oficial derrotado en la Guerra Civil que encuentra en otro duro veterano de esa contienda, Shea Brennan (el inmenso Sam Elliott), un alma gemela. Ambos comandan un viaje en caravana lleno de incertidumbre, en el que los sueños siempre estarán acompañados por los mayores temores y los peores recuerdos.
Además de devolverle al western su atmósfera clásica y algunos de sus elementos característicos (las cabalgatas, los arreos de ganado, las vigilias nocturnas junto al fuego, el saloon, el sheriff y los pueblos sin ley), 1883 es una gran historia de personajes. Los protagonistas del relato saben muy bien que sus vidas valen muy poco pero se empeñan aún así en tratar de encontrarle un sentido a lo que hacen.
Este es otro triunfo de Sheridan. Hay aquí una gran pintura de genuinos hombres y mujeres del Oeste, llevados a moverse, a actuar y hablar (con pocas y justas palabras) sin necesidad de poner en juego temas “importantes” o sumarse a los debates de moda. El creador de 1883 deja a la vista que conoce muy bien la obra de directores icónicos del western como Howard Hawks, Anthony Mann y Budd Boetticher. Para contar una historia de arraigos y desarraigos, pérdidas y ambiciones, dolores contenidos y sueños imposibles no hay nada mejor que recurrir a los maestros. La serie es la representación contemporánea de ese acervo.
En 1883 conviven el heroísmo y la mezquindad, la nobleza y la ambición, la inocencia y el desprecio por la vida. Es un mundo sin ley, con hombres decididos y mujeres valientes (legado hawksiano representado a la perfección por el personaje de Faith Hill, esposa en la ficción y en la vida real de McGraw), que funciona a modo de prólogo perfecto para todo lo que veremos después sobre los Dutton y su entorno en Yellowstone. Tuvo la ayuda de una producción enorme (dicen que en cada episodio se invirtieron 10 millones de dólares) y los cameos de algunos amigos (Tom Hanks, Billy Bob Thornton), pero le basta y sobra con su admirable talento como narrador y creador de climas. Taylor Sheridan ya está a la altura de los grandes creadores de formatos televisivos de nuestro tiempo.