Cómo es la vida en la isla Alicudi de Italia con tan solo 100 habitantes

Cada verano, la remota isla italiana de Alicudi atrae a unos pocos turistas que buscan escapar de las trabas de la modernidad. En este saliente volcánico de tres kilómetros cuadrados no hay automóviles, ni siquiera carreteras, aunque los senderos se pueden recorrer en burro. Y aunque ya hay cobertura de telefonía móvil en la mayoría de los lugares, muchas casas carecen de electricidad y agua.

Para los habitantes de la isla, que son unos 100 (y cuyo número disminuye drásticamente en invierno), el resto del año dista mucho de ser idílico.

Sin hospital, los residentes deben viajar en ferry o, en caso de emergencia, en helicóptero, para recibir tratamiento médico. Al parecer, la escuela de la isla está cerrada debido a la escasez de alumnos, según la fotógrafa italiana Camilla Marrese, que visitó Alicudi durante la pandemia de covid-19 para documentar la vida cotidiana allí. Y aunque hay dos tiendas de comestibles y un bar donde socializar, este último solo está abierto tres meses al año, añadió.

La pesca es uno de los pilares de la vida en Alicudi, aunque el turismo ha transformado la economía de la isla. - Camilla Marrese y Gabriele Chiapparini
La pesca es uno de los pilares de la vida en Alicudi, aunque el turismo ha transformado la economía de la isla. - Camilla Marrese y Gabriele Chiapparini

“El resto del año, la gran reunión social consiste en bajar al embarcadero cuando llegan los barcos; solo van allí para comprobar quién llegó y quién se fue”, explica Marrese a CNN en una entrevista por Zoom junto a su socio y colaborador Gabriele Chiapparini, quien añade: “Algunas casas están a dos horas a pie del embarcadero, así que esa gente mira con prismáticos”.

Con la esperanza de captar una rara instantánea de la isla y sus habitantes durante el invierno, Marrese y Chiapparini pasaron un total de dos meses explorando Alicudi, fotografiando su naturaleza y entablando amistad con sus residentes. El libro resultante, “Thinking Like an Island”, reúne retratos descarnados y tomas de paisajes que hablan de una profunda sensación de aislamiento.

Alicudi podría haber estado poblada ya en el siglo XVII a.C., aunque la emigración en ambas direcciones, incluida la marcha de isleños a la península italiana y a otros lugares más lejanos, Australia en particular, ha hecho que su demografía cambie significativamente en las últimas décadas.

Marrese describió la población actual como “muchas islas dentro de la misma isla”: una combinación de habitantes de toda la vida (algunos de los cuales, según dijo, se autodenominan con humor “indígenas”) y forasteros que llegaron de otros lugares de Europa en busca de una vida tranquila.

“Hablamos con mucha gente que eligió la isla porque está cansada de cómo va el mundo ahora mismo: el cambio climático, la contaminación, la forma en que cultivamos las verduras o nuestros sistemas económicos”, explica Chiapparini.

Alicudi es la isla más occidental del archipiélago de las Eolias, en el mar Tirreno, al norte de Sicilia. - Camilla Marrese y Gabriele Chiapparini
Alicudi es la isla más occidental del archipiélago de las Eolias, en el mar Tirreno, al norte de Sicilia. - Camilla Marrese y Gabriele Chiapparini

A pesar de la falta de lugares de reunión o espacios sociales compartidos, la pareja descubrió un sentido único de pertenencia.

“Todas las casas están dispersas, así que es muy difícil que se desarrolle un sentimiento de comunidad”, explica Marrese. “Por supuesto, hay un gran sentido de pertenencia; todos se conocen y están dispuestos a ayudarse mutuamente. Creo que los lazos que los unen son muy estrechos. Al mismo tiempo, es (un microcosmos de) lo mejor y lo peor de la sociedad, porque también hay muchos conflictos innecesarios y pequeños (actos de) venganza”.

Marrese comparó la convivencia de los isleños con la vida en un condominio: “No te gustan tus vecinos, pero cuando llega la tormenta, bajas (al agua) y subes los botes de los demás y se ayudan mutuamente”.

Los fotógrafos descubrieron que la mentalidad de los isleños, quizá debida al carácter transitorio de su población estacional, les facilitaba ganarse rápidamente la confianza y convencer a la gente de que posara para las fotos.

“Están muy acostumbrados a establecer rápidamente conexiones sólidas, a crear situaciones sociales y relaciones fuertes. Y también están muy acostumbrados a ver que la gente se va, a tener esta rotación de personas y a lidiar con el hecho de que las cosas no son permanentes de alguna manera”.

Marrese y Chiapparini también apuntaron a la accidentada topografía de la isla. - Camilla Marrese y Gabriele Chiapparini
Marrese y Chiapparini también apuntaron a la accidentada topografía de la isla. - Camilla Marrese y Gabriele Chiapparini

Centeno “alucinógeno”

Los retratos de “Thinking Like an Island” muestran a isleños en plena naturaleza o posando en la orilla bajo cielos ominosos. A menudo no se mencionan sus nombres, y en algunos casos se ocultan sus rostros para proteger su privacidad.

Esto no hace sino aumentar la sensación de misterio que rodea a la isla, rica en folclore local. De hecho, el libro de Marrese y Chiapparini ni siquiera identifica explícitamente el lugar por su nombre, aunque cualquiera que esté familiarizado con la topografía y la mitología de la que se habla lo reconocerá inmediatamente como Alicudi. (Una isla periférica del archipiélago de las Eolias, en el mar Tirreno, al norte de Sicilia, que hace poco saltó a los titulares tras ser invadida por cabras, que superan en número a las personas en una proporción de seis a uno).

Y hay una curiosa anécdota única en la isla: la producción accidental de pan con alucinógenos.

Hasta los años 50, los lugareños comían panes contaminados por un hongo del centeno llamado cornezuelo, ingrediente básico del LSD. Generaciones de aldeanos comieron sin saberlo el llamado “centeno loco” o “centeno con cuernos”, que puede ser el origen de varios mitos locales, como las mujeres voladoras (o “maiara”, que significa “hechicera” en dialecto de las Eolias) que se decía que ocupaban los cielos de Alicudi.

“Hay muchas leyendas que han pasado de generación en generación”, explica Marrese. “Y en realidad podrían haber sido un momento alucinatorio que compartieron todos los habitantes de la isla que comían este pan todos los días”.

Los fotógrafos afirmaron que los isleños estaban "acostumbrados a entablar fuertes vínculos rápidamente" y a menudo se mostraban abiertos a que les hicieran retratos. - Camilla Marrese y Gabriele Chiapparini
Los fotógrafos afirmaron que los isleños estaban "acostumbrados a entablar fuertes vínculos rápidamente" y a menudo se mostraban abiertos a que les hicieran retratos. - Camilla Marrese y Gabriele Chiapparini

Marrese y Chiapparini también exploraron otros aspectos de la cultura isleña, como una procesión anual con una estatua de San Bartolo y prácticas tradicionales como el tejido y la recolección de alcaparras. Se esforzaron por presentar Alicudi como una utopía y una distopía, a pesar de la dura realidad económica. Pero incluso los niveles relativamente bajos de turismo han transformado la suerte de la isla.

Los fotógrafos dicen que muchos de los residentes se trasladaron de las zonas altas de la isla al mar, y que la mayoría de los jóvenes trabajan ahora en la construcción, renovando o construyendo casas para alquilarlas en verano.

“Era muy, muy pobre”, dice Marrese. “Hasta la segunda mitad del siglo pasado, la economía era principalmente agrícola y pesquera… entonces llegó la electricidad (en la década de 1990), llegó el turismo y llegó el dinero… y todo cambió de repente”.

El poder de la isla

Además de los retratos convencionales, Chiapparini y Marrese se centraron en la propia isla. La escarpada topografía de Alicudi, con sus esculturales paredes rocosas y abruptos riscos, se convierte en uno de los principales protagonistas del libro.

La pareja estaba especialmente interesada en el impacto que esta geografía tenía en los isleños, ya que parecía moldear su perspectiva y su carácter. “Creo que vivir en la isla te hace evolucionar, física y psicológicamente”, afirma Marrese, que destaca la facilidad con que sus habitantes navegan por la isla en la oscuridad de la noche.

El libro de la pareja, “Thinking Like an Island”, combina retratos de los habitantes de Alicudi con escenas captadas en toda la isla. - Camilla Marrese y Gabriele Chiapparini
El libro de la pareja, “Thinking Like an Island”, combina retratos de los habitantes de Alicudi con escenas captadas en toda la isla. - Camilla Marrese y Gabriele Chiapparini

“Vivir así realmente les impacta y les influye… están mucho más conectados al ritmo del amanecer y el atardecer”, añade.

La experiencia también dejó huella en Chiapparini y Marrese, que afirman sentir una fuerte conexión personal con la isla. Siguen en contacto con varios residentes, y dicen que sus experiencias les dejaron un mayor aprecio por la vida sencilla.

“Volvimos este verano y, cuando estoy allí, pienso: ‘¿Por qué no vivimos aquí?’”, dijo Marrese. “Luego, en realidad, (nos damos cuenta de que) en realidad no queremos vivir allí, pero hay un vínculo muy, muy fuerte que te llevas contigo”.

“Algo que se te queda grabado, ideológicamente, es que no hay una sola forma en la que tengas que vivir; hay muchas formas diferentes”, añadió. “Pueden tener pros y contras, y pueden ser muy diferentes de las tuyas. Pero ellos (los isleños) están bien con eso”.

“Thinking Like an Island”, publicado por Overlapse, ya está disponible.

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