Los adolescentes y el alcohol: cuando la justa medida es cero consumo
Alcohol y adolescencia hacen un maridaje de pesadilla. Si no me crees a mí, más adelante te muestro algunas estadísticas de organizaciones internacionales facultadas en la materia. Lo paradójico es que en nuestras sociedades se ha naturalizado extendidamente el consumo de esta droga psicoactiva legal y a menudo se ven adultos ofreciendo bebidas alcohólicas a menores creyendo que si les “enseñan a beber” están evitándoles riesgos.
La adolescencia es el tiempo de ensayar formas de desmarcarse de la dependencia de los padres y comenzar a enfocarse en intereses externos al universo familiar o materno.
Los jóvenes comienzan a regularse principalmente con grupos de iguales o amigos pero el patrón psicoafectivo construido durante la infancia será la base para que vivan dichas experiencias de interacción, fusión o regulación.
Las dificultades que encuentra el adolescentes para conectar o interactuar con sus iguales está determinada principalmente por la forma en que viene abastecido emocionalmente desde la infancia. Si el adolescente o la adolescente ha tenido una experiencia afectiva carente, es más probable que el alcohol y otras drogas ilegales, se conviertan en muletas o vehículos artificiales para desinhibirse y encontrar el coraje de conectar social y afectivamente en sus relaciones.
Pero cuando se está bajo los efectos de una droga psicoactiva legal como el alcohol o bajo los efectos de otras drogas ilegales que circulan en los ámbitos de encuentro y diversión entre adolescentes (fiestas, reuniones, botellones, conciertos de música electrónica…), la fusión o la conexión con sus iguales y con la experiencia es ilusoria, porque se produce desde un lugar de consciencia alterado por substancias.
Cuando el adolescente regresa a la sobriedad pasado el efecto del consumo, se siente de nuevo en el vacío emocional, tras no haber vivido una experiencia de encuentro sentido y consciente con el otro o con los otros. El encuentro habrá sido “artificial”, vivido desde distintos grados de inconsciencia en los que se pierde la posibilidad de profundizar vínculos.
A menudo esto termina convirtiéndose en una suerte de círculo vicioso que lleva a los adolescentes a repetir intentos de conexión a través de consumos, para regresar una y otra vez al vacío y la desolación, perdiendo la valiosa oportunidad de construir lazos afectivos significativos sanos, con el riesgo de que en el trayecto ocurran situaciones traumáticas o que desarrollen adicciones.
Ciertamente no es el desarrollo de adicciones la peor consecuencia por el consumo social de alcohol. Según la Organización Panamericana de la Salud, el mayor problema de salud pública generado por el consumo de alcohol no es el alcoholismo sino los estragos provocados por el consumo ocasional o social que en la población adolescente lamentablemente no detiene el incremento.
Como anuncié antes, quiero compartir algunos efectos y prevalencias estadísticas relacionadas con el consumo de alcohol en este grupo etario:
Muchos desconocen que una persona puede morir por sobredosis de alcohol. El envenenamiento por alcohol o coma etílico (estado grave de pérdida de consciencia) puede ocurrir cuando se consumen grandes cantidades en cortos períodos de tiempo, práctica que desafortunadamente es común entre adolescentes. En muchos casos sucede incluso ante la presencia de adultos durante fiestas y reuniones familiares.
Los daños por accidentes al conducir ocurren con bajos porcentajes de alcohol en la sangre. Para la mayoría de los adolescentes o los jóvenes, incluso una copa de vino o de cerveza, puede afectar seriamente las habilidades para conducir. Una de las principales causas de muerte en la franja etaria de dieciséis a veinticinco años, es provocada por los accidentes de tránsito vinculados al consumo de alcohol.
Incluso las bajas dosis de alcohol provocan mucho más daño en el cerebro de adolescentes y de jóvenes que en el cerebro adulto.
La persona que comienza a beber a la edad de quince años o antes tiene cuatro veces más posibilidades de desarrollar dependencia al alcohol o alcoholismo. De cada diez adolescentes que inician el consumo de alcohol, dos desarrollarán alcoholismo. La adicción al alcohol frecuentemente se combina con el consumo o la adicción a otras drogas ilegales.
Se ha determinado que existe predisposición congénita a desarrollar alcoholismo. Los adolescentes en cuyas familias hay miembros cercanos con esta enfermedad tienen mayor tendencia a engancharse al consumir alcohol. La prevalencia es mayor en varones.
Aproximadamente la mitad de los adolescentes y jóvenes víctimas de crímenes se encuentran bajo los efectos del alcohol.
El consumo de alcohol en adolescentes y jóvenes induce a conductas sexuales de alto riesgo (no se toman las medidas de protección frente a transmisión de enfermedades, embarazos no deseados, así como al abuso y la violencia sexual).
El riesgo de peleas, uso de armas, violencia doméstica y callejera con adolescentes implicados aumentan con el consumo de alcohol.
Las estadísticas de violencia, accidentes de tránsito y delitos vinculados con el consumo de alcohol aumentan en períodos de vacaciones o festivos como veranos, fines de semana, Navidad y Año Nuevo...
El alcohol y el tabaco son drogas de umbral o transición hacia el consumo de otras drogas ilegales. Estudios estadísticos reflejan que resulta muy poco frecuente consumir drogas como cocaína y heroína, entre otras, sin haber consumido previamente alcohol o tabaco. La droga más empleada por los jóvenes para iniciarse en el consumo, es el alcohol.
Un gran número de adolescentes ha tenido o tendrá experiencias con bebidas alcohólicas, tabaco y otras drogas de los cuales algunos lo harán puntualmente y dejarán de usarlas. Otros adolescentes seguirán usándolas regularmente presentando distintos niveles de problemas físicos, emocionales y sociales. No podemos anticiparnos para saber quiénes entrarán en el primer o segundo grupo. El consumo de alcohol como el de cualquier otra droga, debe considerarse peligroso.
En su libro “Raising Drug-Free Kids: 100 Tips for Parents”, (Criar hijos libres de drogas: 100 tips para padres) la doctora Aletha Solter, experta en disciplina no punitiva y directora del Aware Parenting Institute, recomienda lo siguiente:
Mantenerte conectado con tu hijo e hija, de este modo contarán con una buena base emocional desde el hogar.
Usar un enfoque democrático de disciplina para que no necesiten rebelarse de modo destructivo en la adolescencia.
Permitir que tus hijos expresen sus emociones, que enfrenten el estrés y sean capaces de liberarlo de forma natural. Así no necesitarán recurrir a las drogas para relajarse. Es fundamental que te conviertas en un buen ejemplo.
No sobreprotejas a tu hijo o hija adolescente. Permite que asuma riesgos sanos para que no necesite tomar riesgos perniciosos.
Desde pequeño permítele y enseña a tu hijo e hija a decir NO.
Ofrécele información veraz y oportuna sobre el alcohol y las drogas ilegales.
Si bien es cierto que para los adolescentes regularse con sus iguales es una necesidad básica, y que pudieran verse en un momento dado influenciados por la presión social de los amigos o compañeros, cuando traen una buena base emocional de la crianza construida durante la infancia, disminuye el riesgo a engancharse en conductas de riesgo como las de consumo de alcohol y de otras drogas.
Aunque es común que el consumo inicie por curiosidad propia de la adolescencia donde los menores necesitan medir el río con sus propios pies, o son más susceptibles a la imitación de la conducta de sus compañeros para ser incluidos en el grupo, conjugado con el hecho de que el modelaje social en el consumo y las adicciones está a la orden del día en nuestro entorno, los menores siempre estarán más protegidos al gozar de una buena experiencia de intimidad emocional, comunicación robusta y el amor incondicional de sus padres.
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