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El lugar de Willy Chavarria en la moda

El diseñador Willy Chavarria en su estudio de Nueva York, el 29 de agosto de 2021. (Isak Tiner/The New York Times)
El diseñador Willy Chavarria en su estudio de Nueva York, el 29 de agosto de 2021. (Isak Tiner/The New York Times)

Una tarde de hace 55 años, en el invierno de 1966, una adolescente irlandesa-estadounidense llamada Gwen Taylor salió por la ventana de la casa de su familia en Coalinga, una pequeña ciudad del valle de San Joaquín en California, y, luego de levantar la pata de cabra de una bicicleta estacionada en el exterior, pedaleó a la luz de la luna a través de los viñedos de esta región agrícola y cruzó la Interestatal 5 hasta una ciudad llamada Huron.

Menos de 24 kilómetros separaban dos lugares que eran, hay que decirlo, universos aparte. En la década de 1960, los habitantes de Coalinga, una antigua estación ferroviaria, eran sobre todo caucásicos, mientras que Huron estaba poblado en gran parte por mexicanos o inmigrantes mexicanos que se arriesgaban de manera cotidiana a cruzar la frontera de forma ilegal en busca de trabajo estacional en la cosecha de tomates, melones, betabeles, uvas y espárragos.

“Mi madre odia que cuente esta historia”, dijo el diseñador Willy Chavarria mientras tomaba una copa de vino blanco frío en una reciente tarde lluviosa, refiriéndose a sus orígenes como hijo de una chica blanca de un “pueblo del atardecer”, en el que en su época se consideraba inseguro ver a personas de piel morena al caer la noche, y de William Robles Chavarria, también trabajador migrante y activista cuya madre alimentó en ocasiones a César Chávez, el legendario activista de derechos civiles y cofundador de la Asociación Nacional de Trabajadores Agrícolas, en la mesa de su cocina.

“Mis padres se conocieron en la escuela secundaria, que empezó a integrarse solo después del movimiento a favor de los derechos civiles”, comentó Chavarria, de 54 años. “Ella solía escabullirse de la casa y subir hasta Huron a través de los campos de cultivo para ver a mi padre”. Y entonces, inesperadamente, en julio de 1967, “llegó el pequeño Willy”.

Para entender a Willy Chavarria y su ascenso durante décadas en las filas de la moda, primero como diseñador novel para marcas de gran consumo como Joe Boxer, Ralph Lauren y American Eagle hasta la fundación en 2015 de una marca independiente alabada por la crítica y su sorprendente contratación a principios de este año como vicepresidente sénior de Calvin Klein, ayuda entender sus orígenes.

Chavarria, un hombre queer y mestizo, hijo de una familia de clase trabajadora, quizá sea el latino mejor posicionado actualmente en la parte creativa de la industria de la moda estadounidense. Aunque su nombre todavía no es tan conocido, pronto debería serlo, dicen los expertos de la industria familiarizados con las extraordinarias dotes de Chavarria y su inusual carrera.

“Es evidente que tiene un gran talento”, dijo hace poco Karla Martínez de Salas, editora de Vogue México. “Pero es en términos de representación que su nombramiento resulta un asunto aún más importante”.

El diseñador Willy Chavarria en su estudio de Nueva York, el 29 de agosto de 2021. (Isak Tiner/The New York Times)
El diseñador Willy Chavarria en su estudio de Nueva York, el 29 de agosto de 2021. (Isak Tiner/The New York Times)

Martínez, de origen mexicano, relató la historia de su crianza en El Paso, Texas, donde pasó gran parte de su infancia tratando de “encajar” en una cultura dominada por los anglosajones, la cual esperaba que personas como ella cambiaran para ajustarse a los ideales de belleza eurocéntricos. “Al crecer como una niña de piel ligeramente oscura, una latina, en Estados Unidos, no había nada con lo que nos identificáramos”, comentó.

“Y antes de que llegaran Oscar, Narciso y Carolina, no había nada en absoluto”, añadió Martínez, refiriéndose a Oscar de la Renta, Narciso Rodríguez y Carolina Herrera, estadounidenses de ascendencia dominicana, cubana y venezolana, respectivamente. Y antes de Chavarria, no había nada a nivel comercial o urbano que hablara de las complejidades de una población latina que, según las cifras de la Oficina del Censo, supera los 60 millones, un grupo que desafía cualquier intento de reducirlo o definirlo según estereotipos monolíticos.

“El efecto potencial de tener a alguien que entiende todas nuestras dualidades en una marca tan influyente como Calvin simplemente es increíble”, agregó Martínez.

Jess Lomax, la directora creativa de diseño global de Calvin Klein, fue directora creativa sénior en Nike antes de ser nombrada a finales de 2020 para ayudar a enderezar un gigante corporativo de la lista. “Willy fue una contratación obvia, una de las primeras incorporaciones que hice”, señaló Lomax.

“Lo había seguido durante algún tiempo”, añadió, citando entre sus muchos puntos fuertes el sólido formalismo de Chavarria, el juego aventurero con las proporciones, el arraigo en su propia cultura y la aceptación durante toda su vida de la diversidad en todas sus dispersiones.

Lo que más le atrajo de Chavarria fue su visión democrática de la moda, dijo Lomax, que pretende reestructurar de manera radical la visión corporativa de una marca estadounidense de primera línea, que en cierto modo perdió el rumbo bajo la dirección del diseñador belga Raf Simons.

“La belleza, la relevancia cultural, la forma en que un producto conecta con el cliente... todo eso es muy importante”, explicó Lomax. “Willy aporta todo eso”.

Al igual que en espectáculos anteriores que exploraban abiertamente temas como la inmigración, la disforia de género, el capacitismo y otras cuestiones polémicas, Chavarria fusionó dimensiones de su propia experiencia cultural al crecer en California con las de subculturas frágiles, aunque históricamente desfavorecidas, como los practicantes homosexuales del BDSM.

Tomando aspectos del “estilo lowrider”, como camisas de calidad y talla grande, con los hombros caídos y adornadas con pliegues; caquis del ancho de una falda que él denominó “pantalones de cholo” y que luego se ceñían con “obis” de karate; conjuntos deportivos con incrustaciones de satén que se mostraban debajo de chaquetas de motociclista con estoperoles y se adornaban con cinturones de estoperoles, o gorras de cuero de Muir sin las que podría estar ningún amante del cuero que se precie de serlo, produjo resultados que eran tan crudamente bellos como originales e inesperados.

“Quería utilizar de mi pasado las cosas bellas que surgieron cuando crecí en torno a la cultura chicana”, dijo entonces Chavarria. Combinó a la perfección esos tropos con elementos estilísticos de un entorno en el que quizá nunca participó, pero que había admirado durante mucho tiempo desde la distancia.

Que tiene la intención, en su propia línea y en Calvin Klein, de construir algo que sea reparador en términos culturales se percibe en cómo respondieron algunos de los aspirantes que se presentaron para el castin: albañiles y músicos y bisoños descubiertos en la calle, pocos de los cuales se habían considerado a sí mismos hermosos, mucho menos comercializables para la esfera restrictiva de la moda, como resultó ser.

Eran hombres como Elias Priddie, de 24 años, un jornalero pensativo y a veces boxeador a puño desnudo del Bronx, quien dijo: “Jamás me pasó por la cabeza que yo pudiera ser atractivo”. U otros como Chachi Martinez, de 28 años, uno de los hombres que Chavarria ha llamado “sus musas”, “es todo un encanto, aunque sí da un poco de miedo”, comentó el diseñador, debido a la abundancia de tatuajes tipo pandillas del sur de California que luce Martinez.

O eran tipos larguiruchos como Antonio Macek, de 20 años, un exvallista amateur de ascendencia negra y checa al que siempre le habían dicho que era demasiado bonito o simplemente feo o bien que era raro. “Me miraban como alguien diferente porque no parecía una persona común”, dice Macek.

“Hay tantas maneras en este mundo con las que nos impiden, o nos impedimos a nosotros mismos, ser hermosos”, opinó Chavarria, que se ha aferrado a un apartamento de SoHo, sobre todo por su fácil acceso al parque de Tompkins Square en el East Village, uno de los últimos bastiones de la diversidad racial y de género en una ciudad que se homogeneiza rápidamente.

“Hay una pérdida realmente perjudicial de territorio psíquico e incluso físico si la cultura nunca te da ninguna confirmación de tu tipo de belleza”, declaró Chavarria.

Imagina que tu experiencia cotidiana fuera como la de Macek, el exatleta a quien toda su vida le han dicho que se ve raro, dijo Corey Stokes, director creativo de Highsnobiety. “Se me pone la piel de gallina cuando pienso en estar en los años más impresionables de tu vida y que no te veas representado”, prosiguió Stokes. “En no pensar en ti como el ideal de belleza de nadie: piensa en cómo eso determina la forma en que te ves a ti mismo y todo tu futuro”.

Steven Kolb, director general del Consejo de Diseñadores de Moda de América (CFDA, por su sigla en inglés), recuerda que cuando le presentaron a Chavarria, lo primero que le llamó la atención fue su experiencia con otras marcas comerciales, un elemento importante en un entorno que con frecuencia atrae a creativos que no tienen experiencia empresarial. No fue hasta que Kolb invitó al diseñador a desfilar bajo la gran carpa del CFDA en 2015, poco después de que Chavarría se independizara, cuando aquel conoció su verdadero temple.

La decisión de Kolb resultaría controvertida, como pronto lo descubrió, pues el diseñador montó desfiles con modelos de todos los géneros o de ninguno en particular, mucho antes de que tales castins se hubieran convertido en una práctica rutinaria de la industria; mostró su obra con modelos en jaulas para simbolizar la difícil situación de los detenidos en la frontera, y contrató a inmigrantes sin estatus legal para modelar en sus desfiles.

“Pero lo que me sorprendió fue el compromiso de Willy con la cultura o causa y propósito era igual de importante para él, si no es que más, que el éxito comercial”, dijo Kolb. “Su propósito es fijar una postura más allá de la moda. A veces, cuando escuchas eso de los diseñadores, no parece auténtico. Parece mercadotecnia. Pero ese no es su caso”.

La capacidad para hacer realidad esa idea es lo que a Chavarria le pareció más “mágico” de que le ofrecieran un puesto importante en Calvin Klein. “Al pensar en cómo Calvin Klein logró el éxito, ¿qué piensas que pasó?”, postuló. “Claro, vendió mucho, pero su genio de verdad fue entender la imagen y en cómo incluir a las personas en algo que les llevará más allá de sí mismas”.

© 2021 The New York Times Company