6 de los 10 riesgos más perjudiciales para la salud están relacionados con la dieta, ¿cuáles son?
Que lo que comemos influye, y mucho, en nuestra salud, está fuera de toda duda. Pero es que, tal y como confirman desde la Organización Mundial de la Salud, seis de los diez riesgos más perjudiciales para la salud (entre los que se encuentra las enfermedades cardiovasculares, cáncer, enfermedades respiratorias crónicas y la diabetes) están directamente relacionados con una mala alimentación, lo que supone 11 millones de muertes en todo el mundo. Además, cada año enferman unos 600 millones de personas por ingerir alimentos contaminados y 420.000 mueren por esta misma causa.
"Como ya sabemos, una alimentación de calidad es clave para alcanzar una buena salud. La Organización Mundial de la Salud, (OMS), ha manifestado que seis de cada diez enfermedades están relacionadas con nuestra alimentación, siendo las más destacadas las enfermedades cardiovasculares, el cáncer, osteoporosis, diabetes, obesidad y déficit de hierro. Todas estas enfermedades conllevan a un aumento de la morbilidad, llegando a suponer hasta once millones de muertes al año en todo el mundo", nos detalla María de la Calle Esteban, dietista-nutricionista del Colegio Profesional de Dietistas-Nutricionistas de Madrid.
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La dieta, aliada de nuestra salud
¿Podemos decir, entonces, que seguir una dieta sana es un seguro de salud? La experta así lo cree y nos detalla que una alimentación saludable y equilibrada, ser activo físicamente y reducir el estrés, entre otras medidas, es un seguro de salud ya que ello nos protegerá de las consecuencias negativas de las enfermedades citadas anteriormente. "Por ello, nuestra alimentación diaria debe basarse en el consumo de alimentos de calidad, como verduras y hortalizas, frutas, cereales integrales, frutos secos naturales o tostados sin sal, alimentos proteicos como legumbres, huevo, carne o pescado; sin olvidarnos de las grasas saludables como el aceite de oliva virgen extra y el aguacate. Evitando productos con alto contenido en harinas refinadas, azúcares y grasas poco saludables. Además, la bebida de elección, deberá ser agua. También es importante llevar a cabo una correcta higiene de sueño", recomienda.
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Enseñar a comer bien desde la infancia
Parece obvio que es básico educar desde la infancia en la importancia de comer bien. "Los hábitos saludables se deben fomentar desde las etapas más tempranas para que perduren en la edad adulta. Es en la infancia y adolescencia donde hay que hacer especial énfasis para que los más pequeños conozcan el significado de una alimentación saludable y equilibrada y sus beneficios. Esto evitaría situaciones como la actual, en la que, tal y como refleja el Estudio Aladino, el exceso de peso afecta a cuatro de cada diez escolares, de seis a nueve años en España", nos anticipa la experta del CODINMA.
Por eso, en su opinión, para luchar contra este grave problema de salud pública y las malas consecuencias asociadas, es necesario que las instituciones promuevan programas de intervención nutricional desde las edades más tempranas fomentando hábitos de alimentación saludable, aumento de la actividad física y disminución del sedentarismo. "Además de las instituciones, los padres o tutores de los niños y adolescentes deben ser conscientes de la importancia de promover unas buenas conductas alimentarias desde el núcleo familiar. Es fundamental que los adultos estén concienciados y entiendan por qué es necesaria una buena alimentación y sean ejemplo de ello, ya que los niños lo imitarán posteriormente", sugiere la nutricionista.
¿Comemos peor que antes?
La planteamos una duda recurrente: ¿Piensa que comemos peor ahora que lo hacían nuestros abuelos, por ejemplo? "Si comparamos la alimentación actual con la de nuestros abuelos, nos damos cuenta de que, a pesar de la gran disponibilidad y accesibilidad alimentaria, no siempre escogemos las opciones más saludables. La exposición a los alimentos poco saludables es alarmante, debido, sobre todo, a la publicidad y a la comercialización inadecuada de productos ultraprocesados, característicos de la dieta occidental, que se basa principalmente en harinas refinadas, azúcares y grasas de mala calidad", se lamenta la especialista, que añade que, eso sí, por otro lado, los medios de conservación de los alimentos no eran tan seguros como los de ahora. "No existía el frigorífico, lo que provocaba la proliferación de bacterias en los alimentos y, por lo tanto, la salud corría un mayor riesgo. Además, la seguridad alimentaria ha aumentado debido a la existencia de nuevas legislaciones y controles de calidad. Cualquiera de nuestros abuelos hubiera dado casi cualquier cosa por tener la variedad, calidad, y seguridad en la alimentación que disfrutamos hoy en día", matiza.
E incide en un dato importante: lo que sí ha cambiado notablemente con el paso de los años, es la preparación diaria de la comida casera. "Esto se ha visto afectado por el estilo de vida actual en el que el tiempo para cocinar es muy limitado. Todo esto, junto al sedentarismo, la disponibilidad a comidas rápidas y otros aspectos, han llevado, lamentablemente, a un aumento del desarrollo de enfermedades como obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares…”, nos cuenta. Y llega a la conclusión de que, por lo tanto, la alimentación actual no es peor que la de antes. “Es importante aprovechar la gran oferta y variedad alimentaria que tenemos a nuestro alcance para que, de forma consciente y equilibrada, podamos ofrecer a nuestro organismo los alimentos que necesita", recomienda.
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¿Influye la dieta en la salud mental?
La influencia de la alimentación saludable en nuestra salud física está fuera de toda duda, pero, ¿influye también en nuestra salud mental? "Como define la OMS, 'la salud es el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades'. No existe salud, sin salud mental. Los investigadores científicos tienden, cada vez más, a relacionar no solo la salud física, sino también la salud mental con la alimentación. Algunos de los nutrientes que conocemos hoy en día pueden ayudar a aliviar la sintomatología de ciertas enfermedades mentales, a aumentar la eficacia de los medicamentos, o a reducir los efectos secundarios de estos", nos dice.
Y la experta nos cuenta que, además, la falta de algunos nutrientes en nuestra alimentación o una alimentación pobre puede estar relacionado con el desarrollo de algunas enfermedades mentales. "En personas enfermas, se ha observado la insuficiencia de nutrientes como omega-3, magnesio, hierro, zinc, algunas vitaminas del grupo B, vitamina C y vitamina E y D. Un estado nutricional adecuado es muy importante para la salud mental. Si la calidad nutricional de nuestra alimentación es insuficiente, podrá contribuir al desarrollo de ciertas enfermedades mentales, como puede ser la depresión. Por otro lado, un elevado consumo de harinas refinadas, azúcares y grasas de mala calidad, tan presentes en la alimentación actual, potencian la inflamación crónica y se están asociando a problemas mentales, como depresión o esquizofrenia, cáncer, diabetes e infertilidad, entre otros. Como conclusión podemos decir que la alimentación tiene un papel muy importante en nuestro estado de ánimo y salud mental", concluye.