Los Abuelos de la Nada, los 40 años de Vasos y besos: la “pluma más fértil del rock”, la asunción de Alfonsín y el material rescatado de Los Gabanes
Tras la muy buena recepción obtenida por Los Abuelos de la Nada, su álbum debut publicado en 1982, el grupo comandado por Miguel Abuelo inició 1983 de una manera un tanto particular. Esto estaba relacionado al hecho de que tres de sus integrantes estables, el guitarrista Gustavo Bazterrica, el bajista Cachorro López y el tecladista Andrés Calamaro, formaban parte de manera paralela de la banda con la que Charly García se encontraba presentando en vivo el disco Yendo de la cama al living.
Una vez cumplimentados los compromisos junto al creador de “No bombardeen Buenos Aires”, y mientras temas como “Sin gamulán”, “No te enamores nunca de aquel marinero bengalí” y “Tristeza de la ciudad” iban adquiriendo una mayor familiaridad con el público, la banda que completaban Daniel Melingo (vientos) y Polo Corbella (batería) retomó por fin su actividad con vistas, entre otras cosas, a su próxima producción discográfica.
Por aquellos días, el “Vasco” Bazterrica describía en detalle ese momento tan peculiar de Los Abuelos en una entrevista publicada en la edición 203 de la revista Pelo: “Nuestra actividad comenzó un poco tarde porque tres de nosotros estuvimos tocando con Charly hasta abril. De todos modos, arrancamos con la grabación del segundo álbum. Confieso que es la primera vez en mi carrera que toco en un grupo donde se consigue una comunicación enorme con el público. Pienso que eso se debe a que sonamos afiatados, tenemos buenos instrumentistas y compositores y desde un primer momento nos planteamos hacer canciones populares”.
Prueba del creciente ida y vuelta con el público, el 4 de junio de ese mismo año el sexteto se presentó por primera vez en el Estadio Obras con localidades agotadas, aprovechando la ocasión para adelantar algunos temas de su segundo “elepé”. Tres meses después, y durante dos noches consecutivas, Los Abuelos regresaron al “templo” de Avenida del Libertador pero, en esa oportunidad, como número de apertura de los conciertos ofrecidos por el panameño Rubén Blades.
En reiteradas ocasiones, y ya desde su primigenia etapa desarrollada entre 1967 y 1971, Miguel Abuelo supo definir públicamente al proyecto como “una entidad” que pretendía que estuviera “más allá de los integrantes que la componían”. “Se mantiene gracias a la colaboración de esa buena gente que somos, precisamente, Los Abuelos de la Nada”, decía por aquel entonces. Respetando esas palabras como si se tratara de una auténtica declaración de principios, y al igual que con su ópera prima, el disco por venir tendría una amplia participación de todos sus integrantes tanto en lo instrumental como en lo compositivo e inclusive desde el punto de vista de la producción, tarea que esta vez correría por cuenta del propio grupo en lugar de Charly García.
Tras varios meses de intenso trabajo en los estudios Panda, el 9 de diciembre de 1983, apenas un día antes de la multitudinaria y muy celebrada asunción del doctor Raúl Alfonsín a la presidencia de Argentina, Vasos y besos, tal su título, vio la luz y se erigió poco tiempo después en el álbum consagratorio de Los Abuelos de la Nada.
Consolidando el espíritu ecléctico que ya había denotado en su disco debut, a lo largo de once canciones esta segunda placa abría el espectro estilístico aún más hacia el pop, el rock, el funk, la música disco, los sones latinos y los tiempos medios. Y también había espacio para el reggae a través de “Chalamán”, uno de sus momentos más altos surgido de la pluma de Daniel Melingo.
“‘Chalamán’ fue una canción que escribí en la época del Ring Club, un grupo de teatro musical que fundé a finales de los años 70 y en el que Los Gabanes participaron musicalizando El juicio oral al Dr Moreau, el último espectáculo de ese colectivo creativo estrenado en diciembre de 1981, antes de debutar como Los Abuelos de la Nada”, detalla Daniel Melingo a LA NACION y agrega: “Los Gabanes estaba formado por Miguel Abuelo (juez y percusionista), Cachorro López, Andrés Calamaro, Polo Corbella, Gustavo Bazterrica y un servidor (en guitarra, clarinete y voz). La escenógrafa era Vivi Tellas, quien por ese entonces también era la directora de Las Bay-Biscuits, que junto a Fabi Cantilo, Diana Nylon, Miguel Zavaleta (abogado defensor y cantante), Víctor Kesselman, (fiscal y guionista), Patricio Bisso, Horacio Fontova y demás grandes artistas fueron parte y arte del caldo de cultivo de los incipientes 80. Un año y medio después, ya grabando Vasos y besos en los estudios Panda con Mario Breuer como ingeniero de sonido, Miguel Abuelo recordó esa canción y pidió incluirla en el álbum que hoy conmemoramos en sus 40 años. ¡Larga vida a la música popular! ¡Gracias Mike!”.
Sin dudas, Vasos y besos evidenció un notable crecimiento y una gran evolución musical de todo el grupo en su conjunto, como así también la ratificación de un reconocible costado lúdico, fresco, positivo y descontracturado que lo marcaría de por vida. Pero por sobre todas las cosas, el disco fue un fiel reflejo de la época y la perfecta banda sonora que acompañó un momento único para todos los argentinos, signado por la alegría, la esperanza, la atmósfera festiva y los renovados aires de libertad que significó el regreso a la vida democrática.
“Recuerdo la fuerte intención que teníamos todos de conseguir un producto bello desde el punto de vista artístico y que fuera popular, ágil y bonito tanto en sus melodías como en la lírica. En este último punto, teníamos al mejor letrista que conocí en mi vida, que fue Miguel Abuelo. Cuando Miguel murió, Luis Alberto Spinetta me dijo: ‘Se fue la pluma más fértil del rock’ . Además, había una muy buena onda entre todos nosotros, tanto en lo humano como en lo musical, lo cual nos estaba demostrando que estábamos en el camino correcto para lograr lo que finalmente ocurrió. Vasos y besos coincidió con el regreso del país a la democracia, por eso fue y es tan importante. Yo me volvía loco viendo a la gente bailando y disfrutando de una música tan popular y de un disco al que muchos fans de Los Abuelos aún consideran como el que mejor define a ese momento democrático”, expresa Gustavo Bazterrica a LA NACION para luego referirse al clima dentro de los estudios Panda: “El estudio ayudó a mejorar las cosas, pero ya teníamos en la cabeza la idea y la temática de lo que queríamos para ese álbum. Entramos con todos los temas muy ensayados y cocinados, excepto ‘Mundos in Mundos’, que lo terminamos grabando sólo Miguel Abuelo y yo, ya que algunos de los chicos se bajaron porque lo consideraban demasiado largo. Esa fue una de las rarezas o curiosidades si se quiere de una grabación cuya gran característica fue, a mi entender, haber encontrado el sonido Abuelos”.
Vasos y besos estuvo envuelto también por el singular vuelo poético e interpretativo de Miguel Abuelo (muchas veces en sociedad musical con Cachorro López) a través de delicadas e inspiradas piezas como “Yo soy tu bandera”, “Sintonía americana”, “Espía de Dios”, “Hermana Teresa” y “Mundos in Mundos”. Sin embargo, y más allá de otros pasajes destacados como “Vamos al ruedo” y “Cucarachón de tribunal”, el álbum le otorgó al grupo su pico de popularidad y su estatus emblemático mediante un puñado de canciones que trascendieron la barrera del tiempo y que hoy, a cuatro décadas de su aparición, permanecen como clásicos indiscutidos del cancionero nacional. Se trata de “Mil horas” (de la cual se hicieron infinidad de versiones y en los estilos más disímiles que uno pueda imaginar), “No se desesperen”, “Así es el calor” y la ya mencionada “Chalamán”.
“‘No se desesperen’ es una canción que me representa mucho y que está cumpliendo 40 años, la misma edad que nuestra democracia. Por eso espero que tanto esta como las futuras generaciones la sigan escuchando con fe y comprendiendo la vigencia de su letra cuando dice: ‘No se desesperen locos, todo va a andar bien, ninguna bala parará este tren’ . En ese mensaje tan simple se resume el espíritu de un tema del cual estoy muy orgulloso y que, por otro lado, considero que es el mejor que compuse en mi vida. Incluso aún después de mi paso por Los Abuelos, me sigue acompañando y forma parte de los shows en vivo junto a mi banda, Bazterrícolas”, confiesa Bazterrica.
El broche de oro de aquel capítulo inolvidable para la banda tuvo lugar el 30 de diciembre de 1983. En una calurosa noche de verano y bajo el eslogan Descorchando el ‘84 con Vasos y besos, Miguel Abuelo y compañía presentaron oficialmente su segundo álbum en el estadio de Vélez Sarsfield ante una multitud y posicionándose así como uno de los máximos referentes del rock local.
Después vendrían una gira por demás exitosa, el desembarco en el Luna Park y su estadía en Ibiza con motivo de la grabación de Himno de mi corazón, su tercer trabajo discográfico. Pero esa es otra historia que, en su momento, también merecerá ser recordada.