¿Qué veo? Dave, presidente por un día, una comedia política y romántica que todavía no puede hacerse en la Argentina

Sigourney Weaver y Kevin Kline en Dave, presidente por un día
Sigourney Weaver y Kevin Kline en Dave, presidente por un día

¿Podría llegar alguna vez a hacerse en la Argentina una película como Dave? ¿Estará dispuesto por fin el cine local a contar en clave de comedia política (y romántica, por qué no) una historia en la que se puedan mezclar líneas de ficción y realidad alrededor de la vida de un primer mandatario?

La realidad de nuestro país, al menos la inmediata, nos dice en principio que no. La experiencia muy cercana de todo el proceso electoral que culminó con las elecciones legislativas del domingo pasado a deja la vista que la piel política de la Argentina es demasiado sensible como para aceptar cualquier tipo de representación de la figura presidencial parecida a la que ya es costumbre en el cine de Hollywood, y que alcanzó una de sus cumbres con la película dirigida en 1993 por Ivan Reitman, estrenada en la Argentina con el título de Presidente por un día.

Lo que todavía no se acepta en nuestro país (sobre todo por el lado de la corporación política) es aquello que sostiene hasta hoy a la película del director de Los cazafantasmas como un ejemplo casi perfecto en su tipo. La posibilidad de retratar la institución presidencial desde la ficción con bases y referencias suficientemente precisas como para que no haya dudas de que allí también se menta la realidad.

Los presidentes estadounidenses son para Hollywood personajes ficticios que siempre terminarán en algún momento mirándose en el espejo de la realidad. Políticos que llegan a la máxima responsabilidad institucional y la ejercen a través de conductas que honran o desmerecen, según el caso, el mandato de la ciudadanía que los elige.

Kevin Kline en Dave, presidente por un día (1993), de Ivan Reitman
Kevin Kline en Dave, presidente por un día (1993), de Ivan Reitman


Kevin Kline en Dave, presidente por un día (1993), de Ivan Reitman

Aunque nadie lo admita, desde la mirada de la corporación política argentina no se podría en nuestro país promover debates como los que suscita el cine de Hollywood con sus variopintos retratos presidenciales, capaces de expresar todo tipo de temperamentos y conductas. Hasta las parodias extremas. Demasiado para la piel de los políticos locales, que al concebir presidentes sin mácula miran con suspicacia cualquier representación que se haga de ellos a través del arte. Por esta razón suelen además ofenderse cuando el humor (una de las tantas formas de la ficción) se atreve a caricaturizarlos. Sobran en el kirchnerismo ejemplos de esa actitud, que solo la excepción de Carlos Menem parecía tolerar.

Lo que hace ejemplar a una película como Presidente por un día, cuyos méritos y virtudes permanecen tan altas hoy como en el momento de su estreno 28 años atrás, es la sabia decisión de mostrar cómo un hombre común (al que podríamos definir, en resumidas cuentas, como un buen ciudadano) logra enmendar las tropelías de un presidente que a espaldas de sus mandantes toma decisiones en su propio beneficio. Y dejar en claro a la vez que esa conducta política egoísta y corrupta puede enmendarse sin cuestionamientos institucionales. El dato que hace irresistible a esta historia es que ambos personajes (el presidente real y su doble) son dos personas de fisonomía idéntica.

El protagonista de la película se llama Dave Kovic (Kevin Kline). Dueño de una agencia de empleo temporal, tiene un extraordinario parecido con el presidente Bill Mitchell (también encarnado, por supuesto, por Kline), que se nos muestra como un político arrogante que sabe disimular con astucia su espíritu codicioso y los escasos escrúpulos morales de su conducta. Además, está distanciado de la primera dama (Sigourney Weaver), que por razones de Estado mantiene las formas y su lugar en la Casa Blanca.

Kline y Sigourney Weaver, una pareja con mucha química en la película
Kline y Sigourney Weaver, una pareja con mucha química en la película


Kline y Sigourney Weaver, una pareja con mucha química en la película

Todo cambia cuando Mitchell sufre un ACV en circunstancias poco virtuosas para la imagen presidencial. Al quedar en coma, su ambicioso jefe de Gabinete (Frank Langella) y el hábil secretario de Comunicaciones (Kevin Dunn) recurren a Kovic para ocupar ese lugar, sin que nadie perciba la diferencia. Hasta que los propios protagonistas adquieren conciencia del lugar que ocupan y ese presidente postizo toma decisiones que hasta allí nadie imaginaba. La primera dama, también. Por eso la película, que tiene una impronta política clara en el comienzo, va adquiriendo de a poco un perfil mucho más romántico. Siempre bajo los contornos precisos de una comedia.

Hoy, Presidente por un día es todo un clásico. A casi 30 años de su estreno resiste el paso del tiempo con situaciones, frases y actuaciones que mantienen la frescura y la convicción de su tiempo original. Pero estuvo cerca de no hacerse tal como la podemos ver (o volver a ver) hoy entre otras cosas porque Kline, no parecía al principio muy interesado en el proyecto. Otros actores también quedaron al margen a lo largo de una búsqueda complicada. “Al principio me sentía muy frustrado y llegué a pensar que iba a perder la película”, reconocería Reitman años después.

Reitman llegó a Presidente por un día casi una década después del monumental éxito de Los cazafantasmas, cuyo nuevo capítulo (de la mano de Jason Reitman, el aplaudido hijo del director original) llega a los cines argentinos este jueves 18. Todo cambió gracias a la providencial aparición de Lawrence Kasdan, el gran director y guionista de Un tropiezo llamado amor y Silverado.

Como Kasdan había dirigido a Kline en Reencuentro (The Big Chill) y los dos eran muy amigos, Reitman le pidió a su colega (y además vecino) que le acercara al actor una copia del guion escrito por Gary Ross (Quisiera ser grande, Seabiscuit, Los juegos del hambre). Los temores de Kline quedaron aplacados después de una comida con Reitman. “Pensé que Ivan me había elegido por las razones equivocadas. No quería participar en una sátira. Pero cuando nos encontramos tardé 30 segundos en entender que quería algo completamente diferente, algo con lo que yo coincidía: una muestra muy delicada de comedia romántica”, diría más tarde Kline.

Antes de llegar al inmejorable Kline, Reitman había pensado en otros nombres para interpretar a Dave Kovic, el doble del presidente. La primera opción fue Warren Beatty, que finalmente desistió pese a la insistencia del director porque los estudios Warner, encargados de producir y financiar el proyecto, no estaban muy convencidos de sumarlo. Reitman, entonces, envió el guion a Kevin Costner y Tom Hanks, que no respondieron. También se habló de Robin Williams y de Michael Keaton como posibles (y más lejanas) alternativas. Luego de tantas negativas, todos los caminos llegaron hasta Kevin Kline.

El elenco protagónico se completó con otros grandes nombres. A Sigourney Weaver, Reitman la convocó después de la celebrada experiencia de trabajo que ambos compartieron en Los cazafantasmas. En comentarios al popular sitio Web The Ringer, Reitman recordó que había imaginado a Weaver en esa película con un papel equivalente al que tenía Margaret Dumont en las andanzas de los hermanos Marx. Pero dejar de ser pareja de Peter Venkman (Bill Murray) para hacer lo propio con el doble del presidente Mitchell en una comedia de tinte político requería otro approach de la actriz. Debía convertirse en la primera dama de un esposo al que seguía necesitando a pesar de sus infidelidades y de un comportamiento que juzga despreciable.

El resto del elenco, como suele suceder en las películas de Reitman, es aprovechado al máximo, inclusive en el caso de personajes que en apariencia tienen apariciones minúsculas. Cada uno de los intérpretes tiene cosas importantes para decir en un relato al que no parece sobrarle ni un solo fotograma. Allí está, por ejemplo, una muy joven Laura Linney como la empleada administrativa de la Casa Blanca que vive un fogoso affaire con el verdadero presidente Mitchell. También aparece Ving Rhames en el papel de un leal, estoico e imperturbable guardaespaldas e integrante del Servicio Secreto. Ben Kingsley encarna al vicepresidente Gary Nance y el añorado Charles Grodin brilla en cada una de sus pequeñas grandes apariciones. Pocas figuras del cine de Hollywood en las últimas décadas demostraron sin necesidad de estar mucho tiempo en cámara un timing tan admirable para las situaciones de comedia.

En cuanto a la actuación de Langella, uno de los puntales de la película, algunos observadores señalaron que no hay demasiadas diferencias con lo que Reitman hace en Los cazafantasmas. En esa película, el grupo de héroes improbables integrado por Bill Murray, Dan Aykroyd y Harold Ramis se enfrenta con fantasmas y seres ajenos a cualquier condición humana. En Dave, presidente por un día, Langella encarna a un jefe de Gabinete (verdadero villano del relato) que se comporta como un verdadero extraterrestre: se mueve como un robot y tiene reacciones casi imperceptibles.

Para hacer la película, Reitman se apoyó en un guionista de experiencia política. Gary Ross integró el equipo de campaña de Michael Dukakis, el candidato presidencial del Partido Demócrata en 1988. Después se dedicó a escribir chistes que el presidente Bill Clinton usaba en sus discursos. “Lo que me interesaba contar era cómo un hombre común sabe cómo resolver asuntos muy concretos y delicados de la política porque no está condicionado por la idea de conflicto que suele prevalecer en estos asuntos”, señaló el director.

La película también sacó un extraordinario provecho del meticuloso trabajo que hizo el director artístico J. Michael Riva, a quien Hollywood le debe la más cuidada representación de la Casa Blanca realizada en los últimos años para la pantalla. Esa tarea, que incluye reproducciones casi exactas de la Oficina Oval, pasillos, oficinas y hasta las habitaciones privadas de los presidentes, fue aprovechada desde entonces en muchas otras producciones.

Kline, entre Kevin Dunn y Frank Langella
Kline, entre Kevin Dunn y Frank Langella


Kline, entre Kevin Dunn y Frank Langella

Los espectadores interesados en la política estadounidense encontrarán aquí como detalle de color la presencia, en breves apariciones, de algunas figuras destacadas de la vida pública. La lista incluye a varios legisladores como el ya fallecido Thomas “Tip” O’Neill, que llegó a ser presidente de la Cámara de Representantes, y el senador Christopher Dodd, cuya presencia en la película fue una suerte de adelanto de un futuro compromiso muy fuerte con Hollywood. Entre 2011 y 2017, Dodd fue el presidente de la Motion Picture Association of America, la poderosa entidad que agrupa a los principales estudios de cine.

También desfilan en la película destacadas personalidades del periodismo político y de actualidad como John McLaughlin, Robert Novak y el infaltable Larry King, todos ya fallecidos. La lista también incluye, entre muchos otros, a Jay Leno y Oliver Stone. “Reitman me convirtió en su delegado en Washington y me hizo buscar la mayor cantidad posible de contactos. Llevé tarjetas de negocios con el logo de Warner Brothers y las mostré en la cena anual de los corresponsales en la Casa Blanca. Todos estos cameos aportan mucha verosimilitud a la historia”, diría más tarde el guionista Ross.

Hay un cuadro que se destaca en una de las paredes de la casa en la que vive Ross, en Studio City (Los Angeles). Allí está, enmarcada, la portada del guion original de Dave, presidente por un día, autografiada de puño y letra por el expresidente Bill Clinton, que llegó a la Casa Blanca en enero de 1993, cuatro meses antes de la fecha de estreno mundial de la película en los Estados Unidos. A los cines argentinos llegó un poco más tarde, en octubre de ese año.

Clinton siempre simpatizó con la película a pesar de alguna conexión que podría resultarle a primera vista incómoda, como el retrato que la película hace de un presidente mujeriego y expuesto a un posible escándalo sexual. Otro presidente de origen demócrata, Barack Obama, le dijo una vez a Kevin Kline que veía Dave, presidente por un día, cada vez que se sentía un poco deprimido, porque transmitía la imagen de un presidente dispuesto a atender sus enormes responsabilidades con espíritu relajado, en vez de sentir esa función como una carga por momentos imposible de llevar.

El propio Kline todavía es visto hoy como el personaje que interpreta aquí: una buena persona, común y corriente, que puede llegar a ser un buen presidente. Al cumplirse 25 años del estreno, el actor le contó a Variety que una vez estaba caminando por la Quinta Avenida de Nueva York cuando vio pasar a la comitiva presidencial en tiempos de la administración de George W. Bush. “Alguien se acercó y me dijo que le hubiese querido verme en ese lugar. Y me preguntó por qué no me había postulado a presidente”, recordó Kline. Desde ya, una anécdota de ese tipo sería imposible entre nosotros.

Dave, presidente por un día, está disponible en Amazon Prime Video y Movistar Play