Victoria Ruffo y Valentín Trujillo, la pareja ideal que llegó a su fin con una telenovela

El público pedía a gritos un romance real entre ellos pero su historia tomó otro rumbo

Valentin Trujillo y Victoria Ruffo, una relación con afecto que no tuvo que ver romance (Foto: Captura de pantalla)
Valentin Trujillo y Victoria Ruffo, una relación con afecto que no tuvo que ver romance (Foto: Captura de pantalla)

Hay parejas del espectáculo soñadas para el público. Piden a gritos que tal actriz y tal actor sean protagonistas de una linda y real historia de amor con final feliz para todos. Uno de esos duetos idílicos fue el de Victoria Ruffo y Valentín Trujillo, dos celebridades que en el primer lustro de los 80’s conectaron con la audiencia a tal grado que les auguraron un gran futuro juntos, tanto en lo personal como en lo profesional. Pero no fue así. Sí hubo afecto entre ambos aunque de una manera distinta a la que se puede pensar.

En 1985 protagonizaron el melodrama televisivo Juana Iris, la telenovela de Televisa más exitosa en ese año. La conexión que tuvieron con los televidentes superó las expectativas que se tenían principalmente sobre la figura de Trujillo, pues a él no le gustaba trabajar en la pantalla chica. De hecho, detestaba las telenovelas porque no le agradaba ese sistema de rodaje, es decir, estar encerrado en un foro, usar apuntador y repetir tomas para varias cámaras. Sin embargo, aceptó participar, entre otras razones, por el cariño que le tenía a Ruffo.

Para ese momento, Valentín ya era una estrella. Junto a los hermanos Almada era el imán de taquilla del cine mexicano. A sus 34 años tenía una carrera sólida, consolidada y blindada contra escándalos. Tampoco le agradaba ser centro de chismes ni rumores, sobre todo después del noviazgo que sostuvo con Lucía Méndez una década atrás. Con esa imagen de actor serio, maduro y ajeno a polémicas debutó en televisión para acompañar en los créditos estelares a su amiga Victoria, quien un año antes había iniciado con el pie derecho su camino a la fama como reina de las telenovelas.

Habiendo lucido en su primer protagónico con La fiera al lado de Guillermo Capetillo, Victoria Ruffo quiso confirmar que estaba hecha para grandes cosas como estelar, así que para su segunda gran oportunidad como protagonista tuvo de galán en la ficción a su amigo Valentín Trujillo, una de las primeras personas que confió en ella y le ayudó a abrirse puertas en la industria cinematográfica para iniciarse en el mundo de la actuación antes de dar el salto a la televisión.

En 1979, siendo aún menor de edad, la actriz tuvo breves apariciones en títulos como Discoteca es amor y Ángel del silencio. Cumplidos los 18 años fue invitada a integrarse al elenco de Perro callejero (1980), filme dirigido por Gilberto Gazcón y protagonizado por Trujillo. La película fue un trancazo taquillero. Durante el rodaje, Valentín y Victoria hicieron clic para llevarse bien en un plano cordial, no romántico.

La buena química que tuvieron propició que ella recibiera la invitación para aparecer también con él en El hombre sin miedo (1980). Convencido de que había que echarle la mano a futuros talentos, Trujillo le dio un empujón profesional a Ruffo para que continuara desenvolviéndose en el cine, por lo cual la actriz aceptó dos películas más sin él en el elenco, pero sí con su hermano Gilberto Trujillo, con el que coincidió en De pulquero a millonario (1982).

La relación amistosa surgida entre Victoria y Valentín trascendió a sus familias con los hermanos menores. Gabriela, hermana de ella, fue impulsada por el actor para probar suerte en el cine bajo su dirección en filmes como Un hombre violento (1984) y Yo, el ejecutor (1987). Gilberto, hermano de él, igualmente fue catapultado por Valentín y tuvo a Gabriela como protagonista en Ansia de matar (1987).

Esa amistad construida entre Trujillo y Ruffo tuvo un instante crucial en 1984 con Un hombre violento, la película con la que Valentín debutó como director. Para su ópera prima incluyó a Victoria, quien aceptó gustosa de ayudarle en su primera vez como realizador. Ese gesto no lo olvidó él y se lo compensó al año siguiente.

Guardando su animadversión a la televisión en un cajón, Valentín le dio el sí a la producción de Juana Iris para interpretar a Bernardo, el millonario que embaraza a Juana para después abandonarla con su hijo Juan Bernardo (Pedrito Fernández) y dejándola a su suerte. En otras palabras, el actor se jugó su imagen cinematográfica como héroe de acción y un hombre incapaz de desentenderse de un niño.

Terminada la telenovela, luego de romper ratings, sellaron su destino por separado. Juana Iris definió el porvenir de cada uno. Para Victoria Ruffo fue el detonante de una serie de éxitos que vinieron después como ama y señora de las telenovelas. No volvió al cine. Ironías de la vida, su último crédito cinematográfico fue en el debut de Trujillo como director. A su vez, tras haber sufrido la experiencia de hacer televisión, Valentín decidió no volver a trabajar nunca más en la pantalla chica.

Hay amistades que trascienden de diversas formas. La de ellos fue una muy particular. Valentín tenía el propósito de contribuir para que Victoria se convirtiera en la nueva estrella del cine mexicano y terminó ayudándola para que encontrara el rumbo de su consagración en la televisión.

Es probable que la pantalla grande se haya perdido de tener historias y personajes entrañables con Ruffo como actriz. Mismo panorama se puede deducir en el caso de Trujillo como galán de telenovelas. Nunca se sabrá. Lo cierto es que, para quienes anhelaban un final feliz entre los dos, el cariño que se tuvieron como amigos culminó con pequeños favores que los llevó a triunfar en el universo que cada uno más amó: Victoria mostrándose en el plano actoral dentro de la televisión y Valentín en la silla de director dentro del cine.

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