10 razones por las que llevas tomando mal el café toda la vida

En España nos gusta el café. ¡Vaya si nos gusta! Según datos, nos tomamos más de dos al día, lo que quiere decir que el de la mañana y el de después de comer no los perdonamos jamás. Eso no quiere decir que seamos expertos cafeteros nivel Juan Valdés. Somos más de atizarnos el café para quitarnos el sopor de golpe y porrazo sin preocuparnos demasiado qué es lo que hay en la taza o el vaso de turno. Por eso, tenemos mucho margen de mejora en lo que al café y su conocimiento se refiere. Aquí van 10 aspectos en los que no nos fijamos habitualmente y nos impide presumir de coffe-lovers.

El torrefacto, un enemigo del buen café.
El torrefacto, un enemigo del buen café. Foto: Getty Creative

Primer problema: el torrefacto. Spain is different, podríamos decir en este punto. A principios del siglo XX, uno de los mayores retos a los que se enfrentaba la industria cafetera era a conseguir que el café mantuviera su aroma tras el tueste. José Gómez-Tejedor, industrial español al frente de la compañía La Estrella ideó el torrefacto, que consiste en añadir una capa de azúcar en una fase del tueste, dando lugar a un café más fuerte, de un color más intenso, amargo y que algunos consideran que es perjudicial para la salud. ¡Ah! Y con el doble de cafeína que uno de tueste natural, lo que nos lleva al segundo punto...

El buen café no quita el sueño. Lo de tomar un café con espabilarnos tiene mucho que ver con el mundo del torrefacto. El café de calidad tiene un contenido mucho menor de cafeína y, por tanto, ni nos desvela ni nos espabila tanto. Podríamos decir que se toma más por placer que por necesidad de mantenerse despierto y eso es una gran noticia...

Robusta o arábica, ¿de qué equipo eres? En España no somos mucho de profundizar en el mundillo del café. Por eso, no solemos fijarnos en si el que compramos en el súper es robusta o arábica, las dos variedades mayoritarias. Al final, la robusta es menos digestiva y de menor calidad y la arábica, más suave y fácil de digerir. Lo bueno sería optar siempre por la Arábica, pero es verdad que en el torrefacto se utiliza la robusta casi siempre. Es decir, que al final lo del torrefacto marca más de lo que pensábamos.

Es mejor optar por la Arábica siempre
Es mejor optar por la variedad Arábica siempre. Foto: Getty Creative

Un buen café depende de un buen agua. Seguro que nunca nos lo habríamos planteado, pero esto es así. En zonas donde el agua del grifo sabe a rayos, el café no saldrá bueno si no empleamos agua mineral. Así de simple. Al fin y al cabo hay que tener en cuenta que una buena taza de café solo precisa de dos ingredientes y tan importante es uno como otro.

El café nunca debe tomarse demasiado caliente. Jamás, ni aunque estemos a -10 grados cruzando la meseta castellana en un nevado día de enero. Es verdad que a mucha gente le encanta tomarlo MUY caliente, pero es mejor esperar a que no nos calcine la lengua: captaremos mejor sus sabores y aromas y, eh, evitaremos quemaduras de tercer grado.

La cafetera italiana sí que debe lavarse. Es cierto que los fabricantes de cafeteras italianas insisten mucho en que las cafeteras no deben lavarse. Se refieren a no lavarse con jabón, porque esto al final adulteraría el sabor del café que preparemos en ellas. Lo que sí deben es pasar por el grifo para que no hagan su aparición bacterias y microorganismos indeseables.

El café nunca debe hervir. Ojo cuando pongamos la italiana encima de nuestra placa de inducción. Si hacemos el café a un ritmo demasiado fuerte, corremos el riesgo de que hierva, lo que adultera su sabor totalmente. Cuando empiece a escucharse el burbujeo, es mejor retirar la cafetera del fuego para que no se produzca el indeseado hervido.

El café no debe tomarse demasiado caliente
El café no debe tomarse demasiado caliente. Foto: Getty Creative

No debe recalentarse. En España se hace mucho y, de hecho, hay quién asegura que prefiere el café hecho del día anterior y vuelto a calentar en el microondas. ¿Por qué esto no se debe hacer? Porque se adultera el PH de la bebida y, al recalentarlo, acabamos por terminar con todas sus propiedades. Además, pueden aparecer unos tonos a café quemado que no molan nada de nada.

Ojo con el azúcar. Al final, tenemos que regresar al torrefacto. ¿Hay alguna explicación para el hecho de que los sobrecillos de azúcar sean más grandes en España? Mitigar el sabor amargo de esta manera de preparar el café tan nuestra (y tan mala). No solo es eso: el exceso de azúcar se deja notar incluso entre aquellos que abrazan el tueste natural por costumbre. ¿Qué termina pasando? Que el café no sabe a nada más que a dulzaina y nos da igual que esté tostado al lado de casa o en un remoto lugar de África.

El café con hielo, una costumbre muy nuestra... que no le hace ningún favor al café. Finalmente, llegamos al espinoso tema del café con hielo, algo tan español como la siesta o los chiringuitos. Lo bueno sería que se produjera una infusión en frío (cold brew) para tomarlo sin que pierda sus propiedades, pero lo que muchos hacemos es tomarlo con una piedra de hielo, completamente aguado. Si al menos el hielo fuera de calidad..., pero, para qué engañarnos, es algo que en lo que no solemos pensar.

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