El viaje soñado es una entrañable road movie que sortea con habilidad los lugares comunes
El viaje soñado (Les Cyclades, Francia-Grecia-Bélgica/2022). Dirección y guion: Marc Fitoussi. Fotografía: Antoine Roch. Edición: Catherine Schwartz. Música: Mocky. Elenco: Laure Calamy, Olivia Côte, Kristin Scott Thomas. Distribuidora: Ifa Cinema. Calificación: apta para mayores de 13 años. Duración: 110 minutos. Nuestra opinión: buena.
Uno de los grandes logros de El viaje soñado, la comedia dramática del cineasta francés Marc Fitoussi, es la manera en la que abre el relato. Si bien se trata de una road movie con momentos de humor que contrarrestan secuencias más densas, en la primera media hora se profundiza, con éxito, en la rutina de la verdadera protagonista de la historia, Blandine (Olivia Côte). Con el duelo por un divorcio a cuestas y el arrepentimiento por no haber podido cumplir con determinadas metas autoimpuestas, la mujer está demasiado cómoda en ese preciado microclima que se construyó para sí misma, plagado de patrones que le costará quebrar.
La única persona en alertarla sobre los peligros de perpetuar ese letargo es su hijo, quien advierte que su madre está desarrollando un cuadro depresivo. Fitoussi, también guionista del film, no menciona de manera explícita el padecimiento de Blandine, pero sí aborda los pormenores de su realidad contrastando su adolescencia, etapa en la que todo parecía posible, con un presente en el que no toma riesgo alguno. El realizador retrata el día a día de la protagonista sin premura, y construye así a un personaje pluridimensional que no queda desdibujado cuando entra en escena una figura que la transporta a ese tiempo que fue hermoso.
Laure Calamy –conocida por su rol en la serie Ten Percent, de Netflix–personifica con gran naturalidad a Magalie, mejor amiga de Blandine en su juventud, cuando la única preocupación que ambas tenían eran cómo llevar adelante un viaje con el dinero que ganaban trabajando como niñeras. Al mismo tiempo, entre ellas había una profunda conexión signada por la música omnipresente en el tiempo que pasaban juntas.
Décadas más tarde, el hogar de Blandine, sombrío y sin vida, también se vuelve ruidoso precisamente por la ausencia de estímulos, por la falta de una compañía. Cuando su hijo encuentra un viejo disco entre sus cosas, decide hacer por su madre lo que ella no puede por sí misma: encontrar a Magalie y lograr que reingrese a su vida, aunque desconociendo los motivos que las mantuvieron alejadas por años.
A pesar de que Fitoussi no puede eludir el choque arquetípico de sus personajes (Blandine es más estructurada, Magalie no conoce de agendas), la química entre las actrices funciona, especialmente cuando esas amigas se aventuran a realizar el viaje que había quedado trunco, uno que se resignifica como causa de esa postergación primigenia.
El camino a Grecia no estará exento de obstáculos, muchos de ellos vinculados con la colisión de personalidades de sus protagonistas, quienes se verán obligadas a enfrentar las razones de su abrupto distanciamiento. En este punto, Fitoussi deja en claro que su película no está interesada en desarrollar conflictos por la interferencia de terceros (la subtrama de “traición” por un hombre afortunadamente se descarta rápido), ya que las rispideces entre Blandine y Magalie tienen una raíz mucho más compleja, relacionada con dos formas antagónicas de posicionarse ante la vida.
El punto medio es representado por el personaje de Bijou (la siempre excelente Kristin Scott Thomas), una suerte de gurú espiritual que le hará replantearse a Blandine hasta qué punto es útil su compulsión a ser complaciente y no pensar en sus deseos. Más allá de que no se vislumbran demasiadas sorpresas a nivel visual o narrativo, El viaje soñado registra con candidez lo que genera el repensar la cotidianidad cuando se creía que ya todo estaba perdido.